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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El espíritu y la tercera edad

José Luis Pardo

La pregunta por el lugar de la filosofía no es una pregunta cualquiera. Presupone, para empezar, que la filosofía tiene lugar, lo cual quizá ya sea suponer demasiado. Tampoco es casual que la formulen algunos pensadores españoles que citan expresamente a Eugenio Trías entre sus precedentes o intercesores, y que lo hagan casi al tiempo que éste dibuja, en un texto que constituye toda una autobiografía intelectual, el mapa de esa ciudad ideal en la cual el pensamiento -al menos su pensamiento- ha encontrado definitivamente su sitio. La ciudad fundada por Trías es austrohúngara, completa y panorámica; los autores reunidos por J. A. Rodríguez Tous ocupan, según él mismo dice, 'sólo un pequeño barrio, quizá unas cuantas manzanas'. Pero Ciudad sobre ciudad comienza haciendo referencia explícita a un retorno, e incluso esboza su propia edificación como un largo y a veces tortuoso camino de vuelta a los orígenes; y este motivo -el del retorno- recorre también las páginas de la mayoría de los ensayos contenidos en El lugar de la filosofía.

CIUDAD SOBRE CIUDAD. ARTE, RELIGIÓN Y ÉTICA EN EL CAMBIO DE MILENIO

Eugenio Trías Destino. Barcelona, 2001 319 páginas. 3.200 pesetas

EL LUGAR DE LA FILOSOFÍA. FORMAS DE RAZÓN CONTEMPORÁNEA

J. A. Rodríguez Tous (editor) Tusquets. Barcelona, 2001 311 páginas. 2.900 pesetas

En lo que sin duda es su más clara exposición de la 'filosofía del límite', el autor de La edad del Espíritu recuerda la inspiración ético-utópica de este título y ofrece el desnudo guión de la filosofía de la historia que le corresponde: tras una época de predominio de lo religioso-simbólico en la cual la razón vivía oculta, y otra de predominio de la razón soberbia que ha 'reprimido' el suplemento simbólico, ha de venir un tiempo de reconciliación y mediación entre ambos extremos, y para ello ofrece el pensador su concepto de límite ('considero el límite un recurso de mediación..., el límite es un semáforo instalado entre el mundo y el misterio, entre el ser y la nada, entre la razón y la sinrazón'), equidistante de la síntesis especulativa del idealismo y de la disolución nihilista del posmodernismo.

Esta original propuesta reaparece

en El lugar de la filosofía, en la negativa de Patxi Lanceros a optar entre el entusiasmo posmoderno por lo diferente y la nostalgia residual del racionalismo moderno, o en la doble inquietud que manifiesta Manuel Vázquez ante la eficacia de los discursos que se desprenden del sujeto y la ineficacia de los que se empeñan en fortalecerlo, y el mismo cruce brilla en la anécdota con la que Manuel Barrios inicia su artículo: un niño que confunde las expresiones 'amén' y 'amena', sin quedarse definitivamente ni con Lyotard ni con Habermas. Que los semáforos que regulan este cruce funcionen adecuadamente -para evitar, entre otras cosas, el choque de civilizaciones- es la peculiar propuesta mediante la cual el 'límite' ideal proyecta sobre la ciudad real los gnósticos diagramas con que Trías ilustra su urbe filosófica: la tercera edad o edad del espíritu es aquella en la cual el desarraigo globalizador se torna ecumenismo cosmopolita y la sensibilidad ante las diferencias se salva del particularismo excluyente 'mediante la insistencia en el límite como lugar de prueba y de credencial crítico'. No es extraño que Rodríguez Tous detecte que, en esta coyuntura, el invocado retorno pudiera ser un retorno de lo reprimido, o sea, de la hegeliana fenomenología del espíritu, aunque algo deformada (como siempre lo está lo reprimido) por el sombrío humor de Schelling.

Un síntoma de ello podría ser la negativa final de Eugenio Trías a aceptar el dictamen nietzscheano acerca de la muerte del Dios cristiano y el anuncio de su resurrección ontoteológica como dios del tiempo: 'Quizá Dios sea el pasado inmemorial que asociamos a la primera persona... Quizá sea también el presente eterno en donde habita siempre el Hijo. Quizá sea, por fin, el futuro escatológico, ese futuro que siempre está por venir' y, en consecuencia, quizá la tercera edad sea la del Espíritu Santo, que siempre fue bastante fronterizo. Esto no sería lo peor. Pues peor sería que lo reprimido que retorna en el sistema -da que pensar que en un país tan poco aficionado al asunto como el nuestro tengamos hoy, no uno, sino incluso dos sistemas filosóficos: el de Gustavo Bueno y el de Trías- no fuera la 'tradición áurea', sino las hueras y artificiosas estructuras categoriales de los tratados de metafísica neotomista que creíamos olvidados. 'Habría que realizar un laborioso 'socioanálisis' para hacer aflorar este impensado', dice Francisco Vázquez en un momento de su espléndido trabajo sobre la filosofía y 'el nuevo espíritu del capitalismo': acaso lo que limita tanto las posibilidades de salir de la aporía del ni lo uno ni lo otro, que paraliza a quienes buscan su lugar en esta ciudadela, como las pretensiones de regular el tráfico espiritual mediante semáforos especulativos, que obsesiona a su arquitecto, no sea ni la debilidad del posmodernismo ni la ausencia de un 'humanismo de nuevo cuño', sino la falta teórica de ese análisis (¿por qué el declive de la moralidad pública ha coincidido en España con la promoción institucional de la filosofía moral y la normaduvalización de la cultura con el auge oficial de la Estética y de la Filosofía de la Religión, por ejemplo?) y la absoluta pérdida, por parte de la filosofía, del suelo histórico sobre el cual se practica. Sí, es hora de partir.

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