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TRIBUNA SANITARIA
Columna
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La atención farmacéutica no es una amenaza

En EL PAÍS del día 9 de noviembre, el economista Enrique Costas Lombardía publicaba un artículo titulado La amenaza de la atención farmacéutica, en el que arremete contra el movimiento existente en la profesión farmacéutica para asumir su papel como profesionales de la salud a través del desarrollo de una nueva forma de trabajar que implica asumir una mayor responsabilidad en la atención a los pacientes. Como en una sociedad mediática se corre el riesgo de que repetir equivalga a demostrar, creo que es hora de exponer otra opinión.

Estoy de acuerdo en que la profesión farmacéutica se ha debilitado y que tal como es ejercida por muchos farmacéuticos, tiene una 'incierta utilidad social'. Pero, precisamente, lo que se pretende con la nueva orientación profesional es ser más útiles a la sociedad. No se trata, por lo tanto, de ningún 'artificio irresponsable formado por intereses gremialistas', como dice el articulista, sino de un esfuerzo voluntarioso de contribuir a racionalizar el uso de los medicamentos.

'El 60% de los problemas de medicación atendidos en urgencias pueden ser prevenidos con antelación'
'Los pacientes tienen derecho a poner en duda lo que les digan los profesionales'
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Los seis puntos que Costas señala como despropósitos de la atención farmacéutica son los siguientes: absurdo control externo, coste financiero insostenible, vicia la raíz de la asistencia, es irracional e ineficiente, ataca la libertad y la dignidad y supone intrusismo. Los que luchamos por la atención farmacéutica, le respondemos:

1. La atención farmacéutica no es, en ningún caso, un 'instrumento absurdo de control externo'. No se trata de controlar el trabajo de ningún profesional por parte de otro. Médicos y farmacéuticos han colaborado desde siempre en beneficio del paciente y a eso se le llama trabajar en equipo. Es evidente que no se podrá trabajar ni constituir un equipo si alguno de los miembros del mismo no lo desea. Las 'injerencias, recelos y conflictos entre profesionales' evidentemente pueden producirse y el artículo que mencionamos puede contribuir eficazmente a ello, pero puedo asegurar que no es la intención de los que apostamos por la atención farmacéutica.

2. El número de consultas en los servicios de urgencia de los hospitales debidas a problemas relacionados con los medicamentos, según diversos estudios, es del 20%. Ello supone un problema epidemiológico de primera magnitud y al que debe intentarse poner remedio, máxime cuando entre el 60% y el 70% de dichos problemas pueden ser prevenidos o resueltos antes, y a ello puede contribuir eficazmente, como el propio articulista reconoce, la práctica de la atención farmacéutica. Por consiguiente, el objetivo principal de la atención farmacéutica no es el ahorro, que puede ser un interesante valor añadido, sino mejorar el uso de medicamentos.

3. Se dice que si el médico admite las advertencias del farmacéutico, 'el paciente puede dudar de la conveniencia de prescripciones cuya corrección propone el farmacéutico'. En primer lugar, habrá que admitir el derecho de los pacientes a poner en duda lo que les digan o prescriban los profesionales, tanto si son médicos como si son farmacéuticos. De hecho, el tema de las segundas opiniones está hoy en el candelero. En segundo lugar, no hay que olvidar lo dicho de que, si el médico no lo desea, no aceptará el consejo o advertencia del farmacéutico y ello por dos posibles razones: porque simplemente no quiere aceptarlo, o porque después de analizarlo le parezca inapropiado. En las experiencias que se llevan realizadas, la aceptación de las recomendaciones del farmacéutico son aceptadas en un elevado porcentaje, superior al 70%, y en ningún caso se ha deteriorado la relación médico-enfermo.

