Descarnada tragedia
La recién publicada novela de José Manuel Fajardo, Una belleza convulsa, nos sitúa frente a la convulsa situación política que vivimos en nuestro país. Un periodista ha sido secuestrado por una organización terrorista y en su trágico cautiverio recuerda y recuerda, como una gimnasia contra la depresión. Y entre los paseos y los recuerdos, entre su gimnasia física y su gimnasia mental, vive una terapia que le hace más fuerte que sus captores. Rememora algunos viajes por el País Vasco, su vida, sus paseos por la amistad y el amor, mantiene vivas las pérdidas afectivas (la muerte de su padre, el desamor) y las alegrías de la compañía de los amigos, en un paseo que se balancea entre el infierno que vive y el recuerdo de lo que vivió.
Una belleza convulsa
José Manuel Fajardo. Ediciones B. 319 páginas. 2.495 pesetas.
Es una novela que se sitúa en medio del torbellino, y que lleva al personaje -y también al autor- a dejar el País Vasco después de haber habitado nuestras tristes calles sonámbulas. La estructura de la novela transcurre en dos dominios distintos: en la descripción del infierno que vive el protagonista (que se apoya en el Infierno de Dante de manera deliberada) y el recuerdo de su vida en el País Vasco, acuciado por varias fotografías turísticas que sus secuestradores han colocado en su mínimo habitáculo y que sirven de engarce esperado entre dos mundos.
Se nota en la novela un fuerte sentido de la contención que se muestra desde la primera página: 'Me he prometido nombrar las cosas, los hechos, los sentimientos. Sólo nombrarlos. Decir las palabras imprescindibles. Con eso basta'. Dar nombre a la tragedia, a la ignominia, al dulce y terrorífico nombre del Infierno... Una ambición que estremece. De la misma forma, son elocuentes los párrafos que describen el primer encuentro con esa soledad absoluta, en un primer capítulo excelente.
Este libro comenzó como proyecto para una guía de viajes del País Vasco y ha terminado en novela, en una obra que abre ronchas en la sensibilidad, que reflexiona sobre la crueldad y la muerte, la injusticia y la terrible convicción de la existencia del mal. Quizás el engarce entre la situación presente del personaje secuestrado -un relato de una intensidad escalofriante- y el relato de los viajes por el País Vasco puede desorientar y confundir un tanto al lector. Pero ese mismo desequilibrio refuerza el sentido simbólico del texto: dar nombra al demonio que le tiene secuestrado, nombrar el horror, es el primer paso para la liberación (excelentes las últimas páginas de la novela).
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