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Tribuna:LA LARGA JORNADA LABORAL DE LA MUJER
Tribuna
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Como el tiempo que fluye

'Algo fluía entre ambos, que ya

no era el tiempo, sino la vida.'

Maguerite Yourcenar

Como el agua que fluye

Mucho ha cambiado la experiencia del tiempo a lo largo de la historia, pero nunca tan rápida e intensamente como a lo largo del siglo XX. Por una larga serie de razones que no viene al caso reconstruir, nuestra vivencia del tiempo ha perdido peso metafísico, y dimensión proyectual, y cada vez más nos vemos abocados a vivir contrarreloj y a rendirnos sin condiciones a la tiranía del presente. Como le sucedía a Alicia, parece que cuanto mayor ritmo imprimimos a nuestra carrera más nos quedamos clavados en el mismo punto. Este cuadro sindrómico de aceleración del presente nos ha afectado a todos, pero intentaré precisar, en las próximas líneas, por qué ha afectado de una forma especialmente cruel a las mujeres.

En la construcción tradicional de los géneros, heredera de la división del trabajo en tareas reproductivas, las femeninas, y productivas, las masculinas, se nos había asignado a las mujeres el espacio-tiempo del hogar mientras los hombres se desenvolvían en el de la esfera pública. En las últimas décadas, sin embargo, la exactitud de esta dicotomía ha empezado a derrumbarse del lado femenino. Las mujeres hemos protagonizado un movimiento masivo de incorporación a la educación y al trabajo remunerado que -puesto que espacio y tiempo son cara y cruz de una misma moneda- ha requerido que repartiéramos nuestra presencia entre el cronotopo del hogar y el nuevo cronotopo emancipatorio del trabajo extradoméstico. Ese desplazamiento, que se ha traducido en una duplicación perversa de la jornada laboral femenina, no se ha producido, en cambio, en el caso de los hombres. Algo que no puede extrañar a nadie, ya que, a pesar de resultar cruciales para el sostenimiento de la economía y la sociedad, el ámbito del hogar y las tareas que se le asocian no generan retribución, visibilidad social, independencia ni prestigio, y no son, por tanto, una esfera cuyo atractivo pueda fascinar el deseo masculino.

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Uno de los efectos más relevantes que ha tenido esta situación ha sido la renuncia a la natalidad, que en los últimos 25 años ha descendido de más 3 hijos por andaluza a 1,2 al rayar el siglo, poniendo en serio peligro el reemplazo generacional. Esta renuncia paliativa a la familia no ha impedido, sin embargo, que las mujeres trabajadoras siguieran desempeñando las tareas 'propias de su sexo' en una familia en cuarto menguante. El cuidado de los hijos y de las poblaciones dependientes, la gestión de la economía doméstica y el mantenimiento del hogar siguen tercamente adscritos a su advocación 'de género', sin que nos sea posible entender qué moral legitima a estas alturas el que tantos hombres sigan aprovechando los réditos de una historia que, apenas pasaban el umbral del hogar, los invitaba a descansar de su epopeya diaria con la consabida ración de cena, tele y zapatillas.

Las estadísticas son elocuentes: según los últimos datos del Instituto de Estadística de Andalucía (IEA) un 67,5% de las andaluzas ocupadas compatibiliza el trabajo doméstico con el extradoméstico, mientras únicamente un 3% de hombres declara hacer lo mismo. Igualmente, y según datos del CSIC, las mujeres aportan más de un 80% de las horas dedicadas al cuidado de niños, ancianos y enfermos. Finalmente, si medimos sobre un 100% la carga anual de trabajo por persona, las mujeres aportarían un 60% frente a un 40% de los hombres.

El reparto equilibrado de los presupuestos de tiempo entre hombres y mujeres es un objetivo político de primera magnitud. Las iniciativas que hayamos de tomar para abordarlo habrán de tener en cuenta, en primer lugar, que vivimos en un contexto de envejecimiento demográfico y que, según proyecciones del IEA, el 80% de los activos que se incorporarán al mercado laboral andaluz en los próximos 15 años tendrá nombre de mujer. Urge, por lo tanto, precipitar el cambio de mentalidades que, después de 23 años de Constitución e igualdad teórica y jurídica entre hombres y mujeres, haga realidad la igualdad entre los sexos. Con este objeto el Instituto Andaluz de la Mujer ha convocado a un amplio elenco de especialistas que intentarán despejar iniciativas y programas en el contexto del Foro Andaluz por un reparto igualitario del tiempo, que se celebra desde hoy en Sevilla.

Las soluciones que tendremos que arbitrar vendrán de la mano de una valoración personal, familiar y política del trabajo no remunerado, empezando por su visualización en el PIB y por la puesta en marcha de iniciativas económicas, laborales, sociosanitarias, fiscales y culturales destinadas a equilibrar el reloj social. Será el único modo de rehumanizar el tiempo de las mujeres y de que el flujo implacable de los relojes, además de hacernos más viejas, y eventualmente mejores, nos permita recuperar el espesor de las horas, ejercitarnos en los placeres de la individualidad, el ocio y la esperanza. Paladear, en tiempo y forma, el sabor de la vida.

Teresa Jiménez Vílchez es Directora del Instituto Andaluz de la Mujer

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