¿Plagio?
El plagio. Al parecer, una epidemia en nuestros días. Vicente Verdú escribió el viernes, en este periódico, una columna en la que hilvanaba algunas reflexiones muy sutiles relacionando el afán de copiar con la imparable tendencia a la igualación en las sociedades democráticas y el vértigo que, al parecer, siente el hombre de hoy ante la diferencia.
En el ámbito literario, el calco se ha convertido en noticia. Incluso se ha hablado mucho de intertextualidad, un concepto cursi que exige una pronunciación muy estreñida -prueben en voz alta- con tanta acumulación de tes.
Pero hoy tenemos que transitar por andurriales más embarrados. ¿Ha sido víctima el periódico de esta manía de fusilar textos ajenos ofreciéndolos como propios?
El martes 2 de octubre se publicaron dos páginas, en la sección de Internacional, firmadas por Andrés Smith Serrano, experto en asuntos políticos para la Misión Especial de Naciones Unidas en Afganistán (UNSMA). Se titulaban 'Afganistán, un país desintegrado' (I), con lo que se anunciaba una segunda entrega que quedó paralizada porque, de inmediato, Samuel Simón Pulido, desde Tenerife, se dirigió al director del periódico, y Ramón López Facal, desde A Coruña, al Defensor del Lector, para advertir de que habían encontrado párrafos idénticos en el texto publicado y en un trabajo de Barnett Rubin -importante especialista en asuntos de aquella región- titulado The Political Economy of War and Peace in Afghanistan, escrito en 1999.
Esta columna tuvo que haberse publicado la semana pasada, pero era necesario hablar con los dos autores concernidos y eso ha llevado más tiempo del previsto.
José Manuel Calvo, redactor jefe de la sección de Internacional, logró dialogar con Smith Serrano, a través del correo electrónico, y le trasladó el aviso de los lectores. El Defensor habló con él por teléfono y escuchó la misma explicación que, previamente, había ofrecido por correo y que, literalmente, se resume así:
'El trabajo base [de lo publicado en EL PAÍS] y sus modificaciones/versiones posteriores han sido utilizados en varias reuniones y grupos de trabajo que hemos tenido sobre la región y sus problemas, desde 1998, y ha circulado ampliamente entre los que trabajamos en la zona. La última revisión que hice fue en 2000, en Kandahar, y lo envié background paper [documento de trabajo]. Excúseme, pero no sabía de otras versiones; estoy asombrado y le ruego que perdone las molestias'.
Por teléfono aclaró que el supuesto trabajo inicial, con aportaciones de distintos expertos, no es un documento oficial de la ONU, y aseguró categóricamente que no había copiado el trabajo de Barnett Rubin.
Su respuesta escrita abría la posibilidad de que Rubin hubiese bebido de ese mismo trabajo, de modo que el Defensor pidió a Ricardo Martínez de Rituerto -descubridor en su día del plagio del director de la Biblioteca Nacional, Luis Racionero- que desde Chicago tratara de ponerse en contacto con Rubin.
La escueta respuesta que obtuvo, a través de correo electrónico, fue la siguiente: 'A mí me parece plagio, pero ahora mismo tengo cosas más importantes de que ocuparme. Lo dejo a su criterio'.
El criterio del Defensor es que el batiburrillo en torno al documento de trabajo, con paternidades distintas, hace difícil dar una respuesta clara.
Pero hay algo que ofrece pocas dudas. Smith Serrano debió mencionar en algún momento de su texto que había tomado párrafos textuales de tal documento de trabajo, que no todo era suyo y que existía la posibilidad de que algunos fragmentos fuesen originales de otros autores expertos.
Sin esa advertencia, los lectores que han descubierto la simetría entre los textos de Smith Serrano y de Rubin tienen todo el derecho a presumir que ha habido plagio.
En el curso de las conversaciones con Smith Serrano se le pidió que rehiciese la segunda parte de su colaboración, pero, en vista del tiempo transcurrido y de la confusión respecto del primer capítulo, el periódico ha decidido no publicarla.
Información y opinión
El catón profesional del periodista dice que hay que separar tajantemente información y opinión.
Ese aserto tiene muchas matizaciones a la hora de aplicarlo en géneros como la crónica, el análisis o el reportaje, pero debe enarbolarse como bandera irrenunciable si no se quiere avasallar al lector y colarle gato por liebre a la hora de informar.
En la Red -casi todo empieza a suceder en la Red- se distribuyó un mensaje advirtiendo de que la cadena de televisión norteamericana CNN había emitido imágenes falsas de las manifestaciones de jolgorio en territorio palestino por el atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva York.
Numerosos lectores se interesaron por el asunto y EL PAÍS publicó una información amplia el 20 de septiembre en la que se explicaba que el supuesto fraude de CNN era una invención de A. V. Carvalho, estudiante brasileño, y se aportaban datos suficientes de la universidad donde estudia para confirmar la falsedad de la acusación.
Pero el día 24 Manuel Vázquez Montalbán dedicó su habitual columna semanal a glosar la posibilidad de que, otra vez, nos hubiesen engañado y que las imágenes del regocijo palestino fuesen tan falsas como las del pelícano embadurnado de petróleo de la guerra del Golfo.
Susana Aguillaume se dirigió al Defensor y protestó por lo que juzgaba un intento de manipulación informativa a través de una opinión.
El Defensor le respondió, privadamente, que Vázquez Montalbán no citaba a CNN y que se cubría con un 'cabe la posibilidad'.
Pero la señora Aguillaume no se dio por vencida e insistió, argumentando que cualquier lector medianamente avisado sabía de qué hablaba el columnista y que los que no conociesen la información previa darían por buena la opinión que incitaba al error, en contra de lo publicado por el propio periódico.
El pasado día 9, en el mismo espacio que Vázquez Montalbán, Rosa Montero denunció la manipulación por Internet contra CNN a partir de una engañifa.
El Defensor quiere limitarse a recordar que las opiniones en este periódico son tan libres que, en multitud de ocasiones, contradicen la línea editorial, y eso es plausible, pero que no es lícito construir sobre cimientos que se han comprobado inexistentes.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.
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