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Columna
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Espinosa

Con la desaparición de Luis Espinosa Fernández un sector de los empresarios valencianos se ha quedado huérfano. Desde la vicesecretaría de ordenación económica -rama patronal del sindicato vertical- inició este personaje singular su vinculación al mundo empresarial. Con la refundación de las primeras organizaciones empresariales, al calor de la promulgación de la Ley de Asociaciones en 1977, Luis Espinosa desempeñó la secretaría general de la Federación Empresarial Metalúrgica Valenciana (FEMV). Primero con Rafael García Brún -a quien aupó a la presidencia de la Cámara de Comercio de Valencia- y con José María Simó Nogués, más tarde presidente de la Cámara, también con su apoyo. El destino ha hecho coincidir el óbito de estas dos significadas personalidades -Simó y Espinosa- con escasos meses de diferencia. El año 2001 marcará un antes y un después en el devenir de las entidades económico-empresariales de la Comunidad Valenciana. Pero el proyecto de Luis Espinosa era realmente político, a partir de la eclosión de una nueva generación de empresarios, con firme voluntad de detentar parcelas de poder. Primero fue la creación de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), como plataforma alternativa a la línea de los dirigentes de la Confederación Empresarial Valenciana, bajo el liderazgo predominante de Vicente Iborra, hasta su salida traumática de la presidencia de la CEV en 1982. La caída de Iborra provocó -entre estupor y desconcierto- un duro golpe a las organizaciones empresariales valencianas. Iborra representaba a las 'familias' tradicionalmente poderosas en la economía valenciana, que se replegaron con la separación de su líder. Y aunque Salvador Fernández Calabuig aspiraba a la presidencia de la CEV -con aparentes apoyos- finalmente fue Pedro Agramunt el que se alzó con el triunfo. El nuevo presidente obtuvo el respaldo de Luis Espinosa, que pasó a ocupar la secretaría general, tras el desplazamiento de Enrique Simó Genevois y todo su equipo (Pedro Carlier y Rita Barberá, entre ellos). Desde 1982 a 1996 dominó la gestión de la CEV, en Cierval -cuando le correspondió- y la de AVE, durante muchos años. Únicamente le faltó controlar la Cámara de Comercio de Valencia, aunque inspiró las presidencias de García Brún y José María Simó, hasta que estallaron las discrepancias que llevaron a éste último a presentar la dimisión en 1988.

En abril de 1989 se forjó la llamada cumbre de Orihuela, donde Cámaras de Comercio, organizaciones empresariales, ferias y la Bolsa de Valencia celebraron un congreso reivindicativo ante la Administración autonómica de Joan Lerma. Como resultado, Pedro Agramunt pasó de la CEV a la presidencia de Partido Popular en la Comunidad Valenciana, con el apoyo de Luis Espinosa.

Amigo personal de Eduardo Zaplana, gozó de excelentes relaciones con algunos dirigentes del Partido Socialista, en cuyas decisiones políticas influyó notablemente, no se sabe bien si por el temor que inspiraba o por la contundencia de sus argumentos. La sociedad valenciana ha perdido un referente. Marcó más de dos décadas con actuaciones polémicas en las entidades empresariales valencianas. En todas ellas se puede reconocer su impronta.

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