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Reportaje:

Operación buen rollo

El concurso musical de TVE-1 apuesta por la participación del público, que esta noche decide entre Naím y Bustamante

Sentenciado por el mismo público que le rescató, Alex fue eliminado hace siete días. Culminó así una gala que sirvió para entregar el disco de diamante por el millón de copias vendidas en menos de un mes y para preguntarse por qué desafina Verónica. Los condenados fueron Naím, candidato a salir hoy, y Bustamante, que se salvará gracias a su atractivo proletario a lo película de Pasolini. Destacó el cumpleaños de Rosa, con tarta y dos boys que le regalaron un strip-tease y un catálogo de tangas. Fue un aviso: luego los chicos enseñaron los calzoncillos, ignoro si porque quieren ir a Crónicas Marcianas o porque buscan un patrocinador que financie su cruzada del buen rollo. Algo está cambiando en la tele. Del feliz cinismo que campaba por la parrilla se ha pasado a una competitividad solidaria, casi budista (detalle: en Gran Hermano se votaba para eliminar; aquí para salvar), que conecta con una audiencia joven, rendida a un culto a la ilusión en el que intervienen móviles, ordenadores y otras chuches tecnológicas utilizadas por una industria que, en vez de tratarnos como pasivos sufridores en casa, apuesta por la complicidad activa. Así logra sus objetivos con un programa impecable en lo formal pero de contenidos musicalmente convencionales, a medida de las grandes discográficas.

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El miércoles incluyó grabación de un CD, clase de hip-hop, lección de modos, lectura de El principito y reparto de los temas que esta noche valorará el jurado presidido por una Pilar Tabares que ya tiene club de fans [Operación Triunfo, TVE-1, 22.00]. Para hoy prometen el No me importa nada de la Fergó, el dúo Chenoa-Bisbal, y, además del tema que cante Rosa, la balada de Manu, aflamencado Feliciano que, manque pierda, sigue progresando. No hubo tiempo para coñas, pero Naím se soltó el engominado pelo e imitó a Carlos Navarro. Fue un guiño al creador del Te voy a pegar dos yoyas que los chicos deberían musicar para lograr la cuadratura del círculo entre los dos concursos más exitosos desde San Chicho.

Treinta y nueve anuncios precedieron el resumen del jueves, que, además, incluyó publicidad indirecta de una marca de lácteos y los casuales primeros planos de agua andaluza. Hubo ensayos y sorpresa lacrimógena para Ángel, que cumplía años y que, con su apasionado estilo, completa un elenco de profes enrollados que ya les gustaría tener a los que carecen de una triste escuela donde caerse muertos. Más tarde, Nina fue entrevistada por Pedro Ruiz, recuperando así la atención que nadie le presta cuando saca un disco. También salió Carme Canela, ejemplo de diamante ignorado por la industria. Nina defendió los valores de moda (compañerismo, entrega, humildad, autenticidad) y dijo: 'Todos somos únicos e irrepetibles', pero, a lo lejos, sonaban los tambores de un concurso en el que algunos son más únicos e irrepetibles que otros y en el que, a medida que pasan los días, los árboles de la mercadotecnia corren el riesgo de impedirnos disfrutar del bosque.

El viernes fue raro. La Gisela niña fue abducida por Disney, aunque esta noche lo compensará con su baile de Gisela mujer. Verónica presumió de hacer contorsiones con los brazos, quizás para practicar un inminente adiós, y todos participaron en un debate sobre condones moderado por Edwin Winckels, periodista curtido en mil batallas de la información deportiva. Al verle, recordé la bronca que le echó Yoyas van Gaal el día que acuñó aquel 'Siempre negativo, nunca positivo', un lema antagónico al de Operación Triunfo. Ah, casi se me olvida: Bustamante y Gisela hicieron un viaje relámpago a Francia para saludar a Mick Jagger. Puede parecer la visita a un mito, pero, en la práctica, me temo que es Jagger el que necesita a los chicos de la Academia para promocionarse en España. Y es que las cosas, repito, están cambiando.

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