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Reportaje:

Nueve pueblos reducidos a la mínima estadística

El padrón revela que los municipios más pequeños de la región, todos en la sierra norte, siguen perdiendo vecinos

Viven de trabajar en el campo, no padecen los atascos ni los problemas de aparcamiento de la capital y sus televisores reciben con muchos problemas la señal de algunas cadenas de televisión. Para comprar pescado tienen que esperar a los jueves, cuando una furgoneta lo trae directamente de Madrid. Para comer fruta hay que hacer cola los viernes. Y si quieren una revista o un periódico tienen que recorrer ocho kilómetros para conseguirlo. No estamos en los años cincuenta: así viven los 88 vecinos que, según los últimos datos de población ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), residen actualmente en el pueblo de Cervera de Buitrago, en la sierra norte de la región (también llamada Sierra Pobre).

Cervera es uno de los nueve pueblos de la Comunidad de Madrid que tienen menos de 100 habitantes, según el INE. Los demás, también en la sierra norte, son La Acebeda, El Atazar, La Hiruela, Madarcos -el que menos habitantes tiene de toda la región: 23-, Puebla de la Sierra, Robledillo de la Jara, Robregordo y Somosierra. Intentan sobrevivir al aislamiento y, sobre todo, a la falta de empleo, la principal razón por la que muchos de sus habitantes han emigrado a la capital. En 1996, Madarcos tenía 36 habitantes, según datos del INE, y ahora tiene 23. Otro tanto le ha pasado a Cervera de Buitrago, con 97 residentes en 1996 y que actualmente cuenta con 88.

El alcalde de Cervera, Matías Martín (PSOE), asegura que en su localidad 'vive mucha más gente' de lo que dice el INE. 'En Cervera de Buitrago residen 112 personas y no 88, que lo tenemos muy bien contado en el Ayuntamiento', sostiene. Y continúa: 'Lo que pasa es que a mucha gente, incluidos los dirigentes del Gobierno regional, le interesa que las estadísticas digan que algunos pueblos tienen menos de 100 personas porque así son concejo abierto, fórmula que permite a todos los vecinos tener voz y voto en los plenos municipales'. El alcalde de Cervera ha recurrido los datos de población del INE porque está harto de que le hagan 'siempre la misma pirula'. 'Otro año dijeron que teníamos 96 habitantes y no habían contado los ocho niños', recuerda.

Cervera, como otras localidades despobladas de la sierra, ha conseguido sacar partido a una de las últimas modas turísticas: los alojamientos rurales. El Ayuntamiento gestiona una empresa que tiene dos zonas de acampada y un alojamiento rural. Además, muy cerca está el pantano de El Atazar, donde en verano mucha gente acude a practicar windsurf. En cambio, el pueblo sigue teniendo problemas graves, según los vecinos, como la falta de tiendas o que no hay ningún autobús que les lleve directamente a Madrid. 'No tenemos comercios. El jueves viene el pescadero, y el viernes, el frutero. Pero para comprar otras cosas, como leche o yogures, tenemos que ir a Buitrago, que nos queda a 12 kilómetros', explica Felisa García, que reside en el municipio desde hace siete años.

En Robregordo, con 88 habitantes, tampoco hay tiendas, aunque sí dos bares, uno de ellos dentro de las dependencias consistoriales. En estos locales, los vecinos se reúnen después de comer a echar la partida, tomarse un café y pasar el rato antes de que anochezca. Hace pocos años, los habitantes de Robregordo sólo veían en sus televisores los dos canales de TVE y Telemadrid. 'En la Cervera era todavía peor, porque sólo veían La Primera de Televisión Española', remata Óscar Monterrubio, alcalde de Robergordo (PSOE). Y agrega: 'Tuvimos que solucionar el problema nosotros. Pedimos una subvención entre varios pueblos y compramos un repetidor'. Ahora, los vecinos ya pueden ver la televisión, 'aunque con algunos problemillas', comenta una vecina.

Agricultura y ganadería

En Robregordo se repite la misma historia que en el resto de pueblos de la Sierra Pobre: falta de empleo, población envejecida y subsistencia basada en la agricultura y la ganadería. 'No se crean puestos de trabajo, no hay terrenos para construir viviendas... ¿Qué nos queda? Pues que el Gobierno regional, de una vez, nos tome en serio y nos preste la atención requerida', denuncia Monterrubio. Este alcalde fundó en 1996, junto a otros ediles de la Sierra Norte, la Plataforma para el Desarrollo de los Pequeños Municipios. Pero, según él, la idea no tuvo 'demasiado éxito' entre los gobernantes de la Comunidad de Madrid.

'Como no hacían caso a nuestras propuestas', relata, 'en 1999 decidimos deshacer la plataforma y pasar sus propuestas al Consejo Asesor del Patronato Madrileño de Montaña', que depende de la Consejería de Justicia.

Monterrubio también denuncia 'las numerosas trabas' que, debido a la protección medioambiental que tiene la zona, les impone el Gobierno regional. 'Esto es la pescadilla que se muerde la cola: no puede haber pequeñas industrias porque estropean el entorno. Pero si no hay industrias no hay trabajo y la gente se va. La solución sería que instalasen empresas que no contaminaran, porque vamos de mal en peor'.

Con todo, muchos de los residentes de estas pequeñas poblaciones no cambiarían sus vidas por el ajetreo de la capital. 'Vivir aquí es muy duro, sobre todo en invierno. Pero nos conocemos todos, no como en Madrid, que los vecinos de un mismo edificio ni se saludan', subraya un habitante de Robregordo.

Centro polivalente de Madarcos, galardonado con un premio de arquitectura.
Centro polivalente de Madarcos, galardonado con un premio de arquitectura.V. G. O.

Historia de un teléfono

Los 23 habitantes que quedan en Madarcos, el pueblo con menos población de la región, no pueden quejarse de que en el municipio no les hayan pasado cosas curiosas. Primero, con el teléfono público, que desapareció hace algo más de un año tras una existencia azarosa. En el verano de 1995 alguien lo robó mientras los vecinos dormían. Según los residentes, era la segunda vez en menos de 15 días que el pueblo se quedaba sin teléfono público. El aparato fue repuesto y no sufrió más ataques y, poco a poco, todos los vecinos instalaron línea telefónica en su casa y se olvidaron de él. Hace algo más de un año, la reforma de la iglesia se lo llevó por delante. 'Para arreglar la iglesia tenían que quitar la caseta donde estaba el teléfono, que, por cierto, era bastante fea', explica una vecina. Ahora, los residentes de Madarcos esperan a que, dentro de poco, les instalen por fin una cabina telefónica moderna. Los de Madarcos tienen muchas más historias que contar. Como el premio que otorgó en el año 1997 la IV Bienal de Arquitectura (organizada por el Colegio de Arquitectos) a su nuevo centro polivalente, y que dejó bastante sorprendidos a los vecinos de esta localidad de la sierra.

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