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VISTO / OÍDO
Columna
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Argentina, globalizada

'La crisis se ha propagado a lo largo de los últimos años a través del sistema financiero internacional'. En esta frase de dos economistas (Santos M. Ruesga, Julimar S. Bichara, ayer, en El Mundo) me parece que se revela la globalización, palabra difícil de describir porque evoca demasiadas cosas, y todas malas. Cierto que el mal argentino, el inesperado final (por ahora) de un país con una riqueza extraordinaria que no puede dar de comer a sus ciudadanos, tiene trazos históricos antiguos.

Quizá su alianza con la Alemania nazi, que ilusionó con la promesa de liberarlos de sus antiguos colonos a partir de los Estados Unidos dominantes, produjo alteraciones: el peronismo fue un populismo, amigo de Franco, al que enviaban trigo y lentejas para nosotros, hambrientos. Pero algún diplomático español desviaba los barcos hacia otros países y los vendía. 'Embajador, sos un mierda', dijo Eva Perón a uno de ellos. Perón y sus dos viudas, Eva, Isabelita. Y un mago de cámara (López Rega), y una momia huidiza y escondida, y unos capitales dilapidados. Y unos militares que no robaban sin antes asesinar, y se fueron turnando para enriquecerse. Benditas Malvinas, bendito colonialismo tardío de la espantosa Thatcher y su terquedad de bulldog, que desplazaron a los militares del largo y cruel mando. Aún se codean por las calles asesinos y víctimas, y madres de secuestrados y desaparecidos. Quizá no haya que reprochar a las leyes de punto final la situación de ahora: pero fue inmoral, desde un punto de vista ciudadano. Y, al final, los poderosos que siguieron llevándose el dinero y otros bienes (los 'vendepatrias', que se dice en todo el continente), la convertibilidad imposible con el dólar: la ruina, y el hambre, y el asalto a los comercios para llevarse no dinero, sino alimentos. La televisión nos ponía delante caras de desesperación, de ira: y el grito repetido de la palabra 'hambre'.

De esta manera, el poder lo recoge de la calle donde lo tiraron un peronista. Cielos, un peronista. En su nombre están las bicicletas que el general regalaba a las menores por las que sentía gran atracción, la voz idiota de la segunda viuda. Gentes de comedia musical: 'No llores por mí, Argentina...'. Ahora llora por sí misma.

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