Zanja sin cerrar, amenaza abierta
- Carteles informativos sin información. '¿Cómo se puede llenar Madrid de carteles sobre una supuesta Semana de la Ciencia y no explicar, en el propio cartel, dónde se celebra?', se pregunta Clara. 'Me parece un derroche incomprensible, máxime cuando la atención que la Comunidad de Madrid brinda a la divulgación de la ciencia es, a mi juicio, tan exigua', subraya. 'La próxima vez, por favor, incluyan el sitio o sitios adonde se pueda acudir, los precios, horarios y demás elementos informativos necesarios para enterarse bien de qué va la cosa', reclama.
- La pradera, zanjada. 'Caminando por el paseo del Prado, en el tramo comprendido entre Neptuno y Cibeles, daba gusto ver las flores azules que decoran la verdísima pradera que flanquea ambos andenes', recuerda María Ignacia. 'Bueno, pues mi gozo en un pozo', se lamenta. 'Desde hace días, la pradera ha sido horadada y zanjada para meter, no faltaba más, una conducción de no se sabe bien qué, pero, ya se sabe, capaz de destruir un pequeño oasis de belleza. No hay derecho a que los madrileños tengamos que sufrir esta salvaje e incesante agresión que hoy es gracias a Madritel; mañana, a Gas Natural; al otro, a una compañía eléctrica, y pasado mañana, a un tendido de fibra óptica. ¿Es que tanta falta de respeto a los ciudadanos va a acabar alguna vez?', se pregunta con indignación.
- Ruido en los bares, tormento ciudadano. 'No me explico por qué razón, más bien sinrazón', dice Álvaro, 'en todos los bares de Madrid es costumbre de camareros y empleados gritar desde la entrada del cliente hasta su despedida, pasando por su petición de comanda o de bebida', comenta Mariano. 'No veo ninguna necesidad de este griterío. Sin embargo', precisa, 'es todavía más incordiante el ruido de las cafeteras italianas o de ese estilo, que parece que deben estar todas las horas del día moliendo el café, metiendo un ruido ensordecedor, molesto, hiriente e irritante, que impide intercambiar siquiera dos palabras con tu compañero de barra. Hasta que estemos del todo desarrollados, estas costumbres tan bárbaras parece que no desaparecerán de los bares de Madrid', augura.
- Sin letreros traducidos. 'No me explico cómo siendo Madrid una de las ciudades de Europa más visitadas por los turistas', afirma Angelines, 'las indicaciones e informaciones ciudadanas, desde los letreros hasta los avisos en la calle, tan pocas veces aparecen traducidas al público. Creo que es condición imprescindible para conservar el turismo en Madrid mostrar delicadeza hacia nuestros visitantes, y la deferencia comienza por el respeto a otras lenguas. Además', agrega, 'cuanta más información sea brindada a los turistas, mayores expectativas de afecto a Madrid, y a sus comercios, no se olvide, mostrarán los visitantes'.
- Más policía municipal. 'Después de haberse publicado algunos artículos sobre la ausencia de la Policía Municipal de las calles de Madrid', dice Genaro, 'tengo que reconocer que he comenzado a ver más agentes en cruces y otros enclaves urbanos importantes. Por favor', pide, 'que siga la cosa así, la ciudad se humaniza, los paseantes, sobre todo niños y ancianos, así como los automovilistas, se sienten mucho más seguros si saben que hay un agente profesional regulando el tráfico, lo cual permite una tranquilidad a la vida en la ciudad que la falta de agentes convierte en inseguridad'.
- Niebla traicionera. 'El otro día fui con mi compañera a la sierra, concretamente a la zona de Cotos, en medio de un día magnífico', relata Benito. 'Un poco después de las tres de la tarde, cuando a un lado de la sierra lucía un sol espléndido y por el otro se acumulaban algunas nubes, sin desbordar la cornisa entre ambas vertientes, súbitamente la niebla se apoderó del paraje donde nos hallábamos y las tuvimos que pasar verdaderamente muy canutas hasta llegar a un sitio seguro. Por ello', aconseja, 'recomiendo a los visitantes de la sierra que, a partir de ahora, pese a las apariencias, no se confíen: recelen de la atmósfera'.
- Irresponsabilidad en garajes. 'Me parece de una desvergüenza inadmisible que los propietarios de algunos estacionamientos subterráneos no se hagan responsables de los objetos que quedan en los vehículos aparcados en su interior', se queja Joaquina. 'El otro día me robaron el bolso en el aparcamiento público y, cuando fui a informar a la garita, me dijeron que me lo habían avisado. Se trataba', explica, 'de un estacionamiento que cobra 300 pesetas la hora o fracción, dinero con el cual sí les da para vigilar el local', comenta.
- Agujero, peligro seguro. 'Cada agujero que se abre en una acera y no es cerrado posteriormente se convierte en una amenaza directa contra la integridad de decenas de personas, niños y ancianos sobre todo', se duele Ana.
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