Calidad universitaria. Perversión y masoquismo
A estas alturas de la tramitación en las Cortes y discusión en las Universidades de la LOU algunas cuestiones van quedando claras y se pueden distinguir varios planos lógicos de opinión y discusión.
Como previo, se puede afirmar que la percepción de la situacion actual de las universidades españolas por parte del Ministerio de Educación ha sido inexacta y simplificada homogeneizando realidades muy diversas y generalizado a todo el conjunto de las universidades situaciones particulares y, en algunos casos, totalmente excepcionales. Parece que el PP no tiene suerte en la selección de asesores.
Entrando ya en materia y desde la perspectiva de los analistas políticos que ven la Universidad como un escenario más donde se desarrolla la lucha por el poder, la presentación de la propia LOU y su carácter de ley orgánica con sus disposiciones transitorias iniciales de ruptura total (cese de los rectores y claustros constituyentes) obedece no tanto a necesidades reales para mejorar la situacion de las universidades españolas, aunque todos coinciden en la obsolescencia de la vigente LRU, como de quebrar la situación de escasa presencia y menor influencia del Partido Popular en la universidad. ¡Qué cruel es la universidad española con el PP! Mientras, en algunos casos, ostentan la mayoría en la administración central, autonómica, provincial y local, no se 'comen una rosca' en la universidad y son desplazados en la toma de decisiones universitarias por grupusculos nacionalistas, muchas veces marginales y extraparlamentarios. Ni un solo rector de las universidades públicas ha salido en defensa clara de la ley (aquí valdría lo del pasodoble 'nadie rezó tan siquiera un padrenuestro por él/la') en un estado que vota mayoritariamente a este partido.
Por ello y, en contra de lo que opinan los rectores, la parte que hace referencia a los órganos de gobierno es, a nuestro modo de ver, la mejor, mientras que la parte peor, también en nuestra modesta opinión, es la que falta; es decir, la que no está, aún a pesar de esgrimirla como objetivos de la ley. O mejor dicho, la perdida de la oportunidad de legislar sobre calidad y relaciones con la sociedad, que es lo mismo que hablar de globalización, futuro, nuevas tecnologías y cambios sociales (aquí valdría lo del bolero 'Sé que sufriremos por lo que pudo haber sido y no fue').
Porque por mucho que uno lea y relea el articulado del proyecto de ley, no encuentra los artículos donde se ubican las fuentes caudalosas de la calidad universitaria ni la gran estrategia para intensificar las relaciones entre universidad y sociedad.
Es más, respecto a la vinculación con el entorno, la propuesta de carrera docente va a generar un tipo de profesor que sólo conocerá la realidad a través de los libros, ya que la experiencia profesional del profesor o el trabajo de formación, investigación y desarrollo tecnológico al servicio de los profesionales egresados, las empresas, los ayuntamientos, los sindicatos o las ONGs, van a tener menos peso, aún si cabe, que en la actualidad en la promoción del profesorado. Pensar que el hecho de dar mayor peso a los consejos sociales en las decisiones de dirección de la universidad, equivale a garantizar la intensificación de las relaciones entre universidad y sociedad, es ignorar la realidad actual y posibilidades de futuro de las universidades españolas. En efecto, se puede afirmar con contundencia que la única acción significativa para relacionar universidad y sociedad en toda la historia de la universidad española ha sido la labor realizada por algunos profesores (menos del 30 %, en el mejor de los casos ) en los últimos años, como consecuencia del desarrollo de la LRU. Esta acción se ha llevado a cabo, aunque con retribución complementaria, además del cumplimiento de sus obligaciones docentes y la investigación convencional o la gestión y ha costado sangre, sudor y lágrimas, por la oposición de los puristas ('estáis prostituyendo a la universidad y os habéis vendido al capitalismo' sic). Los consejos sociales han adoptado una actitud colaboradora y discreta apoyando, en la mayoría de los casos, estas acciones en la medida de sus fuerzas y dedicación, que no han sido muchas. Pero no han faltado las excepciones ni los que han interpretado su misión exclusiva como una obsesión enfermiza por el control de las cuentas y se han dedicado a orgías fiscalizadoras.
En cuanto a la calidad, si patética resulta la postura del Ministerio en su invitación a buscarla, como aguja en un pajar, en el articulado de la ley, no nos lo parecen menos las opiniones de ilustres compañeros con propuestas simplificadoras y generalmente sectarias, aunque maquilladas con un lenguaje de visión de Estado.
Por ejemplo, se ha dicho que la desaparición de la endogamia va solucionar el problema de la calidad de la universidad y que la ley va acabar con este mal endémico, propio de la mal entendida autonomía universitaria, cuando la ley lo que propone es la sustitución de la microendogamia por la macroendogamia. La endogamia universitaria, probablemente no muy diferente de la que existe en la selección y promoción de jueces y obispos, es, más que una causa, un efecto del carácter funcionarial del profesorado y de la escasez de medios para formar equipos de investigación. A la vista de las medidas tomadas por las universidades en la promoción del profesorado antes de que entre en vigor la ley, no sabemos de dónde van salir los profesores 'antiendogámicos'. Puede que alguien piense que nos van salvar las decenas de becarios que se encuentran aprendiendo en universidades americanas y no sólo salvaran a los profesores que realizan actualmente su carrera docente, sino que si nos descuidamos hasta puede que nos salven a los que hicimos las oposiciones preconstitucionales, centralistas y antiendogámicas.
El otro elemento que se considera clave, la Agencia Nacional de Calidad, puede ser un instrumento que mejore determinados aspectos de la calidad universitaria, pero también puede convertirse en una fuerza de perversión del sistema universitario, porque la calidad es un concepto subjetivo y multivariable. Es subjetivo porque no necesariamente ha de tener los mismos objetivos una universidad grande que una pequeña, una politécnica que una humanística, una de Madrid que una periférica, una ubicada en una zona rica que otra situada en una comunidad deprimida. Por otra parte, pretender reducir algo tan complejo como la creación y transmisión del pensamiento, con rigor y utilidad en sus diversas facetas, a una ecuación de pocas variables en un mundo globalizado y cambiante, es algo medieval, propio de cuando el árbol de la ciencia.
Valgan como muestra dos ejemplos recientes. En plena discusión sobre la LOU, han aparecido en la prensa dos noticias que pueden interpretarse como indicadores de la perversión de las normas de calidad, excesivamente simplificadas, universitaria. La primera ha sido una clasificación de las universidades por el número de premios extraordinarios de fin de carrera.
La segunda noticia es otro ranking de las universidades españolas en el cual las politécnicas ocupan los últimos lugares, a pesar de que son mucho más exigentes (lo reconoce el propio informe), y añado, de que a las carreras técnicas se dirigen los expedientes más brillantes de selectividad y de que la empleabilidad de calidad al finalizar los estudios es mayor. Hay que decirles a los alumnos que pretenden estudiar ingeniería ¡Desdichados!, ¡Masoquistas! ¿por qué queréis sufrir y dedicar al estudio los mejores años de vuestra vida si la calidad universitaria está en otra parte?
Vicente Caballer es catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.