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Enfermos mentales, un colectivo olvidado

Determinadas causas sociales que afectan a colectivos especialmente vulnerables o desprotegidos, han tenido, durante los últimos lustros, arduos defensores que han logrado un notable nivel de sensibilización pública y han impulsado importantes reformas legales y administrativas. De esta forma, el problema en cuestión que afecta al colectivo, si bien no ha podido ser resuelto, sí ha encontrado el camino para su solución a medio o largo plazo. Este es el caso, por ejemplo, de las mujeres sometidas a malos tratos domésticos, que han encontrado en colectivos y organizaciones sociales de todo tipo unos activos defensores que han logrado llamar la atención de la opinión pública y de las diversas administraciones públicas (estatal, autonómicas o locales), propiciando cambios legales significativos en todos los niveles de la pirámide normativa. Esa incansable lucha no ha resuelto, por supuesto, el problema (cuya complejidad aún exigirá profundos cambios en la mentalidad y en las actitudes individuales, así como en la cultura social a la hora de contemplar las relaciones hombre-mujer y la mutua posición en el contexto social), pero ya no se puede decir que éste, el de la violencia doméstica, sea un problema desatendido ni que el colectivo de mujeres maltratadas sea un grupo social olvidado. Tampoco debemos -esto es cierto- ser tan optimistas como para relajar la presión sobre nuestras autoridades públicas y nuestros congéneres y dejar de exigirles y exigirnos mayores esfuerzos para proteger al colectivo y erradicar las causas que lo hacen tan vulnerable. Pero esta presión y la sensibilización social hacia el problema de los malos tratos domésticos no nos debe hacer olvidar que existen otros colectivos, cuanto menos, igual de necesitados de nuestro amparo y de nuestra atención.

Se podrían mencionar varios de estos otros colectivos, pero por la amplitud numérica de los seres humanos que lo integran, ahora me interesaría llamar la atención sobre uno de ellos: el de los enfermos mentales y sus familiares. En los escasos meses que he podido asomarme a la realidad social de este colectivo desde el Síndic de Greuges he podido confirmar que si existe un grupo social que sufre y que necesita de nuestra ayuda (la de las instituciones públicas, pero también la de las organizaciones sociales y la de las personas individuales) éste es el de los enfermos mentales y sus familiares. Las necesidades asistenciales, de todo tipo, en este ámbito son muy grandes y las administraciones públicas están lejos de atenderlas adecuadamente, por mucho que los esfuerzos, en algunos sectores y territorios, se hayan incrementado notablemente en los últimos años. Por eso, en no pocas ocasiones se hace dramáticamente cierto lo que acostumbra a decir el Procurador del Común (defensor del pueblo) de Castilla-León y es que, en el caso de la asistencia a enfermos mentales, las administraciones públicas abusan del amor de los padres por sus hijos, dejando en sus manos la pesada carga de tener que lidiar con un problema que, por su edad o por sus condiciones físicas o económicas, los padres no siempre están en condiciones de atender y enfrentar debidamente. Todo ello sin olvidar que, en muchas ocasiones, el enfermo mental necesita de nuestra ayuda por su situación de abandono, y ahí están las escalofriantes cifras que revelan que gran proporción de los indigentes que pueblan nuestras calles lo son porque les abate una enfermedad mental no atendida ni tratada. Exceptuando los actos que las propias asociaciones de familiares de enfermos mentales organizan -y que por desgracia no suelen encontrar mucho eco en los medios de comunicación-, pocos colectivos llevan adelante jornadas, mesas redondas, festivales, maratones televisivos o campañas publicitarias para recabar ayuda o apoyo a los enfermos mentales o a los familiares de los enfermos mentales. Faltan, por tanto, muchos, muchísimos recursos públicos para atender las necesidades de este grupo social tan vulnerable y tan necesitado de amparo, y tanto el Defensor del Pueblo español, como el Síndic de Greuges de la Comunidad Valenciana o como todos los defensores autonómicos del Estado español denuncian, año tras año, en sus informes anuales las diversas carencias. Pero falta también un mayor nivel de sensibilización social que presione sobre nuestros gobernantes y les instigue a invertir más esfuerzos en la solución de los problemas de este colectivo, que tienen unas dimensiones notables y que afecta a muchas familias que ven cómo sus energías personales y económicas se van mermando sin solución, a veces, en medio de un dramático silencio y una desesperante soledad. Como ciudadanos, como responsables o miembros de colectivos sociales, como responsables de entidades o de empresas privadas, o como responsables de entidades e instituciones públicas tenemos un ineludible deber de acudir en auxilio de nuestros enfermos mentales y de sus familias porque, entre otros colectivos, son uno de los grandes olvidados de nuestra sociedad, y eso a pesar de que ninguno de nosotros estamos exentos de poder, en algún momento de nuestra vida, pasar a formar parte del mismo, ya sea como enfermos, ya como familiares de un enfermo.

Bernardo del Rosal Blasco es Síndic de Greuges de la Comunidad Valenciana.

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