Tentaciones dementes
Billy Childish (Inglaterra, 1959), el autor de estos Cuadernos de una juventud al desnudo, parece un personaje de otra época y al mismo tiempo no puede ser más que de ésta. Combina los rasgos del maldito clásico (biografía atormentada, perfil de inadaptado social, carisma de tintes casi místicos para una pequeña pero ferviente corte de admiradores y una mal disimulada vocación de genio) con los modos heredados del underground y de la contracultura de los sesenta. Por eso, uno se lo imagina mejor instalado en esa época, o en una anterior, antes que en estos años en los que las únicas excentricidades que al artista se le permiten son las artificiales que tejen para ellos sus asesores de imagen. Y, sin embargo, incluso en ese malditismo a la antigua usanza, se diría que Billy Childish es un personaje propio de estos tiempos enfermos de pasado en los que, tanto desde las instancias más conservadoras como desde aquéllas en las que debería recaer la responsabilidad de innovar, la tendencia dominante parece ser la de mirar atrás. Childish no se sirve de ello explícitamente ni hace del eclecticismo un motivo de indagación. No está, pues, a la moda, pero es músico, pintor, poeta, escultor y novelista, y lo cierto es que compone como un punki de los setenta, pinta como un expresionista alemán, versifica como un beat y escribe novelas deudoras de Celine y del Dostoievski de Memorias del subsuelo. Incluso su omnívora voracidad al enfrentarse a tantas disciplinas sería difícilmente concebible en otra época: 90 elepés como músico (14 sólo en 1987), 30 colecciones de poesía, 2.000 cuadros, ni se sabe cuántas esculturas y dos novelas de inspiración autobiográfica (The Fault, sin traducción todavía al castellano a pesar de ser la primera, y Cuadernos de una juventud al desnudo).
CUADERNOS DE UNA JUVENTUD AL DESNUDO
Billy Childish Traducción de Kepa Luis Huarte Littera. Barcelona, 2001 303 páginas. 16,56 euros
Vaya lo anterior como preámbulo explicativo de los contradictorios estímulos que provoca la lectura de Cuadernos de una juventud al desnudo, en ningún caso como premisa de sus deméritos. Cuadernos de una juventud al desnudo al principio deslumbra, luego encandila a ratos y al final termina por aburrir hasta la exasperación. Narra la vida de un adolescente marginal, con problemas familiares y obsesionado con el sexo pero a la vez extremadamente inteligente (tal y como parece que fue el propio Childish), empeñado en una carrera autodestructiva y alucinatoria que lo conduce a rozar la locura, la depravación y a caer en un miedo tan intenso a sí mismo y al mundo como sólo lo experimentan quienes acaban de aterrizar en él. En este sentido es justo señalar que no se queda en el mero exhibicionismo de un universo tenebroso y a contracorriente destinado al consumo rápido por parte de paladares con vocación subversiva y fácilmente impresionables. Refleja un indudable talento y contiene tanta sensibilidad literaria que el personaje principal, pese a sus peculiaridades extremas, simboliza convincentemente esa etapa de la vida, llena de confusión, que es la primera juventud. Como dirían algunos, está escrita con las entrañas por alguien que conoce a la perfección el tipo de vivencias que describe. Ahora bien, Childish no consigue, como sería exigible, salirse fuera de esas entrañas para darle a su obra una trabazón más allá de la autenticidad que destila. Escribe tan pegado a sí mismo que olvida que, además de él, hay un lector, y todo el esfuerzo invertido acaba disgregándose en el mimetismo de los modelos en los que se inspira.
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