Una lección de ciencias
Dos alumnos sevillanos de secundaria representarán a España en un concurso alemán de jóvenes científicos
Si ya es duro compaginar los estudios de secundaria con las tareas extraescolares propias de los 16 o 17 años -salidas nocturnas, deportes, tardes perezosas que se pasan sin más comiendo pipas en un banco del parque-, hacer, además, horas y horas extras entre las cuatro paredes del colegio, puede sonar a exceso de vocación . A veces, la osadía se ve recompensada con el reconocimiento de los adultos. Eso es lo que le ha ocurrido a dos alumnos de primero de Bachillerato del Colegio Alemán de Sevilla, que tienen ante sí la responsabilidad de representar a España en uno de los más prestigiosos concursos internacionales para jóvenes científicos.
La revista alemana Stern organiza desde 1965 el concurso Jugend Forscht ('la juventud investiga'), respaldado por el Ministerio Federal de Ciencia y Tecnología. Entre el pasado 26 y 28 de octubre, se desarrolló por primera vez una edición para la Península Ibérica, en la que participaron los nueve colegios alemanes de España y uno de Portugal.
Los sevillanos Eugeni Costa y Pablo León-Asuero resultaron ganadores en el apartado de física, y fueron seleccionados para participar en el Jugend Forscht la próxima primavera. Será la primera vez en sus 35 años de historia que alumnos de fuera de Alemania participarán en el certamen.
El proyecto de Eugeni y Pablo consiste en almacenar energía solar en forma de energía química. Los dos estudiantes diseñaron un espejo parabólico para concentrar la radiación solar e inducir una reacción química endotérmica de recristalización, que permite almacenar la energía del sol en forma de cristales. Cuando se quiera usar esa energía, basta con disolver los cristales en agua para que se desprenda el calor almacenado. Con su proyecto se puede conseguir el equivalente a 1,6 watios de energía, 'la suficiente como para hacer funcionar una radio', cuenta Eugeni.
'El proyecto es muy sencillo, pero la idea es buenísima', explica Ernesto Civera, el profesor de física que ha supervisado el trabajo. 'El sol genera la energía, pero tú la usas cuando quieres, no sólo cuando hay sol', explican los estudiantes. Hasta ahora, la energía solar se almacena en baterías. Lo que proponen Eugeni y Pablo es hacerlo a través de una reacción química. Algo parecido al funcionamiento de las bombonas de butano, pero mucho más ecológico.
Los aspectos que valoró más valoró el jurado del premio fueron la idea en sí, la presentación y las múltipleas aplicaciones a corto y largo plazo que posibilitaba el proyecto. El espejo parabólico diseñado por los dos estudiantes funciona como una fuente de energía muy barata e idónea, por tanto, para los países en vías de desarrollo. Éstos son los que componen los posibles ámbitos de aplicación especificados por los autores del trabajo: zonas con escasa infraestructura energética, que dispongan de alta radiación solar y con baja densidad de población. Un perfil al que se ajustan algunos de los países más desfavorecidos de suramérica, África y Oriente próximo. Además, el proyecto podría también tener aplicaciones en la carrera aeroespacial.
Eugeni y Pablo estudian actualmente primero de bachillerato, pero realizaron el trabajo el curso pasado, mientras estudiaban cuarto de ESO. La idea les surgió después de aprender en clase de química una reacción que disolvía el hidróxido de sodio en agua. Ahora, mientras perfeccionan su diseño para acudir al concurso en Alemania, los dos jóvenes están trabajando en la segunda fase del proyecto: en vez de dar energía, la quitan, producen frío. El resultado, esta vez, sería 'una especie de nevera solar', explica Eugeni. El último grito en equipamiento playero de aquí a unos años, pronostica el profesor
Materiales reciclados
Una de las bazas del proyecto de los dos jóvenes sevillanos es que está totalmente hecho con materiales reciclados. 'No se gastaron un duro', recuerda Civera. Recorrieron varias cristalerías de la ciudad para que les dieran las tiras de cristal con las que luego compusieron el espejo. La estructura la hicieron con tablas de maderas aparentemente inservibles que recolectaron por el colegio. El soporte central, con el tablero viejo de una canasta de baloncesto. Y una mesa de dibujo en desuso sirvió para posibilitar el cambio de orientación del espejo.
Aunque en estos casos, al menos oficialmente, lo importante es participar y, si puede ser, obtener el reconocimiento del jurado, el premio material es una motivación extra. En el la versión española, los jóvenes recibieron un diccionario de inglés, un libro de biología y dos de física en alemán. Si triunfan en la cita alemana, el galardón suena más jugoso: hasta 1.500 euros (casi 250.000 pesetas) para cada uno.
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