El camarote de los Hermanos Marx
Un ambulatorio cualquiera. 14.50 horas. Un solo paciente. Llego yo, mientras, el hombre entra en la consulta. Me siento. A los cinco segundos, sale humillando. Cierra la puerta. Un minuto después, ya hay más pacientes, se abre la puerta de la consulta e irrumpe la médico, sin bata, y con un listado en las manos, vociferando: '¿Quién acaba de entrar?', el hombrecillo, escondido detrás de un inmenso sobre blanco procedente de la consulta de algún médico, no responde. La médico, desaforada, '¿Que quién acaba de entrar?'. Por fín, el hombrecillo se levanta cabizbajo, ante lo cual se encuentra con un '¿Es que usted no oye que le están llamando?' y un 'A ver, ¿cómo se llama usted?'. Él apenas balbucea su nombre y dos apellidos como niño que va a recibir una reprimenda sin saber porqué. 'Pues siéntese y espere'. Asunto zanjado. Intervengo:
'Mire, que yo vengo a por unas recetas...', recibo una mirada furibunda y , por respuesta, un '¿Usted tendrá un nombre, no?', 'Juan Carlos Aparicio', respondo; mirando la lista con desgana, replica, sin dejar de mascar: '¡Pues espere a que se le nombre!'. Retoma la lista de pobres infelices, (por tener que tratar con ella), y empieza a enumerar pacientes: '¡Juan Carlos Aparicio!', 'Soy yo', respondo; '¿Y qué quiere?', 'Mire, yo venía a por unas recetas...'. Recoge de mala gana la documentación y hace pasar a una señora, otra, un señor, otro señor...; por fin llega la enfermera 30 minutos después, entra en la consulta, sale a los 10 minutos, dejando ver sus endodoncias al mascar y mostrando recetas... La puerta de la consulta permanece abierta mientras la gente se tiene que humillar ante estos mal llamados médicos, salen y entran compañeros sin cesar, unos a recoger paquetes, otros a desear buen fin de semana, otros discutiendo temas laborales a voces... De repente, sale la médico con una receta en la mano, mascando, sin bata, '¿Han visto al hombre de antes...?' y vuelve a entrar. Sale la enfermera, gran expectación, va a nombrar a más personas-receta: 'Olga...', se oye una voz: 'Soy yo, pero me llamo Luisa...'; '¡Da igual, pase usted!'. ¿Hasta cuándo...?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.