Patriotismo y complejos
EL PSOE Y EL PP PELEAN por la denominación 'patriotismo constitucional'. Resulta curioso que en un país en que los nacionalismos periféricos exhiben un patriotismo sin complejos (ni siquiera les acomplejan los epifenómenos violentos de la doctrina), el nacionalismo español recurra al eufemismo para afirmar su patriotismo. Tiene su explicación en la historia reciente. Al final de la dictadura, el nacionalismo español, patrimonializado por el franquismo, quedó inevitablemente relacionado con los tiempos oscuros que se iban, mientras que los nacionalismos periféricos estaban alineados con las reivindicaciones del antifranquismo, es decir, formaban parte de lo que llegaba. Los símbolos del nacionalismo llevaban la mancha de la dictadura que hablaba siempre en nombre de Dios y de la patria, los intentos de renovarlo no han acabado de construir un imaginario alternativo. Tanto la derecha como la izquierda, aun cuando ejercen como nacionalistas españolas, lo niegan. A más de un presidente le hemos oído decir: 'Yo no soy nacionalista', como si el nacionalismo español tuviera que pedir perdón por existir y los otros nacionalismos no. Es decir, que los nacionalistas españoles de la democracia entraron, quizá sin darse plena cuenta de ello, en la dialéctica de los nacionalismos opresores y los nacionalismos oprimidos. El carácter vergonzante de su nacionalismo y el miedo a ofender a los nacionalismos periféricos era un reconocimiento implícito de una presunta culpa.
Ahora, los dos partidos principales se deciden a salir de la cueva de las pasiones nacionales reprimidas y coinciden en exhibir el 'patriotismo constitucional' como bandera. No es extraño que esta expresión tenga su origen en una formulación de un pensador alemán, Jürgen Habermas. El nacionalismo alemán también estaba manchado por la apropiación hitleriana, también es un nacionalismo que ha vivido muchos años bajo total sospecha. El 'patriotismo constitucional' puede ser una excelente fórmula para rebajar la cuota de agresividad -todo nacionalismo contiene una proporción de violencia simbólica y real- y descartar de fantasmas a un nacionalismo como el alemán.
Y, sin embargo, en términos políticos, el 'patriotismo constitucional' no es más que el compromiso con el sistema de libertades y derechos civiles básicos, interpretado, eso sí, en clave comunitarista, es decir, con voluntad definidora de un espacio común de comunicación y diálogo. En este sentido, me parece positivo que la derecha española apueste por el 'patriotismo constitucional'. Casi nunca ha sido constitucional y siempre ha sido patriótica. Que sustituya los fantasmas de la España eterna por los valores de la Constitución es indudablemente un progreso. Dada la tradición de la derecha, la duda es la interpretación que pueda hacer de este patriotismo. ¿Lo entenderá como una apropiación de la Constitución para convertirla en baluarte de su hegemonía política? ¿O como una consagración de la Constitución como realidad fundamental e inmutable? En el caso del PSOE, su compromiso con el sistema de libertades se da por supuesto desde siempre, y en cambio, no se entiende muy bien la necesidad de producir una cristalización de este compromiso con una doble referencia a lo patriótico y a lo constitucional, salvo que sea un paraguas, una apuesta de política provisional, para la España plural.
El Estado de las autonomías ha tenido un efecto quizá inesperado: quienes más satisfechas están con él son aquellas regiones que al final de la dictadura ni se habían planteado un Estado de estas características ni lo veían necesario. Durante estos años, la idea de la España plural se ha construido realmente, región a región, y no sólo en las nacionalidades históricas. Frente a la España una y eterna hay ciertamente una España plural, entendida y vivida como tal por muchos ciudadanos. Rodríguez Zapatero ha defendido algunas veces esta idea. No creo que sea necesario esconderla bajo el 'patriotismo constitucional'. Primero, porque puede ser equívoco sobre el sentido de la Constitución. Segundo, porque no hay patriotismo sin fantasma, en el sentido psicoanalítico del término. Y en los fantasmas está el éxito del nacionalismo, pero también el peligro. Lo que me gusta de la expresión 'patriotismo constitucional' es que tiene la debilidad de ser una contradicción en los términos: el fantasma y la norma. Pero tiene el riesgo de convertir la norma en fantasma y, por tanto, en campo de batalla entre súbditos de un dios menor y súbditos de los dioses eternos. Pretender segar la cuota de irracionalidad de todo patriotismo es ilusorio. Por eso, el 'patriotismo constitucional' tiene algo de ejercicio de laboratorio. Y, por tanto, de coartada o de eufemismo cuando se lleva a la política. ¿Patriotismo? Ni constitucional.
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