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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Glauser, el fundador

Este hombre mira obligatoriamente a la cámara, qué queréis, otra vez venís a buscarme, parece pensar con resignación y desafío rendido, corbata y traje sobre un jersey casero, correa ceñida alrededor de la cintura, sobre el jersey, como atándose a sí mismo. Friedrich Glauser se llama este hombre, suizo nacido en Viena en 1896, estudiante de química, dadaísta, forajido, legionario en África, recluido en manicomios y cárceles, ladrón y falsificador de recetas médicas, jardinero, morfinómano, suicida frustrado, escritor de novelas policiacas, muerto cerca de Génova durante su despedida de soltero en 1938. Los viejos dicen que las orejas grandes anuncian larga vida, pero este hombre murió joven. Parece que fue un hombre con verdadera mala suerte.

EL REINO DE MATTO

Friedrich Glauser Traducción de Jorge Seca El Acantilado. Barcelona, 2001 370 páginas. 2.900 pesetas

Yo leía a Glauser en Italia,

donde está publicada toda la obra de este fundador de la novela negra en alemán. El reino de Matto es de 1936: una historia de crímenes en un manicomio de Berna. Se ha fugado un psicópata y ha desaparecido el viejo director, y al hospital llega el inspector de policía Studer, rico en sentido común y con la carrera arruinada, pensando ya en la jubilación. El policía encuentra al director, muerto en la escalera de hierro que baja a las calderas. ¿Quién lo ha desnucado? El enigma no importa excesivamente a Glauser, que reconocía como maestro a Simenon y veía la novela policiaca como una especie de linterna para mirar mejor la vida: indicios y movimientos insignificantes que provocan una sucesión de delitos insignificantes y algunas muertes.

Studer tiene en el hospital un guía o, puede ser también, un enemigo: el doctor Laduner, médico de almas, director en funciones, un ser atractivo, o repulsivo, como un rostro enmascarado, dice Glauser. El rostro enmascarado dicta largas conferencias sobre la psicopatía esquizoide, el sistema judicial suizo y la neurosis de angustia. Pero la investigación de Studer se relaciona menos con la ciencia que con la imaginación observadora: la labor del detective consiste en meterse bajo la piel de los otros. En esto se parece al novelista. Atiende al peinado, a la sonrisa, al acento con que habla el sospechoso: las apariencias, lo único que tenemos en principio. El crimen y los criminales son hijos de las circunstancias, esos imponderables que pueden convertir al infanticidio en filantropía y al asesinato en casualidad. Lo decía un personaje de Juan Benet: habría que eliminar las circunstancias, siempre culpables de todo.

Pone música Glauser en El reino de Matto, negra comedia musical: acordeón y canciones francesas al piano, la historia de la banda de instrumentos de metal del sanatorio psiquiátrico de Randlingen, la escisión sindical entre los laicos y los partidarios de leer la Biblia al principio y al final de los ensayos. Y entre los acordes suena el discurso de Hitler en la radio, y la repetición de las palabras de Hitler, a medianoche, por un loco de la sala de observación, y Studer sufre una pesadilla bajo la influencia de un narcótico, y el cabaré donde toca un acordeonista de cuatro brazos se transforma en una fábrica inundada de gas que quizá pueda ser vista como un futuro campo de exterminio, algo que no llegó a conocer Glauser, especialista en describir populosos lugares de encierro, su imagen del mundo como lugar solitario. Entonces el manicomio es una inmensa araña que extiende su tela por toda la nación, esa casa donde el deber, la verdad y la honestidad son parte del crimen.

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