Ancianos excesivamente medicados
Un estudio en 19 geriátricos indica que los internos toman una media de cinco medicamentos, uno de ellos psicofármaco
El uso irracional de medicamentos está reconocido como un problema sanitario importante, pero el asunto es especialmente grave cuando los afectados son los ancianos. Aunque los estudios son todavía escasos, los pocos que van saliendo a la luz revelan que la población anciana, especialmente la que está ingresada en residencias geriátricas, está sufriendo innecesarios efectos secundarios tanto orgánicos como mentales por un consumo desmedido e inapropiado de fármacos, la mayoría de ellos para mantenerles sedados. Un dato: los ancianos que viven en residencias toman el doble de medicamentos que los que viven en su casa.
Entre los fármacos más recetados y peor utilizados en las residencias de ancianos están los que actúan sobre el sistema nervioso central, según un estudio realizado en 19 centros geriátricos de la ciudad de Barcelona que publica este mes la revista Medicina Clínica. El uso inadecuado de estos psicofármacos provoca, entre otros efectos indeseados, disminución de la movilidad de los ancianos, incontinencia y un aumento del riesgo de caídas y de fracturas. De acuerdo con ese estudio, casi el 65% de los ancianos que viven en residencias consumen al menos un psicofármaco; el 24% toma dos; el 8% toma tres, y el 1%, cuatro. Este porcentaje resulta muy elevado si se tiene en cuenta que el 50% observado en investigaciones anteriores ya se consideraba elevado, e indica que el fenómeno va en aumento.
El consumo medio de medicamentos es de cinco, y uno de ellos es un psicofármaco
El uso inapropiado de psicofármacos provoca confusión mental y un mayor riesgo de caídas
Pero lo más preocupante del estudio es la confirmación del mal uso que se hace de los psicofármacos. El 12,5% de los ancianos toma benzodiazepinas de vida media larga, es decir, un tipo de medicamentos para dormir cuyos efectos son demasiado prolongados, lo que puede provocar somnolencia por la mañana y aumentar el riesgo de caídas y fracturas. También se ha observado en este estudio que el uso de neurolépticos (medicamentos utilizados en la esquizofrenia y otras psicosis, pero también para tratar la agitación) no estaba justificado en el 26% de los casos y que su uso era dudoso en otro 28,4% de los casos. Las asociaciones incorrectas de psicofármacos, las dosis demasiado elevadas y los tratamientos excesivamente prolongados son otros de los usos inapropiados y potencialmente peligrosos que se han observado.
Por la edad de los pacientes, el riesgo de caídas es uno de los más graves, según Miquel Vilardell, jefe de servicio de Medicina Interna del hospital Vall d'Hebron de Barcelona y uno de los autores del trabajo. 'La iatrogenia ocupa un lugar importante entre las causas de mortalidad', recuerda.
Otro dato importante que refleja este estudio, realizado con 384 ancianos con una edad media de 83 años, es que la media de medicamentos consumidos por persona es de cinco y que uno de ellos es un psicofármaco. El superior consumo de los ancianos que viven en geriátricos puede explicarse en parte por su mayor deterioro físico y cognitivo, pero obedece también al uso inadecuado de medicamentos en estos centros, según los firmantes de este trabajo, encabezados por Dolors Garolera, de la Unidad de Atención Domiciliaria Geriátrica del Centro de Atensión Primaria Manso de Barcelona.
La bibliografía internacional sobre el tema muestra que el panorama español no es muy distinto al de otros países. Así, en Noruega, el 59% de los ancianos institucionalizados toman diariamente psicofármacos, según un estudio realizado en 23 residencias con 1.552 ancianos y publicado en septiembre en el European Journal of Clinical Pharmacology. Otro estudio de 1989 mostraba que el 37% de los ancianos que vivían en residencias de Dinamarca consumían fármacos para el sistema nervioso central.
Vilardell indica que el problema no es tanto el consumo en sí como el uso inapropiado, motivado a menudo por la falta de 'tutorización del anciano por un único médico', lo que puede originar a veces que 'un mismo fármaco sea recetado por dos profesionales distintos'.
Los autores del estudio subrayan que es preciso reducir el uso de psicofármacos y las prescripciones inadecuadas para mejorar la calidad de vida del anciano, pues 'el uso racional del medicamento constituye un elemento básico en la promoción de la salud de todos los enfermos, especialmente de los más frágiles'.
¿Cómo se puede conseguir? Un trabajo publicado en 1992 en el New England Journal of Medicine demostró que 'un programa educativo dirigido a los médicos, enfermeras y asistentes puede reducir el uso de psicofármacos en las residencias geriátricas sin afectar negativamente a la conducta y funcionalidad de los residentes'. El problema es que muchos geriátricos españoles, especialmente los más pequeños, carecen de estas figuras sanitarias.
Deficiencias de vitamina D y otras carencias
Otro estudio publicado en el mismo número de Medicina Clínica viene a echar más leña al fuego al divulgar que casi el 90% de los ancianos que viven en residencias geriátricas tiene déficit de vitamina D, lo que contribuye a aumentar de forma importante el riesgo de fracturas al alterar el metabolismo de los huesos.
Este trabajo, realizado por investigadores de la Corporació Parc Taulí de Sabadell (Barcelona), ha detectado que de los 100 residentes de un centro geriátrico que fueron estudiados, 87 sufrían carencias de vitamina D, y que en el 95% de los casos había una relación directa con la falta de exposición al sol (la radiación solar es necesaria para la síntesis de esta vitamina). En una segunda parte del estudio se pudo constatar que tras la administración de calcio y vitamina D durante seis meses, en todos los ancianos se normalizaban los parámetros del metabolismo óseo que estaban previamente alterados. Un estudio previo realizado en Canarias había constatado que el 46% de los ancianos institucionalizados padecían déficit de vitamina D, y otro desarrollado en Córdoba puso de relieve que el 100% tenían esta carencia después del invierno.
Pero, sin duda, la principal carencia que tienen muchos de los más de 160.000 ancianos institucionalizados en España (dos tercios de ellos en centros privados y el tercio restante, en públicos) es la de un médico que, como apunta Miquel Vilardell, sea su tutor sanitario y centralice todos los cuidados de salud que necesita una persona mayor.
En este sentido, el Colegio Oficial de Médicos de Barcelona (COMB), entre otros colegios de médicos, está elaborando una guía de los requisitos mínimos que deben cumplir los médicos responsables de estos centros geriátricos, una figura que no exige la ley y de la que carecen muchos pequeños centros. Según explica el promotor de este documento y secretario del COMB, Jaume Padrós, la calificación de muchas residencias de ancianos como centros sociales les exige sólo contar con un responsable higiénico sanitario, que no tiene por qué ser médico, cuando, por la elevada prevalencia de patologías entre los residentes, lo más conveniente sería que existiera un médico responsable sociosanitario. Este profesional podría hacer un seguimiento asistencial continuado de cada anciano y evitar, entre otras cosas, el uso inapropiado de medicamentos.
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