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Columna
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El presente

Los analistas barajan diversos escenarios. Uno, en el extremo halagüeño, es que Estados Unidos encuentre a Bin Laden, lo juzgue, satisfaga su orgullo o su venganza, cesen los atentados terroristas, se consolide la alianza internacional y se favorezca un mundo integrado con Rusia y China colaborando con Estados Unidos, con Irak incorporándose a la democracia, con el horror palestino-israelí orientado a la solución, con la recuperación de la prosperidad, todo ello en el marco de una nueva y benefactora geopolítica del mundo. Demasiado hermoso para ser verdad, pero acaso no imposible. En el otro extremo, sin embargo, puede ocurrir que las tropas norteamericanas no encuentren nunca a Bin Laden o lo encuentren pero sigan tras Sadam Husein y otros, que se prolongue la batalla terrorista por un periodo tan dilatado que haga languidecer el crecimiento y adentre la historia occidental en un lúgubre espacio de inseguridad y desmayo. Entre uno y otro punto desfila un surtido de variantes. Pero lo más importante es que entre uno y otro punto vibra la incertidumbre y el pavor.

En pocos momentos de la historia reciente se ha sentido con tanta intensidad el imperio de lo incierto. No sólo el atentado del 11 de septiembre derrocó las Torres Gemelas; con ellas pareció abatirse la vista del futuro. La óptica de Nueva York ha quedado vacía sin esos edificios, tal como la visión del porvenir se ha borrado del horizonte. Ahora se vive en el límite de un abismo temporal, en la zona cero del tiempo. Las noticias que llegaban sobre la actividad del mundo, en lo económico, lo político o lo cultural, han sido reemplazadas por una página de sucesos. Día tras día, los medios de comunicación siguen el estilo que corresponde a la catástrofe y desde la cual es azaroso planear. Los arúspices hacen cábalas sobre un más allá, pero sus proyecciones carecen de suelo bastante donde apoyarse. Ni siquiera la actualidad posee la consistencia y la amplitud de lo actual. El futuro ha sido volado y fluctúa como un espejismo, pero el presente se ha apretado tanto que en cualquier instante, ahora mismo, esta noche mientras dormimos, mañana, en el segundo siguiente a esta palabra, puede también estallar.

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