En memoria de un hijo muerto

'José Antonio me aseguró, entre lágrimas, que no podía dormir y que estaba horrorizado porque le pesaba en la conciencia que a mi hijo le hubiese pasado algo'. Lo recordaba ayer Juan Jacobo Echeverría-Torres, padre del joven que murió tras ser abandonado en la estación de Lista (donde había sufrido una hipoglucemia) por tres empleados del metro que ahora están siendo juzgados en la Audiencia Provincial. Juan Jacobo Echeverría-Torres se refería a José Antonio R. P., el taquillero de Lista, quien poco después del fallecimiento del muchacho habló con sus padres y les dijo que Metro estaba 'presionando' a sus empleados para que 'no hiciesen partes demasiado exhaustivos' de lo que sucedió aquella noche. José Antonio R. P. se suicidó días más tarde.

Lo que sucedió aquella noche, en realidad la madrugada del 7 de abril de 1998, fue, según la fiscal, lo siguiente: Javier Echeverría-Torres Sauquillo, de 19 años, hijo de la eurodiputada socialista Francisca Sauquillo y enfermo de anorexia, sufrió una hipoglucemia en la estación de metro de Lista, y se desvaneció. Dos vigilantes, José M. N. y Juan Carlos G. O., le vieron y avisaron hasta tres veces al jefe se seguridad, Luis H. C., para que pidiera una ambulancia. El encargado se negó -porque, según declaró él en el juicio, creyó que se trataba de un toxicómano- y ordenó que fuera desalojado. Javier pasó más de una hora a la intemperie, tirado en la calle, hasta que fue recogido por el Samur y llevado al hospital de la Princesa, donde murió. El jefe de seguridad y los dos vigilantes están siendo juzgados por un presunto delito de omisión de socorro, y se enfrentan a penas de multa de entre 2.163 euros (360.000 pesetas) y 3.606 euros (600.000 pesetas). Los padres de Javier los demandaron con el objetivo de que 'no se juzgue a la gente por su físico o su pinta, y que se atienda a cualquiera que necesite ayuda, sea toxicómano o no'.

En la sesión de ayer declaró también el director general de seguridad de Metro, Francisco Javier G. C., quien explicó que, según las normas del suburbano, sólo se puede desalojar del mismo a quienes hacen un uso de las instalaciones que no es propiamente el de viajar, como la venta ambulante o el consumo de drogas.