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VISTO / OÍDO
Columna
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América

Me molesta que se llame 'América' a Estados Unidos; decían 'América para los americanos' contra el colonialismo europeo, pero encubrían el dominio del continente. Me molesta más, porque me siento amenazado, que en la semántica actual se llame 'antiamericanismo' al rechazo a determinada política de Estados Unidos: actitud que mantienen muchos ciudadanos de ese país: una gran parte está en los que se abstienen en las elecciones, que son la mitad, y otra entre los que votan a los demócratas, que son la mitad de esa mitad. Soy tan agradecido a ese imperio como a otros que han dejado aquí sus huellas benéficas: el romano, el árabe (con su secuela judía, culta y oculta), el visigodo y los flamencos disimulados; y los franceses que aportaron algo de su revolución y permitieron la gran cultura de los afrancesados, de los que desciendo intelectualmente.

De chico estaba por la cultura inglesa y más por la francesa que formaba parte del bachillerato (y eso no me obliga a Blair ni a Chirac); pero entraba bien en nosotros la 'americana' por el querido cine, el insustituible jazz: y la literatura de Steinbeck, de O'Neill, de Dos Passos, de Faulkner (basta: llenaría hasta el final estas líneas, y más que me dieran); y su Constitución y sus derechos del hombre; y su Roosevelt. De Roosevelt a Bush su política ha seguido un camino distinto del mío, salvo en destellos luminosos que se apagaron, a veces a tiros. Fui contrario a la política de la guerra fría: esperé como muchos, y como el propio Roosevelt, una simbiosis con el comunismo y que se llegase a unas democracias incruentas, con lo que significaba la palabra: distribución de la riqueza, igualdad, solidaridad y todo lo demás. No pasó. Se inventó en cambio la palabra 'antiamericano' (senador MacCarthy) que castigaba con la exclusión y con la cárcel a sus ciudadanos (y a los del mundo) que no mantenían la guerra fría.

Ya se había visto experimentar aquí con la acusación de 'antiespañoles' y 'antipatria' o 'vendepatrias' a quienes estaban en contra de Franco. Mi idea es que una cosa es una nación, o una coalición de naciones, o un internacionalismo, y otra es una política fascista o fascistizada, que muerde los vocablos. No es antiamericano el que lamenta los bombardeos de población civil, y también por quienes los perpetra. No es un terrorista el que se duele de las muertes de todos los pueblos. Es un hombre libre: dentro de lo relativo, y donde se puede.

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