El lugar del niño

Adam Phillips es el despliegue de la conciencia crítica dentro del psicoanálisis actual, y en parte por eso casi todos sus textos son tan rigurosos como irónicos.

Ya en Flirtear Adam Phillips llevó a cabo un acercamiento muy inquietante a las arriesgadas exploraciones sexuales del niño, partiendo de los descubrimientos de Freud pero conduciéndolos a un punto de gran tensión esclarecedora.

Phillips es un pensador fascinado por la complejidad mental del niño, y en sus últimos libros está configurando una especie de arqueología psíquica de la individualidad humana en la que va más allá que sus antecesores porque en lugar de evadir la complejidad la afronta y la hace aún más conflictiva.

En este nuevo libro, Phillips deja bien claro cómo nuestra manera de interesarnos, nuestras querencias, nuestros deseos, nuestras fobias, nos unen con el pasado. El relato que del mundo fuimos configurando en la infancia (y con el que queríamos encontrar 'un lugar') tendrá mucho que ver con el relato que de nosotros mismos hagamos después.

No menos interesante resulta en su libro el desarrollo de la idea de 'poder' unida a la idea de 'narración'. Phillips advierte que cuando el niño fantasea sobre su propia vida y la de los que le rodean, cuando el niño fabula y va tejiendo su propia narración para poder soportar el desplazamiento que puede suponer, por ejemplo, la llegada de otro hermano, el niño no busca con esa narración simplemente situarse en el mundo, busca situarse bien, busca situarse mejor que el otro, busca el poder, o un poder que le vuelva a colocar en el mundo de forma tan ventajosa como cuando era hijo único.

Phillips nos recuerda que para obtener ese poder el niño elabora una fábula, un 'mito' alambicado y contradictorio que habría que empezar a interpretar de otra manera desde el principio, a fin de evitar el asesinato del 'niño complejo' que llevó a cabo el propio psicoanálisis, y que Adam Phillips denuncia con la autoridad de su experiencia y la claridad de su estilo.