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Cinco millones de españoles sufren dolor crónico

Las carencias en el tratamiento provocan un sobrecoste a la Seguridad Social, que gasta cada año un billón de pesetas

El dolor físico, que es el síntoma más común y el más temido de todos los procesos patológicos, no sólo es responsable de una gran carga de sufrimiento humano, sino también de unos elevados costes sociosanitarios. El estudio Valoración clínico-epidemiológica del dolor crónico en Unidades del Dolor, realizado por el Centro de Investigación y Bioestadística (CIBEST) bajo los auspicios de la Sociedad Española del Dolor (SED), pone de manifiesto que un tercio de la población que sufre dolor crónico (de más de seis meses de duración) y se encuentra laboralmente activa estuvo el año pasado más de 200 días de baja. En términos económicos, ello supuso un coste para la Seguridad Social por improductividad laboral superior al billón de pesetas.

En España hay 118 unidades del dolor cuando, según la SED, debería haber 200
Los especialistas piden al Parlamento Europeo que el dolor crónico sea declarado enfermedad

Estos resultados se han obtenido a partir de los datos aportados por 25 unidades hospitalarias del dolor de toda España y una muestra de 500 pacientes con dolor crónico, la mayoría de los cuales lo sufría desde hacía cinco años. 'Hemos comprobado que el 86% de quienes acudían a las unidades del dolor ya habían recibido tratamiento previo, basado en antiinflamatorios y analgésicos, y que un 30% requería un par de veces al año ingreso hospitalario de unos tres días', explica Guillermo Sellers, coordinador del estudio.

El 61% de la muestra sufría dolor de intensidad moderada a grave, con más de cinco puntos según la escala de valoración analógica de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que evalúa, a partir de las sensaciones del propio paciente, el grado del dolor del uno al diez. Según el estudio, un 50% de estos pacientes crónicos sufre dolor neurológico; un 30%, reumático, y un 20%, oncológico. Además, un 57% de ellos necesita la ayuda de otras personas.

Para el anestesista Clemente Muriel, presidente de la SED y jefe de la unidad del Dolor del hospital Clínico de Salamanca, el mal tratamiento de este síntoma produce en España unos costes anuales de 760.000 milllones de pesetas, que sólo podrían reducirse si se manejaran adecuadamente el síntoma y la enfermedad. 'Hay que distinguir', dice este especialista, 'entre el dolor agudo, que es una señal cerebral ante un estímulo lesivo y un daño de los tejidos que siempre es limitado en el tiempo, del dolor crónico, que se prolonga durante más de seis meses y a menudo desencadena un conjunto de cambios físicos y psicosociales, como dependencia de la familia y otros cuidadores, depresión del sistema inmunológico y mayor vulnerabilidad a enfermar, alteraciones del sueño y del apetito, bajo o nulo rendimiento laboral, uso excesivo o inadecuado de los servicios sanitarios, además de miedo, angustia, depresión y en algunos casos, suicidio'.

La Sociedad Internacional para el estudio del Dolor, a la que pertenece la SED, acaba de presentar al Parlamento Europeo un documento para que el dolor crónico y recurrente sea reconocido como una enfermedad, que afecta en torno al 5% de la población adulta de Europa. Esto supondría, a juicio de Muriel, un mayor reconocimiento por parte de las autoridades sanitarias del dolor en la atención clínica y 'mayor número de unidades hospitalarias especializadas en su control'. En estos momentos hay en España 118 unidades del dolor, cuando debería haber, según la SED, más de 200.

'Esta inadecuada atención del dolor aumenta el sufrimiento humano, altera la calidad de vida e incrementa desproporcionadamente el gasto sociosanitario. Debemos pensar que, aunque muy pocas personas mueren de dolor, muchas mueren con dolor y viven con dolor, hasta el punto de que algunas llegan a considerar esta experiencia como una parte inevitable de la vida', sostiene Muriel.

