Ojos policiales en las aulas
Agentes municipales velan por la seguridad e imparten educación vial a los escolares de Fuenlabrada
'Paco, no te vi ayer. ¿Es que estás malo?', pregunta a un policía municipal una niña de 10 años con la cabeza repleta de horquillas de colores. 'No, es que ayer trabajé por la tarde', responde el agente, de 32 años, mientras da el alto a los vehículos para que los alumnos del colegio público Velázquez crucen la calle.Los chavales de este centro escolar de Fuenlabrada consideran a Paco como un amigo más, aunque con una función peculiar: les enseña en clase cómo funcionan los semáforos, y se ocupa de regular el tráfico a la entrada y a la salida del colegio, entre otras cosas. Paco forma parte de la tropa de 34 agentes de la Policía Municipal de Fuenlabrada que aplican el programa Plan Integral de Seguridad Escolar (PISE), más conocido entre la población como polis del cole. El plan pretende que los agentes mantengan una estrecha relación con la comunidad escolar para conocer los problemas de cada colegio y tratar de solucionarlos. 'Desde que Paco y Luis Miguel están aquí, la doble fila con los coches de los padres que vienen a recoger a sus hijos se ha acabado', se enorgullece el director del colegio Velázquez, Pedro Luis Mansilla.
Si Paco o su compañero Luis Miguel se topan con un boquete en la acera o descubren que la parada del autobús causa trastornos a los peatones o los automovilistas, toman nota y dan el recado al departamento municipal que corresponda. Lo mismo ocurre si descubren a un chaval en la calle durante el horario escolar; es decir, haciendo novillos. 'En ese caso, al tratarse de una cuestión más general, los policías acompañan al niño al colegio y yo mismo escribo una carta a los padres informándoles de lo ocurrido', resume el edil de Seguridad, Juan Carlos Jurado. Los efectivos del programa PISE también están preparados para afrontar conflictos como el vandalismo en las aulas, 'aunque este problema no se da en colegios de enseñanza primaria, porque los alumnos son muy pequeños todavía', apostilla el responsable municipal de Seguridad.
Los polis del cole no son unos recién llegados a la realidad escolar. Después del rodaje del curso pasado, los más de 40 colegios públicos de Fuenlabrada tendrán este año relación con los agentes. Pero no todos los días, porque no hay efectivos suficientes. 'Como sólo contamos con 34 agentes, estamos estudiando otras fórmulas; por ejemplo, con el colegio El Naranjo, cuya asociación de padres va a colaborar, una vez que reciba la formación pertinente', explica Jurado. Para ser un poli del cole no hacen falta más que ganas, según los protagonistas. Luis Miguel, de 27 años, acompaña a Paco desde el pasado marzo. 'Quería entrar en esta unidad desde que empezó a funcionar, así que me presenté al curso y aquí estoy', dice el agente. Sus expectativas se han cumplido: se confiesa encantado de trabajar con los alumnos.
'Hombre, saludan más a Paco, porque él lleva más tiempo en el barrio; pero, cuando salen del cole, los niños me piden que les enseñe la moto o que les deje probarse el casco', sonríe Luis Miguel.
Claro que no todo es competir por el cariño de los pequeños. A pesar de que lleva pocos meses en el servicio, este agente ya tiene malos recuerdos. 'En clase de educación vial les estaba explicando a los niños que, cuando un semáforo se pone en rojo, los vehículos tienen que detenerse; entonces, una niña levantó la mano y se dirigió a toda la clase diciendo: '¡Así mataron a mi hermana!', recuerda Luis Miguel, que cambia su sonrisa por un gesto de pesadumbre.
Eficaces y voluntariosLos 34 polis del cole de Fuenlabrada tienen un perfil similar: son jóvenes, eficaces, les gustan los niños, se han ofrecido voluntarios para este servicio y han hecho cursos específicos de formación, según el concejal del ramo. 'Además de actuar en los colegios, patrullan por el barrio mientras los chavales están en clase, y eso contribuye a que los vecinos se sientan más seguros', dice el concejal Juan Carlos Jurado.
Estos policías no son una perturbación ni siquiera para los que sufren una alergia espontánea a la gente uniformada y con pistola, ni pequeños ni mayores. 'La imagen del policía no impresiona a los niños ni a sus padres; verlos alrededor del colegio es algo habitual, como tener una mercería en la esquina', argumenta el director del centro público Velázquez. Ya puestos, a Pedro Luis Mansilla no le importaría que hubiese más agentes. 'Así los tendríamos aquí todos los días', añade.
Broncas a las madres
Paco, de complexión fuerte y cara de bonachón, es un veterano en la tarea de lidiar con los más pequeños, dentro y fuera de las aulas. Y eso que sólo tiene 32 años. 'Empecé impartiendo cursos de educación vial; luego formé parte de la unidad de policía de barrio y, por último, entré en el PISE [Plan Integral de Seguridad Escolar]', relata. La labor está dando frutos, a su juicio. 'A veces sorprendo a los chavales echándoles la bronca a sus madres porque no han cruzado por el paso de peatones, tal y como yo les explico en clase, y eso me satisface personal y profesionalmente', confiesa.
Esa cercanía con los muchachos del barrio resulta contraproducente en otras ocasiones, porque los escolares, confianzudos, se olvidan de las distancias que suele marcar el uniforme policial. 'El único problema que tengo con los chavales es que, cuando voy a hacer una actuación en el barrio, me ven, me rodean, me acorralan e, incluso, me dicen lo que tengo que hacer'. No hay diferencias entre los niños y las niñas, todos son muy receptivos con las enseñanzas de los polis del cole, si bien los de entre 9 y 12 años son 'más participativos', en palabras de Paco. Esa proximidad especial es la misma que anima al policía a, por ejemplo, llamar la atención a los pequeños 'si tiran papeles al suelo o si fuman'.
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