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Los sandinistas ponen en tela de juicio el liderazgo de Daniel Ortega

Juan Jesús Aznárez

La derrota del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en las presidenciales condujo ayer a una primera reflexión sobre sus causas y a propuestas favorables a la revisión del liderazgo electoral de Daniel Ortega, jefe de la guerrilla que hace 22 años derrocó al tirano Anastasio Somoza. 'Tres derrotas con el mismo candidato sólo nos han dejado frustración', lamentó el diputado Víctor Hugo Tinoco.

El conservador Bolaños mantenía ayer una ventaja del 10% sobre Ortega. Los 90 escaños de la Asamblea Nacional se repartían entre el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), que obtiene 48, y el sandinismo, con 41. El restante va al Partido Conservador. Ortega y el presidente saliente, Arnoldo Alemán (PLC), serán diputados y jefes de sus grupos. En sus manos quedará la aprobación de los presupuestos, las privatizaciones, buena parte de la suscripción de préstamos y la política monetaria.

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Bolaños apenas tiene influencia sobre las estructuras de su partido, y menos sobre los diputados, escogidos directamente por Alemán. 'Eso significa que las decisiones clave que tienen que ver con la institucionalidad, con el nombramiento de magistrados de la Corte Suprema de Justicia, quedarán en manos de Alemán y Ortega', anticipa Sergio Ramírez, escritor y ex vicepresidente. 'Lo más seguro es que veremos repetirse una repartición de cargos bajo el sistema de 'uno tuyo y otro mío', como ha ocurrido hasta ahora al amparo de un pacto que repartió territorios de impunidad'.

El lastre del pasado

El FSLN debate sobre su fracaso, que atribuye a la conjunción de varios factores: la vigencia del doloroso pasado nacional bajo Administración sandinista (1979-1990), la participación de la Iglesia católica a favor de los liberales, la injerencia de portavoces de Estados Unidos en la campaña advirtiendo de que la normalización bilateral sería imposible con Ortega y la utilización del terrorismo del 11 de septiembre en Estados Unidos en contra del sandinismo, acusado en la década de los ochenta de albergar a terroristas internacionales.

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'Esta tercera derrota nos obliga a una seria reflexión', señala Tinoco, 'que muy poco se ha hecho, pese a que han pasado dos elecciones y las hemos perdido'. Ortega perdió el poder en 1990, frente a Violeta Chamorro, y, al tratar de recuperarlo, fue derrotado de nuevo por Arnoldo Alemán en 1996. 'Creo que hay temor al pasado', reconocía Antonio Lacayo, que apoyó a Convergencia Nacional, agrupación concebida por el FSLN para sumar adeptos y restar protagonismo a las siglas sandinistas, excesivamente asociadas con la guerra, las penurias y la división social de los ochenta. El ex presidente de Costa Rica Óscar Arias, premio Nobel de la Paz y observador en las elecciones, glosaba la nueva moderación de Ortega, que deberá emplearse a fondo para mantener su jefatura: 'Definitivamente, no es el mismo. Ahora es un político maduro, un estadista que ama a su patria'.

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