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Columna
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Adiós

Gracias doy a las autoridades. Por una vez, se me ha permitido despedirme de algo a lo grande. Y no me refiero al año, que eso ocurre cada final de ídem, sino a la pesetona, a la cual, por otra parte, nunca profesé gran apego, fetichísticamente hablando. Pertenezco a una generación que empezó a respirar libertad al ir al extranjero, lo cual indefectiblemente venía acompañado por el hecho de cambiar pesetas por lo que fuera, y te daban muchos menos. Es decir, que estoy acostumbrada al trueque de divisa con resultado reductor. Con los años aprendimos a manejar distintas monedas y diferentes grados de libertad, pero sobre todo practicamos el grado sumo, o libertad de mercado, y así es como llegamos a la Era Euro. Qué quieren, soy lo bastante mayor como para preferir que a los Estados europeos nos una alguna cosa, aunque sea el tipo de dinero.

Agradezco que hayan permitido que me eurotomice poco a poco, en una escalada de la euroctología internacional y simultánea. Nunca se realizó una campaña similar con objetos que amo más que la peseta y que desaparecieron de mi vida sin previo aviso. Por ejemplo, el teléfono con marcador de disco. Un día alargué el dedo y me encontré con un cuadrado repleto de botones numerados que emitían ruiditos sincopados al presionarlos. Menuda frustración. La misma que sentiré el día que descubra que ya sólo me comunico mediante teléfono móvil, y que el aplique en la pared sólo me sirve para conectarme a Internet. Y esperen a que se esfumen los apliques.

Otro tanto ocurrió con el long play, que se extinguieron poco a poco y sin ceremonia alguna, hasta que me percaté de lo sola que se había quedado la banda sonora de Novecento, rodeada de compact-disc por todas partes. Ahora mismo es así como se van reduciendo a un limbo cubierto de polvo y de olvido mis películas grabadas en cintas de vídeo, mientras los DVD les hacen elegantes a la par que modernos cortes de mangas.

Por fortuna, el dinero es otra cosa. La fe en él mueve montañas, moviliza la publicidad y hace crecer el entusiasmo. Hoy mismo, en un precioso pueblo catalán do voy a encerrarme durante unos días, hemos pasado una entretenida y comunicativa mañana eurotizándonos los unos a los otros.

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