Para Jaime Sanz Ortiz, jefe del servicio de Oncología Médica y Cuidados Paliativos del hospital Marqués de Valdecilla, de Santander, y coordinador del libro El control del sufrimiento evitable. Terapia analgésica, en el que han colaborado más de una treintena de oncólogos, especialistas en cuidados paliativos y anestesistas, el control del dolor debe ser reconocido como objetivo preferente de la sanidad pública y, 'lo que es más importante, está demostrado que se puede controlar en el 95% de los casos, si se utilizan adecuadamente los analgésicos disponibles'. Y en el 5% restante se pueden aplicar técnicas invasivas, que arrojan más o menos éxito, y que se practican en las unidades hospitalarias de dolor.

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor ha propuesto la siguiente definición: 'El dolor es una experiencia desagradable, sensitiva y emocional, que se asocia a una lesión actual o potencial de los tejidos. Casi siempre es subjetivo y difícilmente objetivable'. Según Manuel González Barón, jefe de Oncología Médica del hospital La Paz, de Madrid, el dolor es considerado como una respuesta neurofisiológica muy compleja y muy diferente de cualquier otra experiencia sensitiva.

'Para profundizar en su comprensión', explica, 'debemos partir de tres conceptos fundamentales. El primero es la nocicepción o dolor nociceptivo, que puede definirse como la actividad producida en el sistema nervioso por estímulos potenciales lesivos para los tejidos nociceptores. Después tenemos el dolor como percepción de la nocicepción y que sólo se experimenta cuando ésta se integra con otros factores, orgánicos y psicológicos, en estructuras del sistema nervioso central. Y, por último, podemos hablar del sufrimiento como dolor total de algunos pacientes, que integra componentes físicos, psicológicos y sociales'.

Las modernas técnicas electrofisiológicas han permitido establecer la existencia de los nociceptores, un tipo específico de receptor periférico, que es la terminación periférica de una neurona bipolar situada en los ganglios raquídeos, cuya terminación central penetra en las astas posteriores de la médula espinal. Estos nociceptores se encuentran en la piel y el tejido celular subcutáneo, en los músculos, las articulaciones y las vísceras.

Un enfermo es tratado en la unidad del dolor del hospital Doce de Octubre de Madrid.
Un enfermo es tratado en la unidad del dolor del hospital Doce de Octubre de Madrid.BERNARDO PÉREZ

El aguijón del cáncer

El dolor oncológico producido por el aguijón del cáncer ocupa gran parte de la lucha contra el dolor. Cada año se diagnostican nueve millones de nuevos casos de cáncer en el mundo y el dolor es el síntoma más frecuente y temido. Se suele presentar en el 70% de los pacientes oncológicos y hasta en un 90% de los que se hallan en fases terminales. Los oncólogos reconocen que este síntoma es el que más interfiere en la calidad de vida del enfermo, muy a menudo repercute negativamente en la evolución del proceso y genera además depresión y peor respuesta al tratamiento. Son cada vez más numerosos los estudios que demuestran que un modelo de analgesia eficaz produce una mejor reacción al tratamiento. El proyecto Algos, auspiciado por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y creado hace dos años, pretende divulgar que el dolor en los pacientes con cáncer puede ser controlado adecuadamente. Según Eduardo Díaz Rubio, coordinador de este proyecto y catedrático de Oncología Médica de la Universidad Complutense de Madrid, el objetivo principal de esta iniciativa es desarrollar actividades divulgativas, formativas y científicas, 'con el objeto de integrar el manejo del dolor en la práctica clínica de todos los profesionales sanitarios involucrados en el tratamiento del paciente oncológico y hacer entender a la población general que es evitable que los enfermos con cáncer sufran o mueran con dolor'. Los tres grandes grupos terapéuticos frente al dolor son los analgésicos convencionales, los opioides menores (derivados de la codeína) y los opioides mayores (morfina, fentanilo). Estos últimos son los más potentes y pueden administrarse por vía oral, transdérmica e inyectable. Como indica Díaz Rubio, en los últimos 10 años han aparecido más drogas contra el dolor que en los 50 anteriores y, pese a que España es el cuarto país del mundo como productor de opioides, 'la legislación española sigue siendo bastante restrictiva para la prescripción y dispensación de estos fármacos'. Aunque el dolor es uno de los síntomas más difícilmente objetivables, existen diversos cuestionarios que responde el paciente y que resultan bastante orientativos para el médico en cuanto a tipo e intensidad del dolor. Esto facilita su abordaje terapéutico y la elección de los analgésicos en una escala de menor a mayor potencia.

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