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Crítica:LITERATURA POPULAR | Raíces
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Con el garrotín, con el garrotán

Prestaremos sumisión a esa tirana del periodismo que es la actualidad. Y la actualidad ordena y manda que nos sigamos ocupando de esa flamante vigésimosegunda edición del Diccionario de la RAE, presentada la semana pasada en la alta sociedad madrileño-hispanoamericana. No faltó ni el pregonero de postín, bajo especie de Premio Nobel gallego, aunque se repitió más que las sardinas, como suele, esta vez a propósito de un falso dilema entre 'castellano' y 'español', que tanto monta, monta tanto.

Y comoquiera que a los pobrecitos andaluces nos han vuelto a dejar en los umbrales de tan lujoso recinto (véase nuestro artículo del miércoles pasado, Ese pálido reflejo), no habrá más remedio que seguir haciendo méritos a la intemperie. Esta vez ensayaremos una nueva estrategia, en consonancia con el membrete habitual de la sección, o sea, la literatura popular. Cuestión muy controvertida entre los lexicógrafos es en qué fuentes beber para arrimar voces y acepciones a los diccionarios. La Real, en sus orígenes, dio como sustento principal al suyo la autoridad de los escritores consagrados. De ahí también su Diccionario de Autoridades. (Existe un tercero, el Manual, muy poco divulgado, pues al decir de Ignacio Ahumada, en Estudios de lexicografía regional del español (Jaén, 2000), 'se concibió como purgatorio de neologismos, correccional de vulgarismos y vasto almacén de regionalismos'; en él hallaríamos no pocos andalucismos, pues eso, purgando). A mí siempre se me ha antojado un poco arbitrario este venero, a más de restricto. Valga como prueba que la palabra 'urta' no ha entrado hasta la reciente edición, como sinónimo de 'pargo' pese a que ya la usó el Arcipreste de Hita.

Con el tiempo se fueron incorporando otros criterios, pero de una forma bastante aleatoria, que hace muy difícil atisbar siquiera por qué unas palabras entran y otras no. Un sentido más común y actual de las cosas aconseja utilizar nuevas encuestas (además de aprovechar las que ya dieron su fruto, como las del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (ALEA), como ha hecho recientemente Alvar Ezquerra en su Tesoro Léxico de las Hablas Andaluzas; o los abundantes repertorios de literatura popular, que es a lo que íbamos.

Sólo así acabarían entrando los variados registros de la vida, a través de términos y expresiones cotidianas, como también de coplas, cuentos, refranes, cancioneros infantiles, cancioneros flamencos... Y con ellos la cabal comprensión de nuestros gozos y quebrantos. De ser así, el diccionario de todos no seguiría considerando al garrotín, uno de nuestros palos flamencos, como 'baile muy popular a fines del XIX', sin siquiera precisar cómo ni dónde y dándolo por muerto.

Este domingo pasado, por no ir más lejos, la entrega de la estupenda colección de El Correo de Andalucía que dirige Manuel Bohórquez, recogía una letra que sigue sonando desde que la hiciera suya Manuel Escacena en 1909: 'Ay, el garrotín, ay, el garrotán. / ¿Cuánto te quieres apostá / a que me pongo en tu puerta / y a nadie dejo pasá? / Con el garrotín, con el garrotán, / tengo una primita hermana / que la quiero de verdad'. También cantaba guajiras, pero esto no sé si debo ponerlo, porque para el reluciente DRAE tan sólo se trata de un 'canto popular cubano de tema campesino'. Ahí queda eso.

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