La gran jaima de Andalucía
La acogida de unos 12.000 saharauis en vacaciones ha estrechado desde 1992 los lazos de los andaluces con los refugiados
Bachir Embarek tenía 12 años cuando descubrió que el horizonte no siempre es una línea de arena como la que circunda los campamentos de los 200.000 refugiados saharauis en Argelia. Llegó a Sevilla en el programa de Vacaciones en paz de 1995. Le acogieron en el hogar de Juan José Blanco, en Tocina (Sevilla), durante dos meses. Poco después de su regreso al campamento, la familia de Bachir telefoneó a los andaluces para preguntarles si estarían dispuestos a sufragar sus estudios en Sevilla. 'Querían que su hijo se formase y allí no podía hacerlo', recuerda Blanco.
Ahora, con 19 años, Bachir estudia 4º de ESO. Habla cada quincena con su familia y, a diferencia del tránsito de 1995, acude a los campamentos en vacaciones. En el desierto siguen sus padres y cuatro hermanos. En Santiago otra familia ha acogido a un quinto hermano también para costear sus estudios. Juan José Blanco es concejal de Tocina, un pequeño municipio de 9.000 habitantes que está hermanado con Bujador, en el Sáhara Occidental, desde 1996. Su caso no es el único: al menos otras tres familias tienen acogidos de forma permanente a saharauis. Es uno de los signos que evidencian la fuerte vinculación entre la población andaluza y la saharaui, que se reforzó sensiblemente a partir de 1992, cuando comenzó la iniciativa para traer a niños desde los campamentos para que disfrutasen de dos meses en España dentro del programa Vacaciones en paz.
Al igual que muchos visitantes de los asentamientos, a Blanco, que viaja allí un par de veces al año, le impactó la 'hostilidad' del entorno y, sobre todo, los lazos que sus habitantes han perpetuado con su pasado español. 'Me siento del Sáhara como si fuera de su país', dice. Aunque los movimientos de solidaridad arrancaron tímidamente casi a la par que el abandono de la colonia española por el Gobierno, sobre todo por la labor de antiguos residentes en el Sáhara como fue el caso de Isabel González Cobos, que atendía en su casa de Málaga a los heridos en la guerra, ha sido la llegada de niños el detonante que ha multiplicado la participación andaluza en programas de solidaridad con los refugiados. Más de 5.000 personas están asociadas a la Federación Andaluza de Asociaciones de Solidaridad con el Sáhara.
Los pequeños han sido los mejores embajadores de la causa que defienden los hijos de la nube. A través de esos niños que ya han nacido sin ver otro horizonte que la línea de arena, los andaluces se han acercado a las penurias de los saharauis y al empantanamiento internacional que les ha condenado a vivir en jaimas desde hace más de cinco lustros, cuando un Gobierno español tan agonizante como su dictador cedió en 1975 el territorio de su antigua colonia a Mauritania y Marruecos contra la voluntad de sus moradores.
Los primeros 25 participantes de Vacaciones en paz llegaron a Sevilla en 1992, coincidiendo con la apertura política que bendijo el Frente Polisario tras el alto el fuego y el acuerdo de paz con Marruecos firmado dos años antes, y se alojaron en un cámping en Mazagón (Huelva). Al año siguiente, 120 saharauis se instalaron ya en casas de familias de Sevilla y Málaga. Desde entonces han participado 11.838 menores en este programa de la federación andaluza. A pesar de que aumentan cada año los desplazados, se acumulan las familias en espera porque las peticiones sobrepasan los menores a acoger.
'La ignorancia se confecciona igual que la comunicación', dice Miguel Castro, el presidente de la federación andaluza, que colabora con asociaciones desde 1982. Con la salida de los niños, las autoridades de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) pretendían mostrarles otra realidad, más parecida a la que aspiran que a la monotonía del desierto. De rebote han logrado que las simpatías y la solidaridad en la calle se incrementen. Castro, que ha acogido a cinco niños desde 1994, cree que 'la respuesta andaluza está relacionada con el compromiso personal a través del acogimiento de niños'.
En los pequeños pueblos, los saharauis acaban siendo casi apadrinados por todos los vecinos. 'Se produce un efecto dominó solidario que va hilvanando afectos', dice. La federación que preside Miguel Castro también organiza desde 1995 otra gran campaña de solidaridad, la Caravana por la paz, para enviar alimentos. Desde entonces se han entregado 4.562 toneladas. Sólo la de este año alcanzó un importe de 205 millones de pesetas. Prueba del apoyo social existente en Andalucía ha sido la convocatoria del simbólico referéndum en la comunidad, avalado por más de 125.000 participantes que votaron mayoritariamente a favor del sí (97%) para resolver uno de los últimos conflictos abiertos en el mundo por un proceso de descolonización.
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