La otra institución de San Telmo
El ordenanza más antiguo de la Junta de Andalucía se jubila a los 70 años
El 1 de julio de 1979 se convirtió en el segundo empleado que contrataba una Junta de Andalucía que aún no existía como tal. Manuel Vázquez Pardo, que cumplirá 70 años mañana 9 de enero, fichó como ordenanza, el primero de la Administración autonómica que se estaba construyendo, cuando todo el personal cabía en su 'seíta'. Con aquel coche comenzó repartiendo comunicados de prensa por las redacciones de los distintos medios de comunicación en Sevilla, pero eran tan pocos que hacían de todo.
Vázquez, como le conocen la mayoría de sus compañeros en el palacio de San Telmo, sede actual de la Presidencia de la Junta de Andalucía, ha trabajado con todos los presidentes andaluces, incluido el de la preautonomía, Plácido Fernández-Viagas, al que recuerda como una persona de tal sencillez que salía a comprar sus cigarrillos y que, por no molestar, podía helarse de frío en el despacho sin decir que se había estropeado el calefactor.
De Rafael Escuredo rememora en especial su primer discurso en los Reales Alcázares cuando se constituyó el Parlamento andaluz: 'Yo soy de pocas palabras y me llegan mucho las personas que tienen facilidad para hablar'. Similares alusiones afectuosas reserva para José Rodríguez de la Borbolla y Manuel Chaves: 'Cada uno ha sido maravilloso en su estilo'.
Habla con añoranza indisimulada de aquellos años en los que 'éramos una familia'. La maquinaria autonómica ha engordado tanto que, en el momento de su jubilación, oficialmente en vigor desde el pasado 17 de diciembre, Manuel Vázquez se responsabilizaba, como portero mayor, de la organización de la quincena de ordenanzas que trabajan en San Telmo.
Y a los nuevos tiempos se adaptó sin traumas gracias a su naturaleza afable: 'Tengo una dificultad, que debería ser una virtud, pero es un defecto. En el momento en que trato dos días a la gente, ya la quiero'. En justa correspondencia, sus compañeros le han organizado un homenaje de despedida para el 12 de enero, que le provoca una mezcla de agradecimiento y tristeza.
Para alguien que lleva trabajando desde los 11 años, la jubilación invita al vértigo, sobre todo cuando el trabajo ha funcionado con cierto éxito como una terapia contra la soledad y el dolor: 'Mi mujer era mi vida, murió hace seis años, así que aproveché la ley que permitía reenganchar para seguir trabajando porque me ayudaba'. Intentará sobrellevar los días con su peña cultural y con visitas ocasionales a San Telmo. 'El secretario me ha dicho que soy una institución aquí, que no deje de venir', dice ilusionado.
El peluquero que soñó con los toros
Tenía 11 años cuando su padre, que no deseaba para su único hijo varón la crudeza del campo, logró emplearlo en 'lo mejor que había en el pueblo': la peluquería. En aquel local de Zufre (Huelva), donde nació Manuel Vázquez, se enamoró del arte de las tijeras. Aún hoy sigue pelando a sus compañeros y amigos. Más de un político, cuyos nombres prefiere omitir, ha puesto su cabeza en manos de Vázquez. En 1955 se instaló en Sevilla, donde llegó a montar su propio negocio hasta que una enfermedad de su esposa le obligó a complementar los ingresos con un trabajo como vigilante nocturno en un instituto profesional. De allí pasó a la Junta de Andalucía el 1 de julio de 1979, el segundo contrato después del de Maite de Pablo, la secretaria de Fernández-Viagas, que se formalizaba en nombre de la nueva administración. A Vázquez le hubiera gustado horrores ser torero. Dio pases en el campo con vacas, pero entonces se necesitaba mucho tiempo y dinero. 'Yo no tenía nada y tenía la responsabilidad de mi familia desde que mi padre murió cuando yo tenía 13 años', relata. Aquel menor responsable a machamartillo se sentía incapaz de dejarlo todo por la muleta. El sentido del deber tal vez se le incrustó el día que lo citaron en el cuartel de la Guardia Civil, junto a sus dos hermanos mayores, para interrogarles sobre la protección que su padre, preso en una cárcel cercana, había prestado a fugitivos republicanos. Eran días de guerra civil y Vázquez, con cuatro años escasos, asintió afirmativamente a todo el interrogatorio. Cuando se reunió con sus hermanas, se le cayó el mundo encima: 'Me dijeron que, por lo que había dicho yo, iban a matar a papá. No veas el drama'. Su padre fue liberado meses después, pero el niño ya no perdió el sentido de la responsabilidad ni cuando le tentaron los toros. A la postre compensó de alguna manera su afición al emplearse en la plaza de toros de la Maestranza, de cuya puerta de arrastre también se ha despedido ya en la pasada temporada.
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