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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La impotencia creativa

Estamos a finales del siglo XIX en Venecia. Giuseppe Verdi ha llegado de incógnito con la intención de visitar a un amigo, Cesare Vigna, que se encuentra en muy precario estado de salud. Sin embargo, hay otra razón, no más perentoria, pero sí más profunda: en la ciudad se encuentra también Richard Wagner. Verdi lleva ya diez años sin componer nada de importancia después del Réquiem, y se encuentra acosado por su propia angustia creativa y por el hecho de percibir con claridad que a él se le considera un compositor agotado frente a la figura de un Wagner cuya música supone una nueva y triunfante concepción del drama operístico. La novela comienza en el momento en que Verdi se acerca sigilosamente al teatro de La Fenice para atisbar a hurtadillas un concierto restringido de música wagneriana con la presencia del gran maestro alemán.

LA NOVELA DE LA ÓPERA

Franz Werfel Traducción de Manuel Picós Espasa. Madrid, 2002 396 páginas. 12 euros

Franz Werfel fue un novelista de éxito en el periodo de entreguerras; pertenece a esa gran floración de escritores de lengua alemana que atacaban con parecida fortuna varios géneros (drama, poesía, narración, ensayo, biografía) y en todos ellos se desenvolvían con solvencia. Era un momento de gran pujanza cultural previo a la liquidación de la vieja Europa y la mayor parte de ellos acabaron emigrando a causa del nazismo o siendo silenciados por éste o por el totalitarismo soviético. Werfel emigró a Estados Unidos en 1940 con su esposa, Alma Mahler, y murió cinco años después. La novela que lo hizo mundialmente conocido fue La canción de Bernadette.

La novela de la ópera es un

bello y extraño libro. De entrada, el lector advertirá enseguida dos características. La primera, que el relato está en manos de un narrador muy especial, pues es una mezcla de biógrafo, historiador y narrador propiamente dicho. Su presencia, con tantos papeles que cumplir, es un tanto agobiante y, en ocasiones, el lector desea menos precisión histórica, menos rodeos y más carne. Sobre todo, cuando va encontrándose con escenas de verdadera potencia, como el encuentro del desdichado músico Sassaroli con el gran Verdi, la representación de la impotencia creativa de Verdi a solas consigo mismo o el instante del beso de la Derzorzi; e incluso más: el melodramático último encuentro con los Fishböck. Ahí, la composición de la escena, su desarrollo y su culminación revelan un indiscutible dominio del tempo y del escenario. Esta voz narradora se obliga a aportar a la historia tantos retrocesos, explicaciones y las justificaciones de orden histórico frenaban continuamente la acción dramática, no sólo la que protagoniza directa o indirectamente Verdi, sino también la paralela que transcurre en el triángulo formado por el doctor Carvagno, su mujer y el amante de ésta, Italo. Creo que es un freno buscado para romper deliberadamente el ritmo y crear una alternancia, pero creo que también participa en ello un alma de biógrafo puntilloso por parte de Werfel. La novela queda así aquejada de estatismo.

La segunda característica es el afán explicativo propiamente dicho del autor, es decir: su escaso apego a la sugerencia. Lo explicaré con un ejemplo. Un personaje acompañante de Verdi, hablando del canto, 'tuvo la ocurrencia de esta frase ingeniosa: 'En el fondo, lo que importa es la espiración más que la inspiración'. Jugaba así con los conceptos de espiración en la respiración fisiológica y de inspiración en la labor creadora'. El comentario, sin duda, ofenderá al lector, que se sentirá maltratado en su inteligencia. En el mismo registro, pero por hablar de una escena, está el momento en que Bianca descubre el engaño de Italo, espléndidamente sugerida y, a continuación, lamentablemente explicada anulando así su poder de sugerencia.

Advertidas estas dos características, debo decir que un asunto como el encuentro entre dos genios -o mejor dicho: el no-encuentro; y ya verá el lector cómo lo resuelve Werfel- no se le podía escapar a éste de las manos. Compone además un convincente escenario viviente que va desde la espléndida creación del Marqués Gritti, un centenario esnob que se hace acompañar de un desvencijado criado de 75 años para contrastar con él su apostura hasta los desdichados músicos Sassaroli y Fishböck, enrabietados cada uno a su manera con el mundo a causa de su propia mediocridad; Werfel carga la historia con toda una serie de magníficos secundarios que coloca alrededor de Verdi y se vale de ellos para configurar una trama que recoge aspectos varios y complementarios de la creación musical, su vida social, las oscuridades del alma humana y la figura del artista. Su cultura musical, además, no sólo contribuye a relatar con elegancia las contrapuestas concepciones musicales de Verdi y Wagner, sino que es decisiva para plasmar la angustia y la pasión de la creación, que es el gran motivo del libro. Basten las escenas de un Monteverdi viejo y cansado, paseando su conciencia de acabamiento creador por Venecia el mismo día en que lo hace Verdi 240 años más tarde, o la apasionada descripción de la quema de la partitura inacabada para dejar marcado el mejor tono de esta singular narración.

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