Los límites de la propia libertad
Arrancó el año 2001 con el listón bien alto, publicándose casi seguidas tres novelas de fuste muy distinto pero, por razones diferentes, las tres muy recomendables.
En la narrativa española, Belén Gopegui es quien hace un empleo más afortunado y cabal de la novela como instrumento de indagación, reflexión e interpelación políticas, entendido este término en su más amplio sentido: el relativo a las cuestiones de la polis. A través de la descomunal peripecia de su protagonista, una suerte de moderno conde de Montecristo, Lo real (Anagrama) propone una incómoda valoración de los límites de la propia libertad en relación a las servidumbres implícitas en los imperativos del trabajo y del salario.
Álvaro Pombo es el más portentoso escritor español. Cada uno de sus libros es motivo de reiterado asombro y un paso adelante en el imprevisible camino de perfección emprendido por este autor en tantos sentidos edificante. El cielo raso (Anagrama), una historia sobre el bien y el mal, sobre ángeles y demonios, quizá sea la más personal de sus novelas, también la más irresumible y murdochiana, y está tocada, como todas, esta vez en grado sumo, por lo que el mismo Pombo denomina la 'gracia narrativa'.
Consecuente con su escepticismo respecto a lo que él llamó la 'novela de sofá', Eduardo Mendoza da rienda suelta a su disparatado humorismo y en La aventura del tocador de señoras (Seix Barral) ofrece, envuelta en un delirante pastiche retórico, una mezcla de intriga detectivesca, comedia de enredo y novela picaresca, que encierra en su centro, para aviso de bienpensantes, todo un manifiesto y teoría de la purria como categoría social.
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