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Reportaje:

El acebo navideño, casi a salvo

La protección medioambiental reduce la amenaza que se cernía sobre esta planta, que crece en Guadarrama

Las gentes amantes de la vida, botánicos y ecologistas, están de enhorabuena. Las medidas propuestas al Gobierno regional para proteger el acebo, árbol cargado de significado navideño y que se hallaba amenazado, comienzan a dar resultados. Ese árbol goza de una hoja deslumbrantemente verde, contorno espinado y frutos rojos, que le confieren estos días un atractivo irresistible para decorar hogares, escuelas y comercios.

Tras la protección otorgada por la Consejería de Medio Ambiente, como especie vegetal 'sensible a la alteración de su hábitat', el grado de amenaza antrópica , de origen humano, que sobre el acebo se cernía ha menguado. Si el cuidado oficial y ciudadano prosigue, tal vez los riesgos desaparezcan por completo durante los próximos años. De entrada, el acebo puede pasar a ocupar una categoría de menor riesgo, la penúltima, de las cuatro que tipifican las 95 especies vegetales que en el territorio de Madrid afrontan riesgos de diferente gravedad para sobrevivir. Entretanto, ejemplares de acebo pueden verse en tiendas y hogares madrileños como principal ornamento navideño, ya que su belleza verde y roja parece a muchos el mejor reclamo para desmentir la muerte de la Naturaleza que el hondón que preludia al invierno, la víspera de Navidad, trae consigo.

En Asia y en América se crían hasta 280 especies de acebo, Ilex aquifolium. En el surcontinente americano, de una especie de acebo local, denominada Ilex paraguensis, se extrae el mate, un té que estimula por la cafeína que la planta contiene.

Sin embargo, en España sólo se da una especie de acebo (aunque se cree que otra comienza a instalarse, el Ilex perado). Nace en umbrías forestales de suelos húmedos, al amparo de masas arbóreas formadas sobre todo por robledales -en Madrid llamados melojares-, hayedos, incluso encinares. La sierra de Guadarrama, en altitudes comprendidas entre 1.600 y 1.850 metros así como en las laderas altas de Peñalara, es uno de los enclaves favoritos para el crecimiento de este árbol, cuyo porte puede alcanzar hasta una decena de metros. La madera de su tronco leñoso es dura, de moldeado difícil. Sin embargo, su consistencia le permitió ser elegida para la construcción de ventanales del Palacio Real.

Pero lo que más destaca del acebo es su hoja coriácea, rígida y de un color verde que, por su brillo, casi hiere a la mirada. Su reborde alabeado se encuentra contorneado por espinas puntiagudas en algunos ejemplares mientras que, en otros, por su distinto ecotipo, adopta una forma ovalada que cabe confundir con la hoja del laurel. Su envés aterciopelado es de color verde pálido. Otro detalle de su vitalidad remarca sus cualidades ornamentales: su fruto, de color rojo intenso. Contiene en su interior lo que algunos botánicos clásicos, como De Laguna, denominaban cuesco. Consta de cuatro, a lo más cinco, porciones triangulares y carnosas. El acebo florece de abril a junio; a finales de octubre maduran sus frutos, que permanecen largo tiempo sobre el árbol. Por ello se aprovecha como ornamento navideño. Goza de propiedades para combatir la hipotensión. No obstante, sus frutos son venenosos para los niños y una proporción de 20 frutos puede matar a un adulto.

El acebo suele ser confundido con el muérdago, arbusto de ramas articuladas, parasitario, idolatrado y recogido por los druidas celtas el sexto día del creciente lunar; vive al amor de manzanos, chopos, robles y otros árboles de hoja caediza. La confusión tiene su origen en que tanto del acebo como del muérdago se extrae, tras maceración, una goma empleada para cazar pájaros. Cosa extraña, el muérdago solo parasita árboles que dan a la vertiente norte de la sierra de Guadarrama, por razones poco conocidas. Raramente parasita el pino, si bien se han dado casos en torno al monasterio de El Paular, de biodiversidad fascinante.

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La región goza de gran variedad de especies vegetales. Dentro del Plan Forestal Regional, han sido clasificados hasta 2.400 táxones,que equivalen al 35% del total de la flora peninsular y de las islas Baleares. El Catálogo Regional de Especies Amenazadas de la Flora Silvestre, revisado en 1998 bajo la coordinación de Ginés López González, botánico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, destacaba que cuatro de aquellas especies se encuentran en peligro real de extinción: 'De supervivencia poco probable si los factores causales de su actual situación siguen actuando', subraya el texto. Dos eran helechos: Polyschitum lonchitis, de la familia aspidiaceae y Lycopodiella inundata. Las otras dos pertenecían al grupo de angiospermas: Narcissus pseudonarcissus, de la familia amarillidiaceae y Hohenackeria polyodon, de la familia apiácea.

En cuanto a las especies 'sensibles a la alteración de sus hábitat', como el acebo, su número se elevaba hasta 28, entre las que destacaban el fresno del Norte, la azucena silvestre, el tejo, una rosácea denominada piruétano y la sapina. La siguiente categoría, a la cual los redactores de la revisión del catálogo proponen integrar ahora el acebo, incluye hasta 37 especies consideradas 'vulnerables'. De ella forma parte el trébol de agua y una orquídea conocida como nido de pájaro. La cuarta categoría -de flora algo menos amenazada- está formada por 26 especies de interés singular, como un regaliz y el madroño, tan caros a Madrid.

Riesgos para el durillo y el geranio

Las causas de las principales amenazas que se ciernen sobre la flora de la Comunidad de Madrid son de dos tipos, naturales y antrópicas. Las primeras surgen de condiciones medioambientales, como el clima, o de la vulnerabilidad implícita en el bastidor genético de la especie vegetal concernida; por el contrario, las antrópicas son inducidas por la actividad humana. Entre éstas figuran como más dañinas las grandes obras públicas, con su impacto mediombiental; la destrucciones de pastos y bosques por incendios o a consecuencia de los mal llamados procesos de urbanización; la sobrepoblación o, también, la presión recreativa, ocasionada por la masificación de espacios con hábitat delicado. Según Luciano Labajos, de Ecologistas en Acción, 'el acebo que se vende en Madrid en Navidades suele proceder de Castilla y León, donde la legislación protectora es más escasa. Así, la localidad segoviana de Prádena es un centro exportador de acebo', subraya. 'En fechas recientes se ha puesto de moda decorar pescaderías con durillo, el viburnum tinus, que suele proceder del valle de Tiétar y es, curiosamente, semitóxico'. Labajos teme la extinción de un geranio único de El Paular.

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