4. Respecto a que el sistema es 'irracional e ineficiente', debemos decir que obviamente el médico puede rebajar los errores de medicación, pero la experiencia demuestra que no lo está haciendo suficientemente, quizá por falta de tiempo. Lo que pretende la atención farmacéutica es colaborar con los médicos para una mayor eficiencia del sistema sanitario.

5. Que la atención farmacéutica y la realización e informatización de la historia farmacoterapéutica va a poner en peligro la confidencialidad, libertad y dignidad de las personas no es argumento válido. Si así fuera, habría que plantearse lo mismo con las historias clínicas informatizadas y tantas otras actividades y servicios que la era de la informática está facilitando.

6. Finalmente, califica de 'intrusismo' el hecho de practicar atención farmacéutica. Es cierto que el médico ha estudiado seis años para serlo, pero yo también estudié seis años para ser farmacéutico. A pesar de que hoy se ha reducido la licenciatura a cinco años, el farmacéutico sigue siendo reconocido como técnico del medicamento y conocedor profundo del mismo y, por tanto, debe y puede revertir a la sociedad la inversión que ésta hizo para su educación.

Para terminar, sólo quiero añadir que me cuesta entender la insistencia y agresividad de Costas Lombardía. Si la sociedad de hoy cree sinceramente que los farmacéuticos hemos de reducir nuestra actividad, como dice, y dedicarnos a la mera venta de los medicamentos, lo que hay que plantearse es si realmente sigue interesada en que existamos y, en tal caso, plantear el cierre definitivo de las facultades de Farmacia. Mientras esto no se plantee, los farmacéuticos, como cualquier otro ciudadano, tenemos todo el derecho de buscar soluciones a nuestros problemas profesionales. Cualquier profesión tiene derecho a ser ejercida y practicada con autonomía para poner sus conocimientos a disposición de los ciudadanos y tener capacidad para tomar decisiones.

Por ahora, parece que el Ministerio de Sanidad considera 'muy positiva' la atención farmacéutica, como reconoce el propio autor del artículo, lo cual está de acuerdo con la Resolución ResAP (2001) del Consejo de Europa aprobada por el Consejo de Ministros del 21 de marzo de 2001, en la cual recomienda a los estados miembro lo siguiente:

1. Una de las funciones fundamentales del farmacéutico, como experto en el medicamento, es ayudar a la prevención de los riesgos yatrogénicos evitables. Su acción en este ámbito puede ser reforzada por la introducción de una red epidemiológica de errores de medicación que implique al farmacéutico y a otros profesionales sanitarios y, estableciendo un procedimiento de declaración sistemática, desarrollar la atención farmacéutica y la farmacia clínica en hospitales, oficinas de farmacia y atención primaria. Asimismo, también se puede reforzar el papel del farmacéutico como informador de prescriptores, pacientes y otros miembros del sistema sanitario. El farmacéutico debe dar consejo al paciente, no sólo de forma oral sino también escrita, sobre el uso adecuado de los medicamentos.

2. El seguimiento farmacéutico es un elemento esencial de prevención y de limitación de los riesgos yatrogénicos y debería ser puesto en práctica sistemáticamente. Esto comprende, según esa recomendación, el establecimiento de un informe farmacéutico que incluya el historial del paciente, los medicamentos recetados y otros datos de interés. El control de las prescripciones para verificar la coherencia y las posibles interacciones con otros fármacos. La evaluación del conjunto de medicación tomada por el paciente. El intercambio sistemático de información con otros profesionales de la salud puede hacerse vía redes (network) y hacer uso de las distintas tecnologías de la información y bases de datos.

Espero que con este artículo contribuyamos a clarificar el concepto y misión de la atención farmacéutica entre la población. Las respetables opiniones del señor Costas, más allá de suponer un intento de desprestigio de la profesionalidad del farmacéutico, pueden inducir a confusión y malas interpretaciones.

Joaquín Bonal de Falgás. Doctor en Farmacia. Presidente de la Fundación Pharmaceutical Care España. Ex director general de Farmacia.

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