_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Realidad

A las siete menos cuarto, bajo un calor bochornoso, una muchedumbre ocupábamos ordenadamente la acera del Patio de Banderas hasta la puerta del Alcázar por la que aun no se podía pasar. Todos queríamos escuchar sentados el debate sobre El futuro no es lo que era, de Felipe González y Juan Luis Cebrián, que se averiguaba largo e interesante por el número y el nivel de los participantes.

En aquel momento nuestros únicos problemas eran dos: esperar de pie y que por nuestra izquierda pasaran algunas personas buscando encontrar algún amigo con el que quedarse charlando en la orilla, al margen de la fila, para poder colarse cuando dejaran entrar. La protesta corría en voz baja: 'Mira fulanito; parece mentira'.

Hay quien se salta la cola para ganar tiempo, o conseguir sitio, o incluso por principio, pero en este caso concreto, por la personalidad de los participantes, era inevitable que más de uno perdiera también el orden y la consideración por conseguir un lugar de privilegio. La única cola que tiene solucionado el problema del turno es la del mercado, donde, como no se puede pedir paciencia cada mañana, lo arreglan con el número y la vez que funciona a la perfección.

Una vez dentro, todos pudimos sentarnos y oír perfectamente. Allí, entre tantas cosas de las que ya han dado noticia los medios, se dijo que la globalización surgió de la tecnología y no del Pentágono, por lo que es más benévola y más peligrosa porque no la maneja nadie. De Estados Unidos se habló como un imperio benigno pero no sutil, con los grandes errores de un gran poder; un país que no quiere respeto o temor sino que lo quieran, cuya amistad resulta difícil porque la exigen incondicional, pero, a pesar de todo, se puede conservar la lealtad sin perder la propia opinión. Se afirmó que esta es una guerra de poder, como todas; y se habló del nuevo orden internacional que debe surgir de esta crisis y que necesita de la reflexión y la generosidad de todo el que pueda hacer uso de ella.

En conjunto, unos discursos tan civilizados y tan universales que nos zarandearon hasta colocarnos en una realidad muy lejos de nuestros pequeños y mezquinos problemas de las colas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_