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Reportaje:

La actividad entre rejas de Camacho, 'el millonario'

El 'cerebro' de Gescartera fue sorprendido en la prisión hablando por un móvil, que le fue requisado

El sonido metálico de un timbre rompe el silencio a modo de despertador en la cárcel madrileña de Soto del Real a las ocho de la mañana. Cada día. Un funcionario de prisión recorre celda a celda el módulo 2 -la cárcel tiene 14-. Es el primer recuento de la jornada. El funcionario pega el ojo a la mirilla de una de las celdas y comprueba que el millonario, como algunos le conocen en prisión, sigue ahí, tumbado en su catre. Antonio Rafael Camacho Friaza, de 35 años, encarcelado bajo la acusación de sustraer 18.000 millones de pesetas de la agencia de valores Gescartera, como el resto de los 1.500 reclusos de la cárcel más moderna de la Comunidad de Madrid, dispone de media hora para asearse y estirar las sábanas antes de ir a desayunar un café con leche y un taco de galletas maría.

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Acostumbrado a vivir a golpe de talonario y tarjeta oro, Camacho cumple a rajatabla desde hace más de tres meses con las tareas domésticas en prisión, según aseguran fuentes penitenciarias.

Camacho ingresó en Soto del Real el 16 de julio y fue encarcelado junto con otros presos primarios -los que ingresan por primera vez en prisión-. Su deslumbrante vida ha quedado ensombrecida de sopetón entre los muros del penal.A las ocho y cuarto de la mañana, Camacho sale de su celda a desayunar. Va vestido de sport, con pantalones vaqueros de marca. En algún armario de su chalé de La Moraleja (valorado en 160 millones de pesetas) ha dejado colgada en perchas su colección de trajes de Armani. 'Aunque viste de sport, se nota que tiene dinero, porque lleva ropa de marca, muy cara. Puede que con lo que cuestan sus vaqueros se pueda comprar ropa para vestir a un par de reclusos de la cabeza a los pies', afirman las citadas fuentes.

El desayuno en prisión consiste en un café con leche y un taco de galletas. Camacho sólo dispone de media hora para desayunar, hacer la cama y ordenar su celda (los productos de higiene personal y la ropa). A las nueve de la mañana se abre la puerta del patio y los reclusos, por turnos, salen a pasear y a respirar el aire de la sierra de Madrid.

Camacho se mantiene al margen de las actividades cotidianas que sigue la mayoría del resto de presos. No se ha involucrado en talleres ni hace deporte en equipo.

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Apenas un mes después de ingresar en el penal, Camacho ya tenía sus contactos y, a pesar de que goza de plena libertad para llamar a su abogado en cualquier momento, se hizo con un teléfono móvil en el mercado negro de prisión (el uso de móviles está prohibido para los reclusos), siempre según fuentes penitenciarias. Fue sorprendido en plena conversación por un funcionario de prisiones que se lo arrebató de inmediato.

Las autoridades penitenciarias no le abrieron un expediente disciplinario, a pesar de que así lo establece la normativa carcelaria. 'Lo que sí se hizo fue cambiarle de módulo para evitar que se junte con malas compañías', señalan fuentes de la cárcel. Camacho fue instalado en una celda del módulo 9 cuando ingresó en prisión y tras el incidente con el teléfono se le trasladó al módulo 2.

Los funcionarios de la prisión sospechan que Camacho consiguió el móvil a través de otro conocido preso de Soto del Real: Carlos Arturo Marulanda Ramírez (Nueva York, 1940), ex ministro de Desarrollo de Colombia y ex embajador de Colombia ante la Comunidad Económica Europea.

Marulanda fue detenido en Madrid el pasado julio, tras permanecer huido de la policía durante 913 días en los que recorrió el mundo, acusado de un delito de financiación y colaboración con grupos paramilitares y terrorismo.

Los responsables de la seguridad en el penal de Soto del Real decidieron separar a Marulanda de Camacho. Por eso ordenaron el traslado del jefe de Gescartera a otro módulo.

Camacho descansa mientras estudia su estrategia defensiva y se acerca al economato de la planta baja del módulo 9 a tomar un café o a comprar algo que necesite. Un cortado en prisión cuesta unas 40 pesetas y el resto de los artículos de venta en el economato -desde desodorante o maquinillas de afeitar a preservativos- son más baratos que en la calle.

Camacho ya no lleva mucho dinero en el bolsillo. La prisión le ha quitado muchos ceros a su nivel de vida. Ha abierto una cuenta corriente en la cárcel, pero sólo puede hacer un uso restringido de ella. Por mucho que le ingresen su madre y otros familiares, sólo puede disponer, como el resto de los reclusos, de 10.000 pesetas a la semana de gasto máximo.

Camacho maneja ahora dinero de mentira, como de monopoly. Billetes sólo válidos en prisión aunque, como el dinero de curso legal, el papel también se imprime en la Fábrica de Moneda y Timbre.

Se mantiene al corriente del seguimiento diario que la prensa realiza del escándalo financiero -2.000 personas que han invertido en la sociedad de valores Gescartera se han quedado sin 18.000 millones de pesetas- y la polvareda política que ha originado y que afecta al ministro de Economía, Rodrigo Rato, y al de Hacienda, Cristóbal Montoro. Camacho lee la prensa en la sala de estar de la planta baja del módulo en el que está recluido, entre el murmullo de los programas matinales de la televisión y el de los reclusos que la ven.

A la una de la tarde, como los demás, entra en el comedor. La comida llega a su módulo en unos carritos y los funcionarios reparten unas bandejas metálicas moldeadas (no usan platos por motivos de seguridad) donde sirven lentejas, garbanzos, un filete, depende del menú del día.

Los presos disponen de una hora para comer. Entre las 14.00 y las 14.30, un funcionario grita '¡a celdas!' y los internos deben recluirse para la hora de la siesta. Las puertas de las celdas se bloquean y los funcionarios aprovechan ese momento para realizar el segundo recuento del día.

Las puertas se abren de nuevo a las cuatro de la tarde. Camacho aprovecha el tiempo para pasear por el patio o ejercitarse en el gimnasio de prisión.

La que más le visita es su madre. La que menos, su prometida. Laura García Morey, con la que tenía previsto casarse en la iglesia de los Jerónimos, no ha ido a Soto del Real a verle ni una vez desde que fue encarcelado.

La cena llega a las 19.30 y dura una hora. Se sigue el mismo sistema que en las comidas. La jornada acaba temprano. A las nueve de la noche los presos deben estar en sus celdas y media hora después se realiza el último recuento del día. Los presos pasan la noche encerrados, 'en la más estricta intimidad', según fuentes penitenciarias. A las ocho de la mañana, el despertador de prisión, el timbre de sonido metálico, marca el inicio de la misma rutina.

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