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Columna
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Cymbru

El país de Gales da al mar por el Oeste de la Gran Bretaña; el País Valenciano por el Este de la Península ibérica. Montañoso uno y el otro, se incorporaron a la llamada civilización occidental del siglo XIII. Allá tras la invasión normanda; acá cuando llegaron los aguerridos cristianos del Norte. Las ovejas y el ganado vacuno trazaron históricamente el perfil económico de Gales; la agricultura de regadío y secano lo hizo aquí en tierras valencianas. La ganadería en Gales y la agricultura aquí siguen teniendo todavía un papel nada desdeñable. Con la explotación de las cuencas mineras de hierro y carbón inició Gales su desarrollo industrial; la arcilla cercana y la tradición alfarera estuvo en el origen de la industria cerámica valenciana. La extracción de minerales y la industria metalúrgica deterioró el entorno galés, contaminó el aire y causó gravísimos percances. El 20 de octubre de 1966, por ejemplo, cayó como un alud una montaña de residuos mineros sobre Alberfan, en el valle de Merthyr, y murieron 116 niños, 7 maestros y 23 vecinos de aquella población. Por entonces, y en el triángulo del azulejo castellonense, se susurraba en los entierros causados por un cáncer pulmonar temprano: ha sido el plomo de la fábrica de pavimentos industriales, de esos pavimentos pioneros en la industria europea del ramo. Hoy no se habla aquí del plomo, pero sí de sedimentables y arsénico en la atmósfera que se respira.

El poeta R.S. Thomas captó el paisaje contaminado de su maltrecho país. Escribió Cymru, nombre de su tierra en galés, y se dirigió a ella en un lírico tono coloquial: 'Te has puesto la industria como sudario; te has maquillado el rostro con petróleo y polvo de carbón; has anunciado a los que firman cheques que tú tienes un precio'. Luego le pide perdón 'por enterrar bajo el excremento de las fábricas los tréboles que brotaron donde se posó tu pie'. En la Plana y en L'Alcalaten no tuvimos ecológico poeta, pero el paisaje se maquilló con la industria cerámica; el excremento no enterró tréboles, pero se fue por el aire que respiramos en forma de sedimentables y arsénico. Donde se extraía la arcilla se abrieron horrorosos cráteres que daban al traste con el brezo y el pino.

Faltos de un poeta como el galés, y peligrando sus pulmones, el vecindario del triángulo cerámico, de L'Alcora, Onda, Ribesalbes y Vila-real, se moviliza. Aparecen plataformas cívicas y se exige algo tan simple como control para que desaparezca la contaminación atmosférica; para que quienes firman cheques se enteren de que la solución del problema supone apenas un coste adicional del 3% en los gastos de facturación, según detallan expertos en lo material; para que nadie cierre los ojos o le traiga sin demasiado cuidado el deterioro de la biosfera castellonense, de esa fina película de aire que respiramos y que conserva la vida, como debe saber el consejero valenciano Fernando Modrego.

Porque ni aquí ni en Gales es de recibo mirar hacia otro lado, como lo hace Jorge Lamparero, secretario general de Medio Ambiente, quién afirma que 'las partículas sedimentables afean el paisaje, pero no suponen ningún riesgo para la salud'. Declaraciones frívolas e irresponsables. Si los sedimentables deterioran el paisaje, eso ya debería preocupar al secretario del entorno. Porque eso es pisar los tréboles de esta tierra; una tierra que tienen en gran estima el vecindario y las plataformas cívicas contra la contaminación atmosférica; una estima tan grande como la del poeta galés por su Cymru natal.

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