La victoria es la inocencia
Paso a paso, como si masticara el partido más complicado de su vida, Guardiola va ganándole terreno al adversario, convencido de que, con independencia de lo que diga el marcador, el juego le hará al final merecedor de la victoria. Pocos futbolistas en el mundo se implican tanto como el jugador del Brescia en sus asuntos, con independencia de su naturaleza, tanto da si afectan o no a la cancha. En un terreno donde la mayoría delega y se inhibe a la espera de noticias, argumentando que son cuestiones que se le escapan, maquinadas por gente inabordable, el medio centro catalán se ha implicado desde el principio y no parará hasta el final, y para Guardiola el final es la inocencia.
Ya le ocurrió cuando su grave lesión de isquiotibiales. Dale que te pego, el ex capitán azulgrana no cesó hasta que encontró lo que tenía. Mientras los médicos debatían sobre su dolencia y la gente con mala leche le trataba como si tuviera la peste, el paciente Guardiola fue de consultorio en consultorio, auscultándose día y noche, seguro de que si era capaz de describir su dolor, de hacerlo entendible, daría con la medicina y acabaría de una vez con su malestar y con tanta mala baba.
Una cosa parecida le ha ocurrido con su positivo. De la noche a la mañana, después de que su romanticismo hubiera claudicado frente al mercato y tuviera que conformarse con el Brescia, uno de los jugadores más laureados de la historia del Barça era presentado en determinados ambientes como el mayor tramposo del calcio. Había tomado más nandrolona que nadie y no sólo le habían pescado una vez sino dos, de manera que fue dilapidado sin miramientos y, junto al jugador, todos sus acompañantes, sin reparar en condición ni profesión.
Lejos de entregarse o dejarse caer en el regazo de los plañideros, que también los tiene, pues siempre fue héroe o villano y no persona corriente,Guardiola preparó su defensa con el mismo esmero, profesionalidad y responsabilidad que diseña los partidos. Y ahora resulta que en lugar de ser castigado con la peor de las sanciones, como se auguraba cuando se le comunicó que había dado positivo, recibe la menor de las penas habidas.
El fallo le viene a dar la razón al jugador en que todo el proceso va más allá de que una máquina señale o no un positivo. Guardiola pidió simplemente que le escucharan y a la que toma la palabra, cuando se le presta atención, convence a todo el mundo. Quizá por eso, donde los demás habrían cantado victoria, el ex capitán azulgrana ha dicho que todavía hay partido, pues aún no se explica qué pasó ni quienes le acusan se lo han demostrado. Como le dejen explicarse otra vez, igual sale a jugar mañana, porque ahora quiere ponerse en forma por si puede ir al Mundial. Que nadie olvide, sin embargo, que entre partido y partido no parará hasta que le absuelvan del todo. No se conforma con que reconozcan que lo suyo no fue intencionado. Siempre quiso ganar, y victoria es igual a inocencia.
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