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Juzgados dos hombres en Pamplona y San Sebastián por matar a sus mujeres

El asesino confeso de Azpilagaña declara en el juicio que fue 'su cuerpo, pero no su mente', el que mató a su esposa

Las audiencias provinciales de Navarra y Guipúzcoa acogen desde ayer sendos juicios con jurado popular contra dos hombres acusados de matar a sus respectivas mujeres. El vecino de Pamplona José María Valencia, autor confeso del crimen, golpeó brutalmente a su esposa el 2 de septiembre de 2000 y luego la degolló. La Fiscalía y la acusación particular solicitan para él 23 y 25 años de prisión, respectivamente, por asesinato, mientras que la defensa pide la absolución al alegar que el acusado sufrió un trastorno mental transitorio.

Por su parte, Santiago M. E. estranguló a su compañera sentimental en el barrio donostiarra de Intxaurrondo el 28 de noviembre de 1999. El Ministerio público y las acusaciones imputan al procesado un delito de asesinato y piden para él 18 y 20 años de cárcel. La defensa demanda un año, pues sostiene que actuó 'en un arrebato'.

El vecino de Pamplona José María Valencia declaró en la primara jornada del juicio que nunca tuvo motivos de disputa con su esposa, María Angeles Sierra, y que no se explica porqué cometió tan brutal acción. 'Otro yo', fue la escueta respuesta que dio Valencia para explicar su acción. 'Era mi cuerpo el que lo hizo, pero no mi mente', añadió. Hasta en tres ocasiones el acusado repitió que quería 'con toda' su alma y su corazón a la víctima.

José María Valencia sólo confesó ser el autor del degollamiento de su mujer una vez que supo que la Policía había analizado los restos de ADN hallados entre las uñas de la víctima y que coincidían con los suyos. Durante ese plazo de tiempo, 24 días, el asesino mostró evidentes síntomas públicos de dolor y pena ante amigos y familiares.

El acusado salió de su domicilio, en el barrio pamplonés de Azpilagaña, por la mañana, compró la prensa y el pan, sacó el coche del garaje y lo aparcó en las inmediaciones y regresó poco después. Al abrir la puerta, vio que la víctima hablaba por teléfono. Cogió unos guantes y volvió a salir. Entonces llamó a la puerta. Cuando María Ángeles Sierra Azcárate abrió, el acusado se abalanzó sobre ella, le golpeó fuertemente y le arrastró hasta el baño para degollarla con un cuchillo jamonero. Murió desangrada.

El acusado trató de aparentar que había habido un robo. Se cambió de ropa, revolvió objetos y armarios y salió del piso dejando la puerta entreabierta y cargado con dos bolsas en las que introdujo el cuchillo y las toallas con las que se lavó. Después las arrojó a un contenedor de basuras de la localidad de Noain. Cuando regresó al domicilio, llamó primero a los vecinos simulando excitación y pidiéndoles que le acompañaran a su casa porque parecía haber ocurrido algo grave en su interior, ya que la puerta estaba abierta.

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Estrangulamiento

El abogado del hombre acusado de estrangular a su compañera sentimental en el barrio donostiarra de Intxaurrondo en 1999 sostuvo ayer que su defendido actuó 'en un arrebato', tras haber mantenido una fuerte discusión con su pareja. El letrado subrayó que Santiago M.E. 'no pretendía dar muerte' a Teresa Ayesa, al tiempo que indicó que el acusado tenía su capacidad volitiva disminuida porque había bebido.

La defensa imputa a su cliente, que confesó el crimen dos días después, un delito de homicidio por imprudencia y solicita un año de prisión, con las atenuantes de alteración psíquica por intoxicación alcohólica, arrebato y arrepentimiento.

Por el contrario, tanto el fiscal como las acusaciones particular y popular atribuyeron al procesado un delito de asesinato, ya que, según sostuvieron, estaba lúcido cuando golpeó a Teresa Ayesa y, al quedar ésta en estado de semi-inconsciencia, la estranguló sin que la víctima pudiera defenderse. Por ello, piden 18 y 20 años de cárcel, respectivamente.

El abogado de la acusación popular, que interviene en nombre de la Asociación pro derechos de las víctimas de la violencia, Eskabide, incidió en que Santiago M. E. 'asesinó a su compañera fríamente' y, 'además, urdió una estrategia para eludir la acción de la justicia'. Y es que, según sostuvo, tras acabar con la vida de Teresa Ayesa, el acusado salió de casa, estuvo en varios bares y, al regresar al domicilio, 'con la intención evidente de esconder los hechos', llamó a una vecina gritando: 'Me la han matado, me la han matado'.

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