Nuestro dios
Las campanas de la publicidad ya tañen llamando a todos los fieles de la nueva religión del consumismo para que acudan sin demora en devota peregrinación a los centros comerciales, grandes almacenes y tiendas, auténticos templos dedicados al culto al dios consumo.
Ha llegado el momento de cumplir con nuestra sagrada obligación, así que dirijamos nuestros pasos al templo más próximo para hacer nuestras ofrendas y así cumplir con las previsiones de gastos que para esta campaña navideña han previsto nuestras visionarias autoridades.
La recompensa no tendrá que esperar, será inmediata. Unas migajas de la tan ansiada felicidad podrán ser nuestras, aunque se nos desvanezcan entre las manos antes de que seamos conscientes de ello.
No importa, nuestro dios, en su infinita generosidad y misericordia, tiene prevista una segunda oportunidad para quien no pueda o quiera aprovechar ésta. Y esta vez aún será más generoso con todos nosotros. La felicidad de las rebajas.
¿Para qué esperar una dudosa recompensa o la felicidad eterna si podemos tenerla ahora y pagarla más tarde en cómodos plazos?
Agradezcamos su bondad a nuestro dios y acudamos todos a rendirle culto cuantas veces sea necesario. Después, satisfechos con el deber cumplido, podremos esperar a que los sumos sacerdotes nos traigan la buena nueva de que la primavera ya ha llegado. Amén.
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