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Columna
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Más alejados, más tontos, más muertos

Hace un par de semanas, aprovechando el tirón mediático del estreno de la película El Señor de los Anillos, recurría al universo fantástico nacido del genio creador de Tolkien para compartir con ustedes una de mis mayores preocupaciones: la creciente y, aparentemente, imparable incomunicación entre los partidos y las instituciones políticas vascas. Y es que a un servidor, como a dos de cada tres vascos euskobarometrados, le crispa la crispación política. Recurría entonces a la imagen de seres diversos -hobbits, magos, hombres, enanos y elfos- unidos para enfrentarse al Señor Oscuro y así frustrar sus planes para dominar el mundo. Hoy vuelvo a arrimar el ascua de la información a la sardina de mis desvelos, personales pero compartidos. Con otras palabras, esta semana voy a hablarles de lo mismo -la, en mi opinión, inconcebible, inexplicable, imperdonable, irresponsable, incomunicación entre los dirigentes políticos- aprovechando, en esta ocasión, un fascinante artículo firmado por Dennis Overbye titulado El desolador ocaso del universo eterno, publicado el pasado miércoles 9 de enero por este diario.

Según parece, en los últimos años los astrónomos han comprobado que el proceso de expansión del universo está experimentando, desde aquel big bang primigenio, una considerable e imprevista aceleración bajo la influencia de una misteriosa energía oscura, una poderosa fuerza antigravitatoria que parece estar insertada en el propio espacio (y que a este columnero le recuerda al Saurón de Tolkien, ese Señor Oscuro y su terrible propósito de encadenar al mundo bajo sus designios). Según los astrónomos, si el universo sigue acelerándose las galaxias acabarán alejándose tanto y tan rápidamente que no podrán comunicarse entre sí hasta perderse de vista para siempre. Algún día se agotará la energía necesaria incluso para completar un pensamiento o un cálculo, de manera que el dominio de la vida y la inteligencia dejará de expandirse, disminuirá y acabará desvaneciéndose, según la hermosa expresión de Overbye, como un eco menguante en el silencio de la eternidad. En el supuesto de que alguien lograra sobrevivir a este proceso se vería abocado a afrontar un futuro de creciente ignorancia y oscuridad a medida que la expansión cósmica acelerada fuera alejando más y más la mayor parte del universo. 'Cuanto más esperemos, menos veremos, que es justo lo contrario de lo que siempre habíamos creído', concluye el astrofísico Lawrence M. Krauss. Estos descubrimientos irrumpen en el eterno debate cosmológico sobre el destino del universo, dividido hasta ahora entre quienes creían en la posibilidad de una eterna expansión y quienes sostenían la hipótesis del colapso final. Las cosas serán distintas: ni colapso ni expansión. Alejamiento progresivo, creciente incomunicación, aumento del desconocimiento y, a la larga, extinción de la vida, al menos tal como hoy la conocemos.

Y ahora, díganme: ¿no les evoca todo esto lo que ya nos está ocurriendo a nosotros: cada vez más alejados, cada vez más tontos, cada vez más muertos? Políticamente hablando. En los últimos tiempos la distancia entre los responsables políticos, incluso en el seno de los mismos partidos, no ha dejado de aumentar. De este manera, nuestra energía política se agota un poco más cada día, disipada en un universo de enfrentamientos sin otra salida que no sea el desistimiento o la derrota del adversario. Una energía preciosa, imprescindible para la elaboración de pensamientos constructivos y de cálculos eficaces, que va siendo devorada por fuerzas oscuras cuya naturaleza profunda uno no acaba de comprender pero que, en cualquier caso, ya sea emanación de un fantástico Señor Oscuro, ya expresión de una aterradora constante cosmológica, nos está volviendo cada vez más alejados, cada vez más tontos, cada vez más muertos. Políticamente hablando.

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