La 'macho borroka'
El domingo por la noche D.A.F., de 21 años, le metió unas cuantas puñaladas a su ex chica en Urretxu. Con premeditación, nocturnidad, alevosía y abuso de confianza. Ella estaba en un bar tranquilamente. El tío le fue a buscar. Le dijo que quería hablar con ella fuera. Y, ya en la calle, sacó un cuchillo que tenía escondido y le metió no sé cuantas puñaladas. Luego se entregó a la policía. Encima dirá que lo hizo porque la quería. La quería matar.
Dice Raquel Osborne que el que a una mujer le agredan nos recuerda que cualquiera de nosotras puede ser agredida. Agredida por un hombre. Por ser mujeres y reconocernos violentadas de muchas y diferentes maneras, por no sentirnos representadas o desconfiar de las actuales medidas contra la violencia, por todo eso y más, nos sentimos comprometidas a expresar nuestro rechazo.
Según las estadísticas, en la inmensa mayoría de estas agresiones machistas los agresores son hombres conocidos. O sea, el padre, el hermano, el tío, el vecino, el marido, el novio o el ex. Según estas cifras, la violencia machista mata más mujeres que el sida o el cáncer de mama. Pero la matxo borroka no genera alarma social. Los hombres no quieren reconocer que son responsables de esta violencia estructural, política, que tiene que ver con el modelo social que ellos nos han impuesto. Un modelo jerárquico donde los hombres, por serlo, tienen la mayor parte del pastel y deciden cómo se lo reparten.
Esto se tiene que acabar. Y no hablamos de cárceles, ni de penas que no son más que eso, penas a toro pasado. Nosotras queremos que se acaben las agresiones. Por eso reclamamos de las instituciones, y también de los denominados agentes sociales, medidas políticas en favor de igualdad. Son las únicas que pueden ir atajando los malos tratos. Medidas de acción positiva para las mujeres. que se acabe la discriminación. Las mujeres y los hombres tenemos que tener los mismos derechos, las mismas obligaciones, las mismas oportunidades. Estamos hablando del reparto de recursos, reparto de trabajo, reparto de poder.
Es necesario romper con la falsa idea de que, como ocurre dentro del hogar, las agresiones son asuntos de índole íntima y privada. Su origen no es un problema particulr o familiar, sino una cuestión de dominio del hombre frente a la mujer.
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