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Tribuna:LA POLÍTICA CULTURAL
Tribuna
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Troya, Beckett y los intereses

Troya es la ciudad del desastre, el topónimo que ha servido a muchas generaciones para ejemplificar la tragedia y la ruina de una ciudad que luchó contra la indignidad de sentirse sometidos y humillados al poder de las armas.

Algunos, los menos, han pretendido armar la de Troya con motivo de la nueva política cultural de la Generalitat Valenciana. Y para ello no han dudado a la hora de propalar con música de pandereta que allí -aquí, en la Comunidad Valenciana- es Troya. No se han escamoteado medios, cual ejército ateniense, para bombardear una política cultural que crece y se asienta a pasos agigantados en el ámbito nacional e internacional. Sin embargo, sentados en su plácida poltrona olvidan una premisa fundamental: nada ni nadie ha elevado el nivel cultural adormecido en su sillón. Las estrategias sólo tienen su plasmación real en el campo de batalla. Y allí es donde llevamos más de seis años esperando el contraste de realidades culturales. ¿Llegará Godot en las próximas calendas?

¿Hasta qué punto es cara una Bienal en la que el sector privado ha aportado el 70% del presupuesto?

Realidades culturales que cuentan con más de ochocientas exposiciones, con sus correspondientes reflexiones en los catálogos que las acompañan, con unos Diálogos Iberoamericanos consolidados, con el Premio Internacional de las Artes, con la I Bienal de Valencia o con el estreno mundial de la versión de Ramón de Irigoyen de Las troyanas y con la elaboración de una Ley para las Artes Escénicas. Éstas son realidades para el debate, para la participación y para el contraste. Lejano queda el sol beckettiano que brillaba al no tener otra alternativa sobre lo nada nuevo.

¿Con qué y con quién se puede debatir, contrastar y participar en el campo cultural?

Los medios son tribuna privilegiada desde la que trasladar, criticar, informar, e incluso alabar, la política cultural que cada sociedad en un momento determinado elige. Esa nebulosa en la que se mueven las responsabilidades de gobierno y la crítica sosegada que pueden ofrecer los medios merece una pequeña reflexión. En caso contrario, ahora sí, se puede armar la de Troya. Las luchas cainitas adquirirían un protagonismo que sólo corresponde a las sociedades en su conjunto, no a los grupos de presión, que en ocasiones se parapetan en el puro individualismo.

La eclosión cultural de la Comunidad Valenciana no es el fruto de un cruce de constelaciones sino que más bien se asienta sobre el diseño de una estrategia basada en tres ejes: a) asunción y exploración de los valores artísticos de la sociedad; b) internacionalización de esos mismos valores, y c) participación de la sociedad civil en su extensión.

'El gran objetivo que anima la actuación del Gobierno es alcanzar una sociedad donde la cultura sea un hecho asumido por la totalidad de los ciudadanos, totalmente integrado en sus vidas', afirmaba el presidente Zaplana.

Este objetivo, calificado de pretencioso en su momento, es el que nos ha conducido hasta la realidad actual. El ciudadano se siente participe de la cultura. No le basta con saber sino que conoce y actúa. Y para ello ahí está la Bienal, donde la comunicación entre las artes ha gozado de una interacción en la que el público además de espectador ha sido actor, tanto en las propuestas presentadas como a través de los medios. Europa y América han estado presentes en una muestra pluridisciplinar en la que, una vez más, los medios han desarrollado un papel fundamental. Sin ellos, que puntualmente han acudido a nuestras citas con tenacidad de gota malaya, el esfuerzo hubiera sido vano y los presupuestos consumidos, estériles.

Y ahora los presupuestos. De nuevo el debate, ¿es cara la cultura? ¿se invierte demasiado en cultura? Un esfuerzo denodado por -de nuevo- armar la de Troya en un totum revolutum en el que subyace el corifeo crítico a las muestras que han recibido el aplauso generalizado de la crítica internacional. ¿Hasta qué punto es cara una Bienal en la que por primera vez la iniciativa privada ha colaborado en más de un 70% de su presupuesto? O, ¿dónde está la carestía de un estreno mundial de una nueva versión de Las troyanas en la que han colaborado Irene Papas, Joan Cerveró, el Coro de Valencia, La Fura dels Baus, Mujeres del Cant d'Estil, Santiago Calatrava y Vangelis? Pero quiero insistir con una tercera cuestión de las cifras que tanto parecen preocupar al selecto grupo ¿debe mantenerse nuestra política cultural en segunda división por no poder acceder a los máximos representantes de la cultura actual? Y para cerrar los interrogantes, ¿cuál es el coste de la Atenas del Partenón, la Florencia de Brunelleschi o la Barcelona olímpica? Y, si de andar en zapatillas y bata se trata, ¿Música 92 fue el gran proyecto de coste cero?

Son preguntas de difícil respuesta. Pero si en algo podemos ayudar ahí van algunas: la Bienal ha supuesto la traslación al ámbito internacional de las nuevas propuestas en el mundo del arte y, ¿su coste? inferior al de una campaña de promoción de unos grandes almacenes para el día del padre. Economía y cultura han topado en un mismo proceso. Las campañas publicitarias hubiesen sido efectivas en el corto plazo, sin embargo, en el ámbito de cultura, la inversión actúa de sedimento y se mide en el largo plazo. Paradoja o demagogia, lo cierto es que alcanzar los resultados de promoción de la Comunidad Valenciana hubiese necesitado no menos de tres Bienales.

Las troyanas son una realidad que se representará en Roma y Atenas además de en Sagunto; Irene Papas es directora artística de la Fundación de las Artes Escénicas ubicada en Sagunto; la estructura móvil diseñada por Calatrava está a disposición de la Generalitat Valenciana y la música de Vangelis también. ¿Aún es cara la inversión?

La eclosión cultural de la Comunidad Valenciana se ha consolidado en tres frentes, Europa, América Latina y el Arco Mediterráneo y, por primera vez, Estados Unidos y Asia han intercambiado exposiciones con la Generalitat Valenciana. Manuel Valdés, Santiago Calatrava, Miquel Navarro, Carmen Calvo, Sanleón, Cardells y otros tantos valencianos han compartido esta apasionante apuesta con Yoko Ono, Vangelis, Rostropovich, Irene Papas y un largo etcétera que no sólo expone su obra sino que además compartirán sus experiencias con los jóvenes artistas valencianos.

La inversión está ahí, la realidad la acompaña. En el Parlamento, además se puede debatir la política cultural y los medios deben reflejar las inquietudes sociales. Pero por vez primera la Comunidad Valenciana se ha aposentado en el movimiento artístico internacional sin alzar la voz, sin estridencias. Y en ello radica el poder de atracción de la Comunidad Valenciana. ¿Puede calificarse de cara aún nuestra promoción cultural? Tan cara como segura se siente una sociedad que acompaña su crecimiento económico con una mayor demanda cultural.

Consuelo Ciscar es subsecretaria de Promoción Cultural de la Generalitat Valenciana.

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