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La anarquía y la violencia se apoderan de la región argelina de Cabilia

Crece la amenaza de que una nueva oleada de protestas se extienda al resto del país

Impuestos impagados, facturas de gas y de luz adeudadas, llamadas al servicio militar ignoradas. La confusión aumenta en la región argelina de Cabilia, donde el Estado ha perdido toda autoridad. Desde el pasado mes de abril, con la muerte de un estudiante de instituto en un cuartel de la gendarmería, el movimiento de disidencia ciudadana ya no parece que vaya a decrecer y aumenta la amenaza de un nuevo levantamiento generalizado que puede extenderse al resto del país. Al mismo tiempo, parece perder fuerza la Coordinación de los aruchs (tribus), esos comités de pueblo que pasaron a encabezar la revuelta en Cabilia.

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'Deben levantar el estado de excepción'

Reina un ambiente cargado en Tizi Uzu, capital de Cabilia, sobre todo en la arteria principal, la avenida Abane-Ramdane, invadida por miles de vendedores ambulantes llegados de todos los alrededores con la esperanza de vender sus baratijas. La anarquía se ha instalado en la ciudad y los pocos policías presentes no tratan de remediar esta situación por miedo a desencadenar reacciones violentas. 'Podemos saltarnos los semáforos o tomar calles en dirección prohibida, ya nadie nos dice nada', cuenta un conductor, en parte divertido y en parte fatalista, mientras que un joven señala con rabia que, de todos modos, 'únicamente los delincuentes consiguen algo en este país', que 'no hay justicia' y que en todas partes domina 'la ley del más fuerte'. 'Ya no reconozco mi ciudad, está sucia, es insegura, todos nos sentimos muy mal', dice desolada una joven. Sobre las paredes se ven unas pintadas vengativas como 'generales terroristas', 'demasiada sangre, no hay vuelta atrás'.

Muy cerca de allí un gran edificio con las puertas y ventanas cerradas ofrece un espectáculo surrealista. Se trata del cuartel de la gendarmería de Tizi Uzu en el que desde hace meses vive recluido un número indeterminado de gendarmes, humillados y llenos de rabia. Cada noche, unos convoyes llegan especialmente desde Argel para traerles suministros. Ocurre lo mismo en toda Cabilia, salvo en dos municipios donde los gendarmes han recibido 'el permiso' de salir media hora cada día. En todas las demás localidades se ocultan, con la amenaza de ser asesinados si se muestran abiertamente en la calle. 'Si aparecen, los linchamos', gruñen los habitantes, que les acusan de todos los males -en especial de corrupción y abuso de poder- y centran en ellos su odio al Estado. Pero si los gendarmes se marchan, como lo exige parte de la población, ¿quién mantendrá el orden en la región? 'No hay problema, ¡lo hará la policía!', aseguran los jóvenes con desidia.¿Quién puede hablar en nombre de los contestatarios de esta región montañosa y árida, densamente poblada, situada a una hora en coche de la capital argelina? Cuanto más se alarga la crisis, más parece perder fuerza la Coordinación de los aruchs (tribu), comités de pueblo y de barrio, al frente del movimiento desde hace siete meses, que pasa la mayor parte del tiempo en defenderse de los golpes que les llegan.

Desde el bando cabileño, por lo general, rechazan tomar en cuenta las concesiones del poder, en especial los tres importantes avances (aunque por debajo de los objetivos de los disconformes): el reconocimiento del tamazight como lengua nacional bereber, el 'estatuto especial' y una 'indemnización justa', prometida a las víctimas de los disturbios, así como el anuncio de acciones legales contra 'los responsables de estos crímenes'.

La desconfianza contra el régimen es tal que nada bueno parece que pueda proceder de él. Contra todo y contra todos, la Coordinación sigue pensando que Argel juega la carta de dejar que la situación se pudra, con la esperanza de que la población, harta de la anarquía ambiente, dejará de apoyar a los contestatarios. El Gobierno no deja de explotar la división y las luchas de clanes dentro del movimiento, invocando el 'regateo' por parte de unos y las exigencias confusas, en ocasiones irreales, por parte de otros, en especial la marcha de Cabilia de la totalidad del cuerpo de gendarmería.

Si bien la reivindicación de la autonomía sigue siendo por el momento muy marginal, la voluntad de alcanzar una descentralización rápida y verdadera parece ampliamente compartida. 'La deseamos por motivos de eficacia. Ya no podemos soportar que unos responsables que no tienen ni idea de lo que es Cabilia decidan en nuestro lugar', subraya Anane Rabah, ingeniero. 'La distancia que separa a Cabilia de la capital parece cada vez mayor. Cuando la gente me habla del poder actual en Argel suele utilizar la expresión allí', indica Said Saadi, secretario general de la Unión para la Cultura y la Democracia, que recientemente ha vuelto a la oposición. 'Hay que saber que los lemas repetidos por los manifestantes, 'Poder asesino' y 'No perdonamos', no son simples gritos de cólera. Son las muletas sobre las que estamos construyendo la memoria colectiva de Cabilia'.

Un grupo de jóvenes arroja piedras contra la policía en Tizi Uzu el pasado mes de junio.
Un grupo de jóvenes arroja piedras contra la policía en Tizi Uzu el pasado mes de junio.ASSOCIATED PRESS

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