Mi madre lleva escolta
Un nuevo miembro ha pasado a formar parte de mi familia. Normalmente estas noticias vienen acompañadas de alegrías y celebraciones, pero por desgracia éste no es el caso. Desde hace apenas un mes mi madre tiene una sombra; ha dejado de gozar de la libertad que todos los hombres añoramos desde el principio de las civilizaciones, esa libertad reconocida a nivel mundial por la Declaración de Derechos Humanos y que todos poseemos sin darnos cuenta de lo que significa que te la quiten. Mi madre es juez en el País Vasco, una tierra que la vio nacer y en la que pretende vivir como cualquier persona haciendo el trabajo que le gusta, pero desde el asesinato del juez Lidón ha dejado de ser cualquier persona, tiene limitada su libertad de movimientos y completamente anulada su intimidad y la de los que le rodeamos.
Las pequeñas rutinas a las que estamos acostumbrados, como ir a comprar el periódico por las mañanas o simplemente salir a comprar naranjas, se han convertido en un procedimiento tortuoso al que le tiene que acompañar un señor que, aunque le honra su trabajo, se ha convertido en su peor pesadilla. La necesidad de llamarle a cada paso que quiera dar le lleva a programar sus días olvidándose de toda posible espontaneidad, lo que conlleva, por otro lado, que no salga de casa las veces que desearía. Y lo peor de todo es que no nos damos cuenta del gran número de personas cuyas vidas han quedado truncadas por simplemente pensar, escribir o dedicarse a un trabajo en el que creen y al que posiblemente les ha costado gran esfuerzo llegar.
Por eso, aunque consciente de que me encuentro en una situación más cómoda que la de ellos y quizá por ello más valiente, les animo a todas estas personas, y a mi madre muy especialmente, a que salgan a la calle sin vergüenza alguna con su escolta o sus escoltas; incluso a que salgan más de lo que salían antes, pero que no se queden en casa, porque toda la sociedad en general y la sociedad vasca en particular (acostumbrada a mirar a otro lado) tiene que despertar ante la terrible situación a la que nos ha llevado el fanatismo y darse cuenta de lo que es ir a comprar calcetines con una persona pisándote los talones por el solo hecho de querer vivir en tu ciudad y hacer tu trabajo.-
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