Medios demediados
Por su contenido, no tanto como negocio, los medios de comunicación se han convertido en foco de escrutinio y debate en el Foro Económico Mundial, que hoy se cierra en Nueva York. Quizás porque el 11-S fue el atentado más mediático de la historia; o porque fue el momento estelar de Internet, con los chats disparados en busca de información y para ofrecer ayuda. O quizás también por que los ciudadanos se lanzaron a buscar explicaciones sobre la razón del ataque. Ahora, quizás también porque con la guerra de Afganistán -una guerra en la que hasta ahora han muerto más periodistas que militares occidentales- y con el temor a nuevos actos de terrorismo el Gobierno de EE UU intenta que los medios se autocensuren o le sigan si anuncia alertas terroristas, como expresó Thomas Ridge, el director de la Oficina de Defensa Interna de EE UU.
'El papel de los medios: confusión, preocupación y complejidad', 'Restaurar la confianza: ¿el mensaje o el medio?', 'Los medios me lo hicieron hacer', o 'Medios y terrorismo: ¿cambio en las reglas básicas?' son títulos de interesantes debates celebrados en esta edición de Davos en Nueva York. Pese a que los medios estadounidenses, en general, han coreado la acción militar de la Administración, conservan su autonomía, por ejemplo, a la hora de difundir la CNN el vídeo de Bin Laden del que obtuvieron una copia misteriosamente. Con razón, Hibrahim Helal, el director de noticias de Al Yazira, que describió el 11-S como 'ataques terroristas', se quejó en uno de estos debates de antes que criticaba a la televisión de Qatar por emitir los vídeos del jefe de Al Qaeda y ahora se la critica por no darlos. Al Yazira es todo un reto, y ha cambiado las tornas, no en el mundo occidental, pero sí en el árabe, donde tiene una audiencia de entre 15 y 30 millones de personas, según Helal. La emisora (no para los afganos, pues los talibanes prohibían la televisión) de Al Yazira en Kabul fue bombardeada, pero nadie protestó.
Los medios, como también se reflejó en el ataque contra la televisión serbia en Belgrado durante la guerra de Kosovo, se van convirtiendo en objetivo militar. Lejos quedan los tiempos de la guerra civil americana en la que los corresponsales sopesaron ir vestidos de blanco para indicar su pureza de carácter. El caso es que en los últimos años, la cobertura internacional de los medios en EE UU había bajado. Con el fin de la guerra fría se habían descapitalizado, tanto en el tiempo o a las páginas dedicadas al mundo exterior como al número de corresponsales en el extranjero. Mucho antes de la actual bajada de los ingresos por publicidad, los medios decidieron prescindir de muchos corresponsales y, si una crisis surgía, tirar de los enviados especiales. Pero así se perdía la capacidad de anticiparse, de detectar y hasta prevenir una crisis. Un estudio realizado por la Universidad de Harvard en 1997 señala que las principales cadenas comerciales de televisión en EE UU, las networks, en los setenta dedicaban un 45% de su cobertura a noticias internacionales. En 1995, sólo 13,5%. Un fenómeno similar aquejaba a la prensa escrita en ese país, y en particular a la prensa local.
Con el 11-S vino la reacción, la mayor demanda de información sobre otros países. Pues una de las sorpresas del 11-S en EE UU y en Europa fue descubrir lo poco que se sabía de Afganistán, abandonado a su suerte tras la retirada soviética. Libros sobre el islam se han vendido a raudales. El interés de los participantes en el Foro Económico Mundial por los fundamentalismos, la seguridad, las desigualdades y otros aspectos que antes quedaban en reuniones marginales ha crecido. Es de esperar que, al menos, todo esto sirva para conocer al otro y a los otros, y aprender a utilizar el lenguaje, que no es neutro. Calificar como se hace algunas veces a los etarras de freedom fighters es caer en un error, pues no luchan por la libertad, sino contra la libertad. Había que recordarlo en Nueva York.
aortega@elpais.es
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