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Reportaje:

Cañas en peligro de extinción

Clientes y dueños de bares sevillanos temen los efectos de las medidas contra el 'botellón'

Aquellas tardes en que el sol del mediodía se asoma en Sevilla a la plaza del Salvador, las más del año, especialmente entre marzo y octubre, sus soportales y las escalinatas de la basílica congregan a decenas de parroquianos que, en busca de un rato cálido y algo de charla, comparten cerveza y vino. Ayer, una de las primeras jornadas verdaderamente soleadas del invierno, se reproducía en El Salvador desde última hora de la mañana esa estampa tradicional, que se repite en otros muchos lugares de la ciudad, como Santa Catalina, la calle Mateos Gago o en Eduardo Dato, siempre alrededor de un bar o una cervecería, siempre en mitad de la calle.

Esa costumbre de tomar cañas en plena calle, tan extendida por Andalucía, anda en peligro de extinción desde que el martes el ministro del Interior, Mariano Rajoy, anunciara su intención de, para acabar con el botellón, prohibir el consumo de alcohol en la vía pública.

Santos Ortega, de 30 años, es el dueño de una de las tres bodegas que sirven a diario decenas de cervezas que estudiantes y jovenes profesionales, extranjeros y familias enteras consumen en El Salvador. Su opinión, si la intención del Ministerio del Interior llega a materializarse, es contundente. 'A mí me hacen la puñeta. Me voy a la ruina. Y como yo, el bar Jota, el Tremendo, Las Columnas o tantos otros que sirven para que la gente beba en la calle'. Ortega se explica: 'Yo tengo licencia municipal para nueve veladores pero sirvo consumiciones para veinte mil. Esto está siempre lleno. Si no pueden consumir en la calle, me quedo sin negocio'.

Sus clientes, habituales de la plaza, enfocan su indignación desde el otro lado de la relación comercial. 'Esa norma es una basura. No hacemos mal a nadie. Yo salgo de clase y me vengo con los amigos a tomar una cervecita. ¿Qué alternativas de ocio dan si no a la juventud?', dice Juan Manuel Ojeda, de 25 años, alumno de 5º de Derecho, parroquiano de la bodeguita que hoy, en otra variedad de su habito, se bebe una cerveza de litro con otros dos amigos en las escalinatas de la basílica.

'¿A que no prohiben los veladores y las terrazas?', tercia su compañero Gildo Danubio, de 28 años, licenciado el Filología. 'Claro, porque ahí se sientan los que tienen dinero', concluye, reivindicativo. Ortega y sus empleados dan la razón, aunque solo en parte, al Ministerio. 'Entiendo que prohiban el botellon hasta cierto punto. La plaza, los viernes, sábados y domingos por la mañana, es una pena. Pero de día y en bares, es absurdo. Aquí vienen los extranjeros y preguntan si es una manifestación. Cuando les decimos que es una costumbre, alucinan', concluye el tabernero.

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