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Reportaje:

Dos policías con el mismo hígado

Un agente dona parte de su órgano para salvar a un compañero desconocido

Jorge A. Rodríguez

Pedro y Francisco Javier no se conocían de nada. Uno trabaja en Ávila y el otro en Port Bou (Girona). Uno estaba perfectamente sano y el otro tenía el hígado deshecho por un hepatocalcinoma. Sólo tenían en común, sin saberlo, el grupo sanguíneo y su pertenencia al Cuerpo Nacional de Policía. Nada más. El 18 de diciembre, los dos entraron en los quirófanos del hospital Clínic de Barcelona: Pedro había aceptado que le extirparan parte de su hígado para dárselo a Francisco Javier. Ahora también comparten eso.

Francisco Javier, un cuarentón casado y con dos hijos, se pinchó hace unos veinte años, cuando trabajaba en Madrid, con la aguja de un yonqui durante un cacheo. 'No le eché cuenta, pero en 1995 me detectaron una hepatitis C que derivó en cirrosis'. Su hígado fue de mal en peor hasta que en mayo pasado le detectaron un hepatocalcinoma de 3,7 centímetros. Necesitaba un donante para vivir.

Los dos agentes están en el mismo cuarto del Clínic barcelonés, Pedro en la cama 091, y Francisco, en la 092

Pero encontrar donantes no es tan fácil. 'Casi uno de cada cuatro pacientes que esperan ser trasplantados de hígado en nuestro país fallece sin conseguir un órgano', ya que 'la necesidad de órganos supera con creces las cifras actuales de donantes y el índice de mortalidad sigue creciendo', según la Sociedad Española de Patología Digestiva.

Francisco Javier tuvo la suerte de caer en manos de la Unidad de Trasplantes Hepáticos del Institut de Malalties Digestives del Hospital Clínic, donde el doctor Juan Carlos García-Valdecasas inició en 2000 un programa limitado de trasplantes de donantes vivos, una técnica relativamente nueva, aunque cada vez más extendida. Pero, ¿quién iba a arriesgarse en una operación para darle parte de su hígado?

Francisco Javier, a la desesperada, mandó un correo general a sus compañeros a través de la intranet de la Dirección General de la Policía, pidiendo voluntarios con el grupo sanguíneo A positivo para darle un trocito de hígado. 'Respondieron 14 compañeros'. Uno de ellos era Pedro. 'Se lo comenté a mi mujer y ella estuvo de acuerdo', comentaba ayer Pedro desde la cama 092 del Clínic.

Los voluntarios enviaron al hospital ecografías y analíticas que permitieron elegir a los médicos al donante más adecuado: Pedro, de 28 años, casado y con dos hijos, del grupo sanguíneo A positivo. 'Al principio no dije nada a mis jefes e iba a Barcelona tomando días por asuntos propios, pero luego no tuve más remedio que contárselo a mi inmediato superior, porque la cosa se alargaba', explica.

Los dos policías se conocieron un 2 de octubre en el hospital. Pedro fue informado de que existía un 1% de posibilidades de morir y tuvo que firmar una declaración ante el juez de que conocía y aceptaba los riesgos. También firmó un formulario que decía: 'Soy consciente de que no existen garantías absolutas de que el resultado de la operación sea plenamente satisfactorio. Comprendo perfectamente que la operación va a consistir en la apertura de la cavidad abdominal y extirpación de la parte del hígado seleccionado, para lo cual es necesario el aislamiento de las arterias, venas y conductos biliares, maniobras que requieren transfusión de sangre y derivados'. Eso sí, le garantizaron que su hígado se regeneraría y que el de Francisco Javier, también. Siguió adelante.

Pedro dejó a sus dos hijos con los abuelos para pasar las navidades y se puso en manos de los médicos. La operación, en la que participó un amplio equipo quirúrgico, duró unas doce horas. Pedro se siente satisfecho, pero no quiere honores, a pesar de que el director general de la Policía, Juan Cotino, se los piensa rendir el 1 de enero. 'Quiero el anonimato, que la gente no sepa que he sido yo, pero me siento muy satisfecho de lo que he hecho', afirma.

Francisco Javier es todo agradecimiento, porque su vida iba cuesta abajo. 'Yo quiero que esto lo sepa todo el mundo, que la gente se entere para que salgan más donantes'. Los dos están aún débiles y tendrán que pasar todavía algún tiempo encamados, mucho más allá de Nochevieja y Reyes. Dickens hubiera firmado con gusto la historia de estas dos vidas unidas por las entrañas. Y en Navidad.

El Hospital Clínic de Barcelona.
El Hospital Clínic de Barcelona.MANOLO S. URBANO

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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