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Crónica
Texto informativo con interpretación

El tridente encalla en Málaga

El Barcelona no pasa del empate en La Rosaleda en un partido plomizo en el que Rivaldo marcó su 100º gol en la Liga

Ramon Besa

Peldaño a peldaño, el Barcelona va descolgándose de la tabla en la Liga y ya suma siete puntos descontados de los últimos nueve disputados. No pudo ayer con el Málaga en otro partido de mucho desgaste. Tal y como combaten, los azulgrana han convertido la victoria en un acto heroico.

MÁLAGA 1| BARCELONA 1

Málaga: Contreras; Rojas, Fernando Sanz, Litos (Iznata, m. 86); Roteta; Gerardo (Zárate, m. 66), Romero, Miguel Ángel, Mushapa; Dely Valdés y Darío Silva. Barcelona: Bonano; Puyol, Christanval, De Boer, Coco; Luis Enrique (Gabri, m. 51), Xavi, Cocu; Kluivert (Gerard, m. 79); Saviola (Geovanni, m. 65) y Rivaldo. Goles: 1-0. M. 75. Delio Valdés recibe el balón en el área y lo cede, hacia atrás, a Dario Silva, que marca. 1-1. M. 76. Rivaldo recoge un pase de cabeza de Kluivert frente al portero e inventa una vaselina que supera a Contreras. Árbitro: Fernández Marín. Amonestó a Luis Enrique, Miguel Ángel y Gabri. Unos 30.000 espectadores en La Rosaleda. Terreno de juego en malas condiciones por culpa de la lluvia que cayó con anterioridad al partido.

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Así que cualquier empate suena a un ejercicio de resistencia por no decir de supervivencia. Ya muy fatigado, al Barça le faltó frescura y talento para doblegar al Málaga, al que le alcanzó su espíritu indomable para no perder. Futbolísticamente, el partido fue un asco no ya por el fangal del campo, sino por lo poco que jugaron unos y otros. El Barça no supo solucionarlo a tiempo y se batió más de una hora con el tridente, una fórmula populista, pero que desnaturaliza al equipo. Retirado Saviola, Rivaldo marcó su gol número 100 en la Liga. Igualada la contienda, le faltaron minutos para ratificar que había recobrado la cordura y aparecía como un grupo más racional que nunca.

Aun cuando los números digan que lleva ya un cuarto de siglo sin perder en Málaga, al Barça nunca le gustó La Rosaleda, un cuadrilátero para cualquier forastero que acaba con la cabeza como un bombo por la rechifla de la hinchada y el cuerpo molido de tan arisco como se comporta el equipo de Peiró. Pese a perder consistencia, el Málaga mantiene su fiereza por la combatividad de sus dos puntas, Darío Silva y Dely Valdés; sobre todo, el uruguayo, que embiste como un búfalo. La delantera blanquiazul no sólo le da respiro a su equipo, sino que fija a la defensa rival, torturada en cada balón.

La disponibilidad de los futbolistas de ataque le permite al Málaga un juego directo que suele sobrepasar al adversario, que no halla la manera de parar el partido, de gobernar la refriega, de mostrar su personalidad. Incapaz de imponer su autoridad, el Barça se entregó al cuerpo a cuerpo y se dejó llevar por la corriente. Una concesión que el Málaga agradeció porque le permitió jugar en igualdad de condiciones y de oportunidades.Frente al serpentear de Luis Enrique aparecía el gatillo de Musampa al tiempo que el desasosiego de Dely Valdés y Darío Silva por ganarse la posición de remate era tan evidente como la desubicación de Rivaldo y la fragilidad de Saviola para alcanzar el área. No había quien manejara la pelota en el maltratado césped. El partido resultó tan desagradable que dejó abatidos a los seguidores azulgrana citados en Málaga, sorprendidos por la simplicidad de su equipo, empequeñecido por sus propias deficiencias y pocos recursos. Mal puesto, sin juego de banda ni línea de pase y falto sobre todo de profundidad, el Barcelona estuvo largo rato lento, previsible y, además, descompensado porque el esfuerzo no se reparte de forma equitativa. Los futbolistas desequilibrantes no entraban en juego y los de equipo se desgastaban en una nueva contienda física. Cansados como ya llegaban a la cita por la encadenación de partidos y las lesiones que se vienen comiendo al colectivo, el Barça reculó una jornada más, ni que fuera para tomar aire, y se entregó a un intercambio de golpes.

El Málaga, sin embargo, se desfondó pronto y le entró el canguelo, momento en el que Rexach aprovechó por deshacer al tridente, inútil en el ataque estático, y dar entrada a Geovanni por Saviola. Pareció que el Barça dejaba de masticar la jugada, que se esponjaba, que se aireaba, y buscaba el marco por el flanco derecho de Geovanni y con los pases interiores de Xavi. La entrada del brasileño revolucionó un partido dormido. Pese al gol de Darío Silva, el Barça mejoró su organización y tuvo más llegada y remate. Rivaldo empató acto seguido a que el Málaga cobrara ventaja y Contreras mantuvo a su equipo de pie.

La intervención del portero fue determinante en los momentos de mayor achuche azulgrana, capitaneado por Geovanni, que ensanchó la cancha y puso buenos centros. Al Barcelona le faltó grandeza y pegada para resolver el partido cuando lo tenía a pedir de boca. La manera como se aflojó el Málaga delató la actitud azulgrana, que había tirado tres cuartas partes del partido con una alineación descompensada y que dejó a Saviola en mal lugar en su debú como titular en cancha ajena. No parece muy ortodoxo que el Barça acabe en Saviola o en Rivaldo, sino que, puestos a ser convencionales, parece más normal que el último delantero sea Kluivert. Enfrentar a Saviola con los centrales, supone disminuirle y entregar al equipo a una pugna estéril. Resueltos los problemas defensivos, la indefinición ofensiva le está resultando muy cara a un Barcelona que, después de aguantar, necesita espabilar y jugar un poco más al fútbol.

Romero pide explicaciones al árbitro, Fernández Marín, mientras Kluivert se duele de su entrada.
Romero pide explicaciones al árbitro, Fernández Marín, mientras Kluivert se duele de su entrada.RAFAEL MARCHANTE

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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