Piezas de virtuoso

Puesto que he de fiarme de la memoria, elegiré tres libros de distinto porte y contenido. El primero de ellos sería la recopilación de los Cuentos completos, de Vladímir Nabokov (Alfaguara) y lo elijo por varias razones: porque es una verdadera ocasión para la biblioteca de cualquier buen lector; porque son auténticas piezas de virtuoso que demuestran, a su escala, la fascinante coherencia de la obra del gran escritor ruso, y porque la traducción de María Lozano nos ofrece a este gran creador de imágenes de manera luminosa.

En segundo lugar, vuelco todo mi aprecio en este 2001 para una sola novela en La mancha humana, de Philip Roth (Alfaguara); su talento para hacer creíble y convincente esta historia americana furiosamente contemporánea sólo es comparable a la inteligencia que se necesita para concebirla; leerlo es mirar a Norteamérica con el ojo de un escritor que ha decidido abrirla en canal desde sus tres novelas anteriores hasta ésta.

Por último, uno de esos libros inclasificables porque son buenos en todo lo que tocan: viaje, autobiografía, narración... Me refiero a Verde agua, de Marisa Medieri (Minúscula). En él se narra el desplazamiento de los habitantes del Fiume, cuando pasa a ser Croacia, el Silos triestino. El paso del tiempo, el destierro, el sentimiento y la reflexión de Marisa Madieri están, en esa pequeña escala geográfica y vital, a la altura de los ojos del lector, pero se encuentran también en el centro de los problemas del mundo de hoy. Y su escritura es tan intensa, tan bella, tan serena y emocionante a la vez...