_
_
_
_
Reportaje:TENDENCIAS

Un estilo frío, liso y abstracto

El dinero es conservador. Los billetes y las monedas metálicas han ido reflejando a lo largo de la historia las tendencias artísticas de su tiempo, pero nunca las han marcado con su máximo perfil. Si atendemos, por ejemplo, a las monedas españolas del siglo XX, nadie podría deducir de ellas que ha existido siquiera un Picasso o un Miró. Si la moneda es hija natural de su tiempo, no posee de esa paternidad todos los genes. El dinero debe despertar confianza, debe manifestarse fundamentado y estaría en contra de su misión apoyarse demasiado en lo coetáneo y provocar la impresión de que sigue la moda, y como ella se expone a la volubilidad. En suma, la pinta del dinero tiende a ser un punto antigua, como si además de cotización tuviera pretérito, como si en su caudal juntara el peso de la historia y el peso del valor.

El estilo es el que corresponde a una divisa creada desde una historia común próxima a cero y una proyección real imprevisible
Un precedente del euro es el dracma de la isla de Egina, que tenía como símbolo una tortuga marina, y cuando perdió el dominio del mar lo sustituyó por una tortuga de tierra

Hay, sin embargo, monedas barrocas en el modernismo y estampaciones de billetes con motivos realistas en los tiempos del comunismo estaliniano que se corresponden con corrientes en boga, si bien esos estilos se presentan dentro de estructuras (orlas, rosetones, aguas) vetustas que refuerzan la historicidad.

En el mundo clásico se cuidaba mucho más que ahora, mucho más que en el semidesnudo euro, la grabación de las monedas porque había un ambiente general de refinamiento, pero también porque las monedas cumplían una función importantísima de transmisión de grandes mensajes. En tiempos de la sociedad iletrada, los mensajes se transmitían mediante imágenes y hacían referencia a la vida del emperador, sus hazañas, el auge de su mandato. Así, durante Augusto se plasmaba en las monedas el templo de Jano con las puertas cerradas, porque abiertas eran señal de guerra, y las selladas, un símbolo de paz. Igualmente, los arcos de triunfo, los castillos hacían referencias a las conquistas e incluso Luis XVI llegó a estampar victorias en batallas donde nunca había participado.

Algunos cambios en el aspecto de las monedas obedecieron, como ahora mismo, a un aumento o una disminución de su ámbito. Un precedente territorial del euro, aunque en sentido opuesto, es el dracma de la isla de Egina, que tenía como símbolo heráldico una tortuga marina, y cuando perdió el dominio del mar frente a Atenas sustituyó la especie animal por una tortuga de tierra.

El euro es frío, liso, abstracto, como corresponde a una divisa creada desde una historia común próxima a cero y una proyección real imprevisible. De esa manera el cuerpo del dinero comunitario emerge sin pasión y sin una autoridad emocionalmente encarnada. A ello contribuye tanto los tiempos más ligeros y cínicos de hoy como la conveniencia de no significarse demasiado en su propósito de circular duraderamente por lugares heterogéneos.

La idea recuerda en parte a la austeridad de la moneda española en tiempos de Felipe II o Carlos V, cuyos territorios traspasaban los lindes de diferentes culturas. Entonces se hacían medallas magníficas, pero la moneda no tenía retrato alguno. La moneda española fue la gran divisa desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, y lo más parecido al euro de ahora fue el real de a ocho, una pieza de ocho reales de plata que, como el dólar, se mantuvo formalmente invariable durante mucho tiempo, requisito para evitar la confusión o despertar recelos sobre su autenticidad.

En cuanto al estilo, hay que distinguir entre el euro billete y el euro moneda. Para el euro billete se convocó, a discreción, un concurso abierto o restringido en cada país y se obtuvo un diseño que no pasa de correcto, planeado para no decantarse por ninguna fórmula ni identidad demasiado fuerte. Puede considerarse un objeto de diseño gráfico moderno, pero los elementos elegidos -una ventana, un arco, un puente- son palmariamente clásicos. En cuanto al carácter de las monedas, en su concepción predominaron los intereses nacionales sobre los comunitarios, y de ahí que en el reverso, donde se muestra el valor, sea común y el anverso se inspire en el criterio de cada miembro. Ambos objetos monetarios son, en todo caso, productos de una tecnología avanzada y darán testimonio de nuestro grado de desarrollo industrial, como siempre ha sucedido con el dinero.

Dinero electrónico

¿Hacia dónde evolucionará esta moneda? Probablemente los soportes fiduciarios irán poco a poco desmaterializándose y el dinero electrónico acabará imperando como la divisa invisible. Precisamente, ya antes de que el euro se creara había especialistas que negaban su necesidad, alegando la convertibilidad instantánea que ya procura la electrónica.

Por su parte, la Casa de la Moneda en España, una de las más avanzadas del mundo y de las pocas, junto a la de Brasil o China, que se ocupa tanto de la emisión de monedas y billetes como de todos los documentos de seguridad, desde sellos a lotería, desde pasaportes a carnets de identidad, fabrica también tarjetas inteligentes. Como dice Rafael Feria, director de su museo, 'aquí se hacen monedas como en el siglo XIX, billetes como en el siglo XX y tarjetas inteligentes válidas para el siglo XXII'.

¿Un euro para dentro de un siglo? A buen seguro de que para entonces la agrupación de los conglomerados transnacionales en una sola unidad generará un dinero que, por encima de la propagación del dólar o el euro, será la insignia de una homologación planetaria a la que ahora contribuye, como una etapa, el nacimiento con fórceps de nuestra pálida moneda común.

Una escena habitual a partir del martes: pagar la consumición con la divisa europea.
Una escena habitual a partir del martes: pagar la consumición con la divisa europea.GARCÍA CORDERO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_