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Reportaje:

¿Dos o por debajo de dos?

Los economistas empeoran considerablemente sus apuestas de crecimiento para el año próximo

Jesús Mota

Las expectativas de crecimiento de la economía española se están deteriorando rápidamente. Frente a una predicción de consenso del 2,4% lanzada inmediatamente después del 11 de septiembre, los analistas apuestan ahora por una tasa de crecimiento en torno al 2%. Y algunos consideran incluso que no se llegará al 2%. Si esta predicción se cumple, el Presupuesto del Estado para el año 2002 puede quedarse en papel mojado.

Si la cifra de consenso apostaba por un crecimiento del 2,4% el año próximo, ahora, un mes después del 11-S, se sitúa en torno al 2%
El Presupuesto se define como restrictivo porque el crecimiento de los ingresos es menor que el del PIB; pero es poco probable que este último se consiga

La predicción sobre el estado de la economía española durante el año próximo es hoy un terreno abonado para la controversia. Para el Gobierno, el problema no existe. Rodrigo Rato y Cristóbal Montoro mantienen que el crecimiento económico el año 2002 será del 2,9%, exactamente la misma cifra que avanzaron en julio de este año, antes de que llegaran las graves noticias sobre el empeoramiento de la economía estadounidense, los atentados del 11 de septiembre y la confirmación de que Alemania se estanca. La realidad no existe y, sobre todo, no se mueve; lo que importa es mantener el principio del equilibrio presupuestario.

Frente al inmovilismo oficial, los analistas económicos -servicios de estudios, centros de predicción- entienden que este año y el próximo empeorará notablemente la situación económica. En el cuadro adjunto, que recoge las previsiones de los economistas que participan en el cuadro de consenso de la Fundación de las Cajas de Ahorro para la Investigación Económica y Social (Funcas), se aprecia que la media de consenso para este año es un crecimiento del PIB del 2,7%, y para el año próximo, del 2,4%, medio punto menos que el pronóstico oficial.

Las previsiones recogidas en el cuadro son posteriores al 11 de septiembre de este año. Pero no por ello reflejan la inquietud de los analistas. Conforme pasan los días y las semanas, el pesimismo va en aumento. La predicción del 2,4% parece hoy, 28 de octubre, exageradamente optimista. Consultados hoy, una gran parte de los economistas que plasmaron después del 11-S su opinión en ese cuadro han rebajado considerablemente las expectativas de crecimiento español para el año próximo.

Proyecciones arruinadasHoy, las apuestas están en torno al 2% de crecimiento para el año próximo. Para ser exactos, el más optimista de los economistas consultados por Negocios apostó por el 2,4% de aumento del PIB, y el más pesimista, por el 1,8%. Es decir, las predicciones se deslizan irremediablemente por debajo del 2%. Si se confirma este escenario, como se dice ahora, las proyecciones económicas del Gobierno quedarán arruinadas y las cuentas públicas, calculadas sobre un crecimiento del 2,9%, quedarán desmanteladas.

Con un crecimiento económico en torno al 2%, las previsiones de ingresos públicos no se cumplirán, y, por tanto, tampoco será posible conseguir el equilibrio presupuestario. Supongamos que se dan por buenas las afirmaciones del Instituto de Estudios Económicos (IEE), cuyo servicio de estudios, dirigido por Juan Iranzo -un hombre próximo a Cristóbal Montoro-, parece haber tenido acceso a las cifras homogéneas del Presupuesto. Sostiene el IEE que el Presupuesto para el año 2002 es restrictivo porque el crecimiento nominal del gasto será del 5,6%, frente a un crecimiento nominal del PIB del 5,9%. Pero la probabilidad de que el crecimiento nominal del PIB el año próximo sea del 5,9% es muy baja; por lo menos eso es lo que dicen casi todos los economistas españoles, con excepción de Rato, Montoro y, probablemente, Iranzo. Así que la probabilidad de que durante el ejercicio 2002 asistamos a una catástrofe presupuestaria -o a una apoteosis del maquillaje del gasto público- es muy elevada.

Entonces, ¿por qué Rato y Montoro están dispuestos a arrostrar un fiasco probable en lugar de rectificar su hipótesis de crecimiento? Pues porque, si se admite un crecimiento menor, el cálculo de ingresos tributarios no permitiría defender el déficit cero. De forma que Rato y Montoro parecen prisioneros de su propia ideología. Claro que el riesgo no es muy elevado. En el caso de que los ingresos de 2002 se desplomen por efecto de un empeoramiento económico más agudo que el que ha previsto el Gobierno, los ministerios pueden colaborar con sus tácticas de contabilidad creativa habitual, como congelar bruscamente las inversiones, desviar los pagos al año siguiente o, simplemente, no contabilizar el gasto.

Al fin y al cabo, las cuentas públicas no se van a discutir de verdad en el Parlamento este año y, si se mantiene la tradición de estos tiempos, tampoco el siguiente. Porque el ministro de Hacienda se las ha arreglado para enviar al Parlamento -y, por tanto, a los ciudadanos- más de 50 tomos de información sin un cuadro con los ingresos y gastos del país en términos homogéneos. El Presupuesto de un país democrático no puede presentarse sin dos datos esenciales: cifras homogéneas y un avance de liquidación. Pues bien, en el Presupuesto para el año 2002 que ha presentado Cristóbal Montoro brillan por su ausencia la homogeneidad y la liquidación.

No es la única información que se está hurtando. El pacto de financiación autonómica, responsable, según parece, de que las cifras del Presupuesto 2002 no puedan compararse con las del 2001, tampoco se conoce con exactitud. En lugar de configurarse como una negociación abierta, transparente y sujeta a debate público, el Gobierno oculta con celo las cifras y en algunos casos ha impulsado simplemente la negociación bilateral para subastar, pagando con dinero público, el coste del silencio de las comunidades autónomas.

Dinero negroEl empeoramiento de las predicciones para el año próximo están fundadas en las malas expectativas del consumo y de la inversión. Es verdad que a estas alturas del año 2001 se mantiene una cierta tensión en el consumo privado; pero con toda probabilidad se trata de un espejismo, debido al tirón derivado del afloramiento del dinero negro. No se prolongará el año próximo. Sin el efecto del consumo merma mucho la probabilidad de que el crecimiento supere con holgura la tasa del 2%, porque la aportación al crecimiento del comercio exterior ha pasado a ser ligeramente negativa

La inversión en bienes de equipo se verá también afectada, no así la construcción, que se prevé que seguirá aumentando. La inflación, por el contrario, mejorará. No tanto porque en España vayan a bajar los costes, tarifas o cargas salariales, que no hay tal, sino porque van a descender en toda la zona euro.

No es de extrañar que en estas condiciones ni siquiera las proyecciones de déficit cero se reciban con escepticismo. La cifra de consenso arroja un ligero déficit, el 0,1% del PIB. Pero, como en los casos del crecimiento y el consumo, las expectativas habrán empeorado con el paso de los días. Si la reducción del déficit se ha conseguido gracias principalmente al crecimiento de los ingresos, no hay razones para suponer que si éstos bajan se consiga el equilibrio.